Epigramas I 11-20

O PEREGRINO QUERUBÍNICO — LIVRO I — EPIGRAMAS 11-20

I, 011: Dios está en mí, y yo en Él.
DIOS es en mí el fuego, y yo en Él el brillo:
¿no somos íntimamente comunes uno al otro?

I, 012: Hay que lanzarse más allá.
HOMBRE, si lanzas tu espíritu más allá del tiempo y el lugar,
puedes estar en la eternidad a cada instante.

I, 013: El hombre es eternidad.
YO mismo soy eternidad, cuando abandono el tiempo,
y me recojo en Dios, y a Dios en mí.

I, 014: Un cristiano tan rico como Dios.
SOY tan rico como Dios, no puede haber grano de polvo,
que (créeme, hombre) no tenga yo en común con Él.

I, 015: La Sobre-deidad.
LO que se ha dicho de Dios, aún no me basta:
la Sobre-deidad es mi vida y mi luz.

I, 016: El amor obliga a Dios.
SI Dios no quiere llevarme por sobre Dios,
yo voy a obligarlo con mero amor.
(a) Vid. no. 7.

I, 017: Un cristiano es hijo de Dios.
YO también soy hijo de Dios, Él me tiene a mano:
su espíritu, su carne y su sangre, le son conocidos en mí.

I, 018: Me igualo a Dios.
DIOS me ama por sobre sí: si yo lo amo por sobre mí,
le doy tanto, como Él me da de sí.

I, 019: El bienaventurado silencio.
¡CUÁN bienaventurado es el hombre, que no quiere ni sabe!
(Nota) que no da a Dios (compréndeme bien), elogio ni alabanza.
(Nota) Se trata aquí de la Oración de silencio, sobre la cual cf. Maximil. Sandæus, Teol. Mística, libro 2, com. 3.

I, 020: La beatitud depende de ti.
HOMBRE, tú mismo puedes tomar tu beatitud:
si sólo a ello te dispones y decides.