Maurice Nicoll — O HOMEM NOVO
Las otras dos parábolas son otra vez relativas a la selección, pero se refieren a la selección interior. Y aquí advertimos que se utiliza la idea de compraventa. Para comenzar en este nivel personal, comprar significa tomar y vender significa desprenderse de algo.
“Además, el reino de los cielos es semejante al tesoro escondido en el campo; el cual hallado, el hombre lo encubre, y de gozo de ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo. También el reino de los cielos es semejante al hombre tratante que busca buenas perlas; que hallando una preciosa perla, fue y vendió todo lo que tema y la compró.” (Mat. 44-46.)
Estas dos parábolas se refieren al individuo. Tratan acerca de lo que éste debe llevar a cabo en lo interior, en sí mismo, a fin de ganar el reino de los cielos. Tiene que convertirse en un buen comerciante, en un buen mercader, y saber qué comprar y qué vender. Ahora bien; ¿de qué debe el hombre desