Agostinho Imortalidade da Alma III

Agostinho de Hipona — A Imortalidade da Alma
III La substancia viva y el alma, que no es susceptible de cambio, aún siendo de algún modo capaz de cambiar, es inmortal.

3. Hay un poder propio de la permanencia y toda permanencia es inmutable, y todo poder puede hacer algo, ni cuando no hace nada deja de ser un poder. Además toda acción consiste en recibir un movimiento o en causarlo. Luego, o no todo lo que recibe el movimiento, o ciertamente no todo lo que lo causa es mudable. Pero todo lo que es movido por otro y no se mueve a sí mismo es algo mortal. Y nada mortal es inmutable.

De ahí se puede concluir con certeza y sin alternativa alguna que no todo lo que causa movimiento se cambia. Mas no hay movimiento posible sin una sustancia: toda sustancia vive o no vive, pero todo lo que no vive carece de alma y sin alma no existe acción alguna. Luego, aquel ser que causa el movimiento sin perder su inmutabilidad es necesariamente una sustancia viviente. Esta sustancia pone el cuerpo en movimiento a través de todos los grados. En consecuencia, no todo lo que mueve el cuerpo es mudable.

Pero si el cuerpo no se mueve sino según el tiempo y en esto consiste el moverse más despacio y más rápidamente, síguese que existe, pues algo que mueve en el tiempo, y sin embargo no se cambia.

Ahora bien, todo lo que mueve el cuerpo en el tiempo, aunque tienda a un único fin, sin embargo no puede realizarlo todo a la vez, ni puede tampoco evitar de hacer muchas cosas: en efecto no puede hacer, — ya se trate de cualquier agente — que sea perfectamente uno lo que puede dividirse en partes, o de lo contrario se daría un cuerpo sin partes o un tiempo sin intervalo de pausas; ni tampoco que pueda pronunciarse la sílaba más corta de la que no se oiga entonces el fin, cuando ya no se oye el comienzo. Luego, lo que se comporta así exige la previsión para que pueda llevarse a cabo y la memoria para que pueda ser aprehendido en la medida posible. La previsión es para las cosas que serán, la memoria para aquellas que pasaron. Pero el propósito de obrar es propio del tiempo presente, a través del cual lo futuro pasa a ser pretérito; y no se puede esperar sin ninguna memoria el fin del movimiento de un cuerpo que ha sido iniciado. En efecto, ¿cómo se podría esperar el fin de un movimiento si no se recuerda que ha comenzado, o ni siquiera que tal movimiento existe? Además, el propósito de llevar a cabo algo, que es presente, no puede existir sin que se tenga en vista la obtención del fin que es futuro: no existe nada que todavía no existe, o que ya no existe. Puede, por consiguiente, haber en una acción algo que pertenece a aquellas cosas que aún no son y, simultáneamente, puede haber muchas cosas en el agente, aún cuando no puede llevar a término muchas a la vez. Luego, puede haber también en el que mueve, cosas que no se pueden encontrar en el que es movido. Pero las cosas que no pueden existir simultáneamente en el tiempo y que sin embargo pasan del futuro al pasado, están necesariamente sometidas al cambio.

4. De aquí concluimos en seguida que puede haber algún ser que, causando el movimiento en las cosas mudables, no se cambia. En efecto, ¿quién podría dudar de la legitimidad de la conclusión toda vez que no varía el propósito del agente de llevar al término que se propone el cuerpo que pone en movimiento, cuando este cuerpo del que algo se hace, cambia a cada instante por este mismo movimiento, y puesto que aquel propósito de obrar, que permanece inmutable como es evidente, no sólo mueve los brazos del obrero, sino también la madera o la piedra que están sujetos al artífice? Pero no del hecho que el alma cause el movimiento y produzca los cambios en el cuerpo y que ella se proponga estos cambios se está en derecho de pensar que también el alma cambia y que por esto está sujeta a la muerte. Ella, pues, puede unir en este su propósito el recuerdo del pasado y la previsión del futuro, cosas que no pueden darse sin la vida. Aunque la muerte no puede acaecer sin el cambio y ningún cambio sin el movimiento, sin embargo no todo cambio produce la muerte ni todo movimiento realiza un cambio. En efecto, es lícito decir que nuestro propio cuerpo en cada una de sus acciones recibe un gran número de movimientos y que evidentemente cambia por la edad: con todo no se puede decir que ya ha muerto, esto es, que está sin vida. Luego también permítasenos concluir que el alma tampoco es privada de la vida, aunque tal vez por el movimiento le acaezca algún cambio.