Acabo de pronunciar en latín una palabrita que hoy se lee en la Epístola la podemos aplicar a San Agustín y a cualquier alma buena (y) santa: (muestra) cómo se asemejan a un recipiente de oro que es firme y durable y encierra en sí la nobleza de todas las piedras preciosas (Eclesiástico 50, 10). Se debe a la nobleza de los santos el que no sea posible caracterizarlos con una sola comparación; por eso se los compara con los árboles y el sol y la luna. Y así se parangona aquí a San Agustín con un recipiente de oro que es firme y durable y encierra en sí la nobleza de todas las piedras preciosas. Y lo mismo puede decirse, conforme a la verdad, de cualquier alma buena (y) santa que ha renunciado a todas las cosas y las toma allí donde son eternas. Quien deja las cosas en cuanto son accidentes, las posee allí donde son eternas y substancia pura. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XV 3
Cualquier recipiente tiene dos características: recibe y contiene. (Los) recipientes espirituales y (los) recipientes materiales son distintos. El vino se halla en el barril, (mas) el barril no se encuentra en el vino, y éste tampoco está en el barril, es decir, en las duelas; pues si estuviera en el barril, o sea, en las duelas, no se lo podría beber. ¡Muy distintas son las cosas con respecto al recipiente espiritual! Todo cuanto se recibe ahí, está dentro del recipiente, y el recipiente se halla en ello, y ello es el recipiente mismo. Todo cuanto recoge el recipiente espiritual es de su naturaleza. La naturaleza de Dios consiste en entregarse a toda alma buena, y la naturaleza del alma consiste en recibir a Dios; y esto se puede afirmar con miras a lo más noble que el alma es capaz de realizar. Ahí, el alma lleva la imagen de Dios y es igual a Dios. No puede haber imagen sin igualdad, pero sí puede haber igualdad sin imagen. Dos huevos son igualmente blancos y, sin embargo, uno no es la imagen del otro; pues aquello que ha de ser la imagen de otro, debe haber surgido de su naturaleza (la del otro) y haber nacido de él y ser igual a él. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XV 3
Por lo dicho se deben entender tres cosas. Primero: la inferioridad de la naturaleza angelical. Segundo: el hecho de que él (es decir, el ángel) se considera indigno de llamar a la Madre de Dios por su nombre. Tercero: el que no hablara sólo para ella, sino para una gran muchedumbre: para cualquier alma buena que anhela (poseer) a Dios. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXII 3
Digo yo: Si María primero no hubiera dado a luz espiritualmente a Dios, Él nunca habría nacido físicamente de ella. Una mujer le dijo a Nuestro Señor: «Bienaventurado es el seno que te llevó». A lo cual contestó Nuestro Señor: No sólo es bienaventurado el seno que me llevó; «bienaventurados son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la guardan» (Cfr. Lucas 11, 27 y 28). Para Dios tiene más valor nacer espiritualmente de cualquier virgen o (=quiere decir) de toda alma buena, que haber nacido corpóreamente de María. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXII 3