Agostinho Dois Nascimentos

Agostinho de HiponaSermão 140
La encarnación de Cristo se efectuó con su «nacimiento»; pero éste era un concepto que necesitaba de una exacta puntualización. Dos eran de hecho los «nacimientos» del Hijo de Dios: el primero en la eternidad cuando había sido engendrado por el Padre, y el segundo en el tiempo cuando había sido dado a luz por la Virgen María. Sobre este tema es alentador leer el desarrollo -incisivo por lo que se refiere al pensamiento, amplísimo en cuanto concierne a sus horizontes y exquisito en la forma- que le diera san Agustín en el Sermo CXL, 2 (ML XXXVIII, 773-774):

Tened firme y fija esta idea, si queréis continuar siendo católicos, que Dios Padre engendró a Dios Hijo sin tiempo y que lo hizo de la Virgen María en el tiempo. Aquel nacimiento trasciende los tiempos, éste en cambio los ilumina. Sin embargo una y otra natividad son maravillosas: aquélla es sin madre, ésta sin padre. Cuando Dios engendró al Hijo, lo engendró de sí, no de una madre; cuando la madre engendró al Hijo, lo engendró virgen, no de hombre. Del Padre nació sin principio, de la madre ha nacido hoy con un principio bien determinado. Nacido del Padre nos creó, nacido de la madre nos recreó. Nació del Padre para que existiéramos, nació de la madre para que no pereciéramos. El Padre, además, lo engendró igual a sí y todo lo que el Hijo es lo tiene del Padre; pero en cambio lo que Dios Padre es, no lo tiene del Hijo; por tanto, decimos que Dios Padre no proviene de nadie, que Dios Hijo proviene del Padre. Por esto, todo cuanto el Hijo realiza de modo maravilloso, todo cuanto dice de modo verdadero lo refiere a aquel de quien ha recibido el ser y no puede ser ninguna cosa diversa de aquel de quien ha recibido el ser. Adán fue hecho hombre: habría podido ser una cosa diversa de lo que fue hecho; tanto es así que fue hecho justo y podía haber sido injusto. En cambio, el Unigénito Hijo de Dios, lo que es, no puede ser cambiado: no podía ser cambiado en otra cosa, no puede ser disminuido, no puede no ser lo que era, no puede no ser igual al Padre. Pero ciertamente aquel que dio todo al Hijo en el acto del nacimiento, no se lo dio estando en situación de indigencia; sin duda, el Padre dio al Hijo también su misma igualdad con el Padre.

Y, ¿cómo se la dio el Padre? ¿Acaso lo engendró inferior y le añadió después algo hasta elevarlo a su norma constitutiva para hacerlo igual? Si hubiera hecho esto, se lo habría dado hallándose en un estado de indigencia. Pero ya os he dicho cuál es la idea que debéis tener firmemente, a saber, que todo aquello que es el Hijo se lo dio el Padre, pero en el momento de nacer, no mientras se hallara en un estado de indigencia. Si se lo dio en el acto del nacimiento, y no hallándose en un estado de indigencia, le dio sin duda la igualdad y, dándosela, lo engendró igual. Y por más que aquél sea una persona y éste otra (licet alius sit ille, alius iste), no es verdad que aquél sea una cosa distinta de éste (non tamen aliud est ille, aliud iste): sino que lo que es aquél es también éste. No es verdad que la persona que aquél es sea la misma que éste es, pero es verdad que lo que aquél es éste también lo es.