Ano Litúrgico II

Ano Litúrgico — SEGUNDA PARTE
II SEGUNDA PARTE DEL AÑO LITURGICO

CICLO DE PASCUA O MISTERIO DE LA REDENCION

La palabra «Redención» procede del latín redimo, que significa «rescatar, recobrar lo perdido».

Esta segunda parte contiene cinco tiempos que se pueden agrupar en una Preparación en la que se utilizan ornamentos violetas y que comprende el Tiempo de la Septuagésima que se extiende de la Septuagésima al Miércoles de Ceniza. El Tiempo de Cuaresma que incluye desde el Miércoles de Ceniza al Domingo de Pasión. El Tiempo de Pasión, desde el Domingo de Pasión hasta el Sábado Santo.

Después viene la Celebración propiamente dicha en la que se utilizan ornamentos rojos y que comprende todo el Tiempo Pascual: Pascua y Pentecostés. Este Tiempo comprende desde Pascua hasta el Sábado que sigue a Pentecostés.

Finalmente, viene una prolongación en la que se utilizan ornamentos verdes y que se denomina

Tiempo después de Pentecostés que va de la Trinidad hasta el Adviento.


TIEMPO DE SEPTUAGESIMA: «Este tiempo comprende las tres semanas que preceden a la Cuaresma y que sirven de preparación inmediata a aquel tiempo de penitencia» (P. Alfonso M.a Gubianos, Misal cotidiano de los fieles, pág. 150).

El primero es la dominica de Septuagésima.

El segundo es la dominica de Sexagésima.

El tercero es la dominica de Quincuagésima.

CUARESMA: La Cuadragésima o Cuaresma se inicia el domingo en que la Liturgia canta: invocavit me… (Me invocó y le escuché). («La leyenda dorada», op. cit., pág. 151)

«La Cuaresma es el más antiguo, el más rico y uno de los más interesantes tiempos litúrgicos. El recuerdo que domina en él es el Ayuno de Nuestro Señor en el desierto durante cuarenta días. El carácter propio de esta época es la penitencia. Para comprender bien el carácter de la liturgia de Cuaresma hay que tener presente dos elementos que han desempeñado un importante papel en su formación.

En primer lugar, que la Cuaresma era una preparación para el bautismo. En la antigüedad, el bautismo era conferido a los adultos en la noche de Pascua. Los catecúmenos se preparaban para tan solemne acto durante cuarenta días. Además, la Cuaresma era la época en que los cristianos que se habían hecho culpables de gravísimas faltas eran sometidos a una severa penitencia. La Iglesia, con todo, no los abandonaba. Al empezar la Cuartesma, cubrían su cabeza con ceniza en señal de penitencia» (Misal cotidiano de los fieles, pág. 163).

En este tiempo de Cuaresma parece destacarse una atención especial por la humildad, el ayuno y la penitencia. El Miércoles de Ceniza es quizás la expresión más destacada de esta humildad en el sentido en que parece hacernos recordar el fin de todas las cosas, cuando el sacerdote, después de haber rociado con agua bendita las cenizas, las impone a los fieles «para que sean remedio saludable», según canta la Oración de este día.

Pero, ¿cómo de un polvo tan residual puede separarse un remedio? Encontramos en la pequeña obra de Douzetemps titulada Hortulus Sacer un poema muy significativo que podemos relacionar con este tema:

«¡Oh estupor! de un tronco de árbol calcinado se saca la Sal
De la sal purificada, un agua espiritual
Que las aguas sean cocidas por el fuego; y de ello renacerá una sal…»

Y asimismo:

«El fin de todas las cosas, parece ser la ceniza Pero se dice que el fin de la ceniza es el cristal». (Douzetemps, «Hortulus Sacer», Ed. Psyché, París, 1952, pág. 23)

La palabra «humildad» procede del latín humus y significa «tierra, suelo». Así, parece que el verdadero humilde es el que posee una cierta tierra, pero también, antes de poseer, quizá haya de ser desprovisto de algo y este tiempo de Cuaresma nos lo recuerda constantemente con una insistencia especial en la práctica del ayuno. Ayunar es abstenerse de comer, lo cual nos recuerda la abstinencia de comer el fruto prohibido.

TIEMPO DE PASION: El tiempo de Pasión abarca dos semanas. La primera comienza con la dominica de Pasión y la segunda, denominada Semana Santa, empieza el domingo de Ramos y concluye en la noche del sábado al domingo de Resurrección en el cual los antiguos cristianos recibían el bautismo: toda la Cuaresma ha sido una preparación para esta Noche.

Si durante el tiempo de Cuaresma ha habido un constante recuerdo de la humildad, durante el tiempo de Pasión hay un constante recuerdo del proceso que atravesó Cristo hasta su Crucifixión, que corresponde litúrgicamente al Viernes Santo.

