Antonio Orbe – Parábolas Evangélicas em São Irineu
Orígenes pertenece a los clásicos comentaristas de la parábola. He aquí cómo la presenta en la homilía 34 sobre Lucas (vide Origène — Homélies sur saint Luc — Homélie XXXIV — Qui est mon prochain ?).
La impostación tiene sus particularidades. Causa maravilla que el doctor de la Ley diera a entender con su pregunta («¿Y quién es mi prójimo ?») que a nadie reconocía — tomado en sentido obvio — por prójimo.
Veo dos aspectos posibles: a) según el doctor, nadie se comportaba con él como prójimo, y sí todos como ajenos; b) no había — en toda su generalidad — prójimos (no solamente «prójimos» de él, sino de nadie). Más me atengo al primer significado. El doctor de la Ley creía no estar obligado al precepto del amor al prójimo por no sentirse igual de nadie: como si sólo le obligara el amor de iguales.
La parábola venía a demostrarle que se es prójimo de todos los hombres, aunque nadie demuestre serlo con uno. El sacerdote y el levita no supieron ser prójimos de un consanguíneo, mientras lo fue el samaritano con un extraño. Todo el que necesita ayuda es prójimo de los demás. Y viceversa.
Antes de ofrecer su propia exégesis, transcribe Orígenes la de un presbítero que no nombra.
Orígenes aprueba, en el fondo, tal comentario.
Muchos elementos tiene de común con la exégesis del “Quis dives salvetur” (Clemente de Alexandria): algunos en forma explícita, otros implícitamente; ninguno incompatible. Helos aquí brevemente:
a) Elementos comunes en forma explícita: 1) ladrones: en QDS, «los príncipes tenebrosos de este mundo»; en el «presbítero» (= Pr.), «las potestades contrarias» («contrarias fortitudines»); 2) el samaritano: en QDS, «el Salvador», Jesús; en Pr., «Cristo, Salvador»; 3) el mesonero: en QDS, «los ángeles y principados y potestades (buenas)»; en Pr., «el jefe de la Iglesia» (= el ángel prepuesto a la Iglesia).
b) Elementos comunes implícitos: 1) Jerusalén = paraíso, impl. en QDS; 2) Jericó = mundo sensible, debajo del paraíso, impl. en QDS; 3) heridas = desobediencia: Pr. se fija en la primera fundamental herida-la transgresión de origen-del protoplasto Adán, mientras QDS en las consecuencias del delito de Adán sobre el género humano. De donde herida primordial = desobediencia (de Adán); heridas consecuentes = «temores, concupiscencias, iras, tristezas, engaños, placeres» (QDS) del género humano; 4) el hombre (malherido): en QDS los hijos de Adán; en Pr., Adán; 5) el mesón: en QDS, sólo implícitamente la Iglesia, donde tiene lugar la economía «in fieri» o servicio del hombre por los ángeles; 6) la vuelta del samaritano, en Pr. simboliza la segunda parusía del Salvador; en QDS implícitamente, previa al galardón de los ángeles.
c) Elementos no explícitos ni implícitos, pero compatibles y aun complementarios: 1) propios de QDS: el simbolismo del vino (sangre de Cristo), del aceite (misericordia divina de Cristo), su eficacia (de remisión absoluta del pecado y secuelas), de las vendas (caridad, fe, esperanza), del galardón prometido al mesonero (liberación angélica de la vanidad del mundo); 2) propios de Pr.: el simbolismo del sacerdote (la Ley mosaica), del levita (los Profetas), del jumento (el cuerpo de Cristo), de los dos denarios (el Padre y el Hijo).
¿Hay en la exégesis del «presbítero», recogida por Orígenes, un solo elemento incompatible con la del QDS de Clemente? Ambas se completan muy bien. Su armonía hace plausible la identidad «presbítero» = Clemente Alejandrino. Cabe, no obstante, el recurso a Panteno, fuente común de Clemente y de Orígenes, y a otros.
Los elementos exclusivos del Pr. apenas requieren análisis.
El sacerdote que pasó de largo simbolizaba a la ley mosaica. Pr. no justifica el simbolismo. QDS, en cambio, sin quererlo, le declara. El sacerdote no se detuvo a curar las heridas de Adán (y del género humano), porque, símbolo de la ley mosaica, era incapaz de hacerlo. «De tales heridas-nos decía QDS 29 — es único médico Jesús, cortando totalmente de raíz las pasiones, y no como la ley, que sólo corta los efectos, los frutos de las plantas perversas». El «presbítero» continúa la trayectoria de San Pablo. La ley no justifica ni remite el pecado de Adán. Sólo Cristo, con su sangre y obediencia, quita los pecados del mundo, justificando al hombre (resp. alma) herido y otorgándole la salud definitiva.
El levita, que tampoco se detuvo, simbolizaba a los profetas. La razón es la misma. Ni la Ley ni los Profetas son capaces de remitir el delito de Adán y sus consecuencias.
Sólo Cristo se presentaba — según QDS 28 — con los remedios necesarios a la curación del hombre malherido: aceite, vendas, jumento, dinero…
«Animal corpus Domini», dice Pr. El jumento en que venía el samaritano simbolizaba el cuerpo, la humanidad del Señor. Caballero en la humanidad, venía el Verbo, unigénito del Padre, según simbolismo no infrecuente.
El buen samaritano descendía no de Jerusalén (resp. el paraíso), como el herido, sino del seno del Padre. Y bajando al seno virginal de María se había sentado — como en jumento — en la carne humana para cabalgar por los caminos del exilio. Jinete en su carne, traía vino — la sangre que, mirando a la pasión, se apropió en el seno de la Virgen — para derramarlo sobre las heridas del género humano. He ahí la doble vertiente del extraño simbolismo (animal corpus Domini), donde el Señor dice el Unigénito, y el cuerpo su humanidad, y ambos el misterio de comunión personal, medio indispensable para sanarle al malherido.
«Porro doos denarios Patrem et Filium intellegi». El Pr. no declara más el simbolismo. Son denarios ofrecidos por el Salvador al ángel o jefe de la Iglesia (resp. a los ángeles). Destinados a galardonar el servicio de los ángeles en bien de Adán y de sus hijos, no deben confundirse con el denario de la parábola de los obreros (Mt 20,8), símbolo de la vida eterna.
Hay que distinguir, pues, entre el salario único — un denario — que en el día de la retribución pagará al hombre el ángel de la Iglesia, deputado por Dios para servicio nuestro, y el galardón — dos denarios — con que el Salvador retribuye el servicio del mismo ángel de la Iglesia (resp. de los ángeles, servidores del género humano) a favor de Adán y sus hijos.
Indicamos — a propósito de la parábola de los obreros de la viña — por qué a los hombres se les otorgará un solo denario.
¿Hay modo de saber por qué ahora al mesonero (al ángel de la Iglesia y a sus satélites) se le retribuye con dos ?
A ningún ángel se le retribuye como al hombre, a cuyo servicio está. La vida eterna es moneda gratuita sólo prometida al hombre, como salus hominis. No es moneda, debida ni gratuita, prometida a ángel alguno: ni al jefe ni a los subalternos.
El «presbítero» indica su simbolismo. Los dos denarios simbolizan, en la parábola del samaritano, el conocimiento «sui generis» del Padre y del Hijo que el Salvador promete a los ángeles en premio a su diaconía del hombre. Son dos denarios, porque serán levantados -en forma gratuita — al conocimiento del Padre y del Hijo a que alude el Salvador en Mt 11,27. A partir de la consumación final, los ángeles buenos tendrán, por gracia de Cristo, un conocimiento — indebido a su naturaleza — del Padre y del Hijo; participarán en la gnosis que del Padre tiene el Hijo, y en la que del Hijo tiene el Padre. Tal gnosis, a nivel tal vez inferior a la vida eterna del hombre, librará a los ángeles de la servidumbre al mundo, que se les dejaba sentir a lo largo de la economía terrena de los hombres.
La exégesis del «presbítero» se presenta en forma esquemática, pero sin titubeos, como expresión de un pensamiento maduro. La de Orígenes continúa su línea. Mucho más amplio, y en conformidad con sus ideas personales, origeniza elementos de tradición alejandrina.
Es demasiado clara para merecer aquí el análisis que las anteriores. Elemento de impostación para las noticias de Ireneo, bastará transcribirla con algunas acotaciones.
Las páginas origenianas se prestan a un desarrollo espléndido. Tocan la mayor parte de los puntos recogidos por la tradición siguiente. En general, su pensamiento es claro.
*Algunos matices se descubren mejor en otros pasajes. Véase sobre el Descenso del Logos (samaritano) C. Cels. IV 15s, y también III 61 s (con tendencia a exagerar la eficacia del Logos en cuanto tal). Sobre la caridad y el prójimo, Prol. in Cant. Cant. (PG 13, 69Css). Es de interés, aunque con manifiestas contaminaciones, el fragmento (Lc 10,30ss) asignado por las Cadenas al Alejandrino (fragm.71; Rauer2 168): «Describiremos, pues, en breves palabras la inteligencia de la parábola. El hombre se aplica a Adán, o a lo relativo al hombre y su vida primera y la bajada mediante la transgresión. Jerusalén (aplícase) al paraíso o a la superior Jerusalén. Jericó al mundo. Los ladrones a las potencias (energeias) adversas, ora sean los demonios, ora los falsos maestros que vienen antes de Cristo. Las heridas a la desobediencia y los pecados. Y el expolio de los vestidos al desnudamiento de la incorruptela e inmortalidad y privación de toda virtud. Y lo de abandonar al hombre medio muerto indica que la muerte se apodera a medias de la (humana) natura, por ser inmortal el alma. El sacerdote (se aplica) a la ley. El levita al oráculo (y coro) profético. El samaritano a Cristo, que lleva la carne tomada de María. El jumento al cuerpo de Cristo. El vino a la palabra que enseña y corrige. El óleo a la palabra de condescendencia y misericordia o compasión. El mesón a la Iglesia. El mesonero a los apóstoles y a los sucesores de éstos, obispos y maestros de la Iglesia, o bien a los ángeles que presiden a la Iglesia. Los dos denarios a los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo, o bien al amor para con Dios y para con el prójimo, o bien al conocimiento sobre el Padre y el Hijo. La vuelta del samaritano significa la segunda manifestación de Cristo».
Basta haberlas aducido por entero como punto de referencia para la exégesis de San Ireneo. Tampoco es preciso adentrarse más en la antigüedad cristiana. Para caracterizar los elementos exegéticos de San lreneo sobran Clemente (en Quis dives salvetur), el «presbítero» preorigeniano y Orígenes.