Antonius Advertencias 14

Santo Antão — Advertências

ADVERTENCIAS SOBRE LA ÍNDOLE HUMANA Y LA VIDA BUENA (cont.)

Una sola cosa no es posible para el hombre: el ser inmortal. Le es posible unirse a Dios si comprende que puede hacerlo. Es así como, queriendo, comprendiendo, creyendo y amando, por la fuerza de un vivir honesto, el hombre llega a convivir con Dios.

El ojo contempla lo que le presenta. Sin embargo, el intelecto penetra lo invisible. El intelecto amante de Dios es la luz del alma. El que posea un intelecto amante de Dios, tiene el corazón iluminado y con su intelecto, ve a Dios.

Ningún hombre bueno es vil, pero el que no es bueno es del todo malo y amante del cuerpo. La primera virtud del hombre es el desprecio de la carne. La separación de las cosas efímeras y corruptibles — separación voluntaria, no debida a la indigencia — nos convierte en herederos de los bienes eternos e incorruptibles.

El que está dotado de intelecto, se conoce a sí mismo, conoce lo que es, sabe que es un hombre corruptible. El que se conoce a sí mismo, conoce todo, sabe que cada cosa es una criatura de Dios y que ha sido creada para la salvación del hombre. El hombre tiene el poder de comprender y creer rectamente. Un hombre así sabe con certeza que el que desprecia las realidades de esta vida encontrará menos afanes y que, después de la muerte, recibe de Dios delicias y reposo eternos.

Así como el cuerpo sin alma está muerto, así también el alma, sin la actividad del intelecto, se encuentra ociosa y no puede recibir a Dios en herencia.

Dios escucha sólo al hombre. Sólo al hombre, Dios se muestra. Dios es amante de hombre, donde él está, también está Dios. Sólo el hombre es un digno adorador de Dios. Por el hombre, Dios se transfigura.

Dios ha hecho todo el cielo para el hombre y lo ha adornado de estrellas. Para el hombre ha hecho la Tierra. Los hombres la trabajan para sí mismos Los que no se perciben de tal providencia de Dios, tienen un alma insensata.

El bien es invisible como las realidades celestes. El mal es visible como las realidades terrestres. Entre uno y otro, el hombre que tiene intelecto, elige lo que es mejor. Porque sólo para el hombre son inteligibles Dios y sus criaturas.

El intelecto está en el alma, así como la naturaleza en el cuerpo. Y el intelecto es la divinización del alma, mientras que la naturaleza es la difusión del cuerpo, La naturaleza está en todo cuerpo, pero no en toda alma se halla el intelecto. Por tanto, no toda alma está salvada.

El alma está en el mundo por cuanto allí fue generada; el intelecto está en el más allá, pues allí fue ingenerado. El alma que comprende al mundo y quiere ser salvada, observa de continuo una ley inviolable, admitiendo para sí misma que la lucha y las pruebas las va a tener que enfrentar aquí y ahora ¡no siendo posible comprar al juez! ya que ésta puede perecer o salvarse nada más que por un pequeño y vil placer.