La importancia del tiempo de Pasión se centra básicamente en la Semana Santa que empieza el domingo de Ramos el cual procede de los primeros siglos cristianos. En él se celebra la entrada de Jesús en Jerusalén, acto que es relatado en la lectura del Evangelio del Domingo de Resurrección (Mateo XXI-1 a 9). Jesucristo entra en la ciudad santa sentado sobre una asna acompañada de su pollino.

«Es digna de atención la ceremonia que se practica al final de la procesión de las palmas y que consiste en la entrada de Jesucristo en el Templo. Las puertas del Templo se cierran, quedando fuera la procesión. El clero y los fieles que la integran golpean con el extremo de una cruz las puertas del Templo, que se abren al instante, simbolizando la apertura de las puertas del Reino de Dios» (Misal cotidiano de los fieles, pág. 299).

Este Tiempo atrae nuestra atención sobre un profundo misterio, el Misterio de la Cruz: ésta es la figura a la cual parece remitirnos el Salvador, pues así se dispone al final de la pasión en el Gólgota.

Pero es de señalar que la figura de un hombre en forma de cruz ha sido la base para la construcción de los templos, principalmente en la tradición cristiana. La cruz se asimila, pues, a la medida del Hombre en base a la cual se construye el Templo; y precisamente con ella se abren sus puertas, y no para albergar a los muertos, sino al Viviente.

Así la Cruz no es un signo de muerte sino de Vida, de Regeneración al estado primordial Adámico, pues anuncia la Resurrección. No es casualidad que en la iconografía cristiana esté representada en muchas ocasiones una calavera a los pies de la Cruz recibiendo la sangre de Cristo:

«Muchos espíritus débiles se paran en la muerte del Señor y no conciben claramente su resurrección gloriosa. Son sinceros, pero también son siniestros en extremo.

Debemos seguir al Señor más allá de la muerte, sobre la cruz del mundo, hasta la Resurrección gloriosa y hasta la coronación celeste. ¿Está claro?» (Louis Cattiaux, «El Mensaje Reencontrado», XXV, 19 y 19. Ed. Sirio, Málaga, 1987).

TIEMPO PASCUAL: Este tiempo está fijado por la fiesta de Pascua que tiene lugar el domingo después de la luna llena posterior al 20 de marzo entre las fechas extremas del 20 de marzo y el 25 de abril.

Pascua, del latín Pascha y a su vez del griego bíblico Paskha, y asimilada al hebreo Pesaj, originariamente designaba a la fiesta judía que conmemoraba la salida de Egipto, señalada por la inmolación del cordero pascual. Posteriormente, la fiesta cristiana conmemoraría la resurrección de Jesucristo que había coincidido con la Pascua judía. La palabra hebrea Pesaj significa pasaje. Es el paso del ángel exterminador durante la salida de Egipto (Éxodo, XII, 1 a 27) celebrado el 14 del Mes de Nisan. El principio del año hebreo se sitúa en el mes de Nisan, como nos indica el texto del Exodo: «Este mes será cabeza de los meses: éste será para vosotros el primer mes del año» (Éxodo, XII, 2).

Todas las fiestas precedentes carecerían de objeto sino tuviera lugar la resurrección de Jesucristo, cuya solemnidad se celebra en la liturgia cristiana, el domingo de Resurrección.

Resucitar procede de una palabra latina formada por re y suscito. Re es una partícula que significa «de nuevo» y puscito es una palabra formada por subs y cito. Subs significa «debajo», pero también puede asimilarse a susque deque que significa «de abajo arriba» (subs) como de arriba abajo (de). Y cito significa «poner en movimiento» (con fuerza), «hacer venir, llamar o entonar en voz alta». Cito es también frecuentativo de cieo que significa «poner en movimiento, emitir sonidos».

Dentro del Tiempo Pascual hay que señalar la fiesta de la Ascensión del Señor y la Dominica de Pentecostés.

Ascensión, palabra latina compuesta de ad y scando significa «subir hacia» y Pentecostés, de origen griego, significa el quincuagésimo día. Esta festividad celebra la venida del Espíritu Santo 50 días después de la resurrección del Señor.

La Epístola del día de la Ascensión (Act. I-1 al 11) describe el sentido de estas fiestas, quizá especialmente en los pasajes siguientes:

«Este mismo Jesús que ha sido quitado de entre vosotros para ser elevado al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo» (Actos de los Apóstoles, I,5).

«Porque Juan en verdad bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo de aquí a no muchos días» (Actos de los Apóstoles, I,11).

Es quizás en este momento, cuando el Sol ha llegado a su plenitud, cuando todo vuelve a empezar; curiosamente, como ya hemos observado, en el Solsticio de Verano se celebra la fiesta de San Juan Bautista, el Precursor, precisamente porque bautiza, en cierta manera porque inicia, paso obligado para obtener la plenitud del Misterio Crístico.

Acaso, ¿no sería este Bautizo de Agua el Don de la Virgen Celestial que como guía conducirá a los Reyes Magos hasta la tangibilidad de Nuestro Señor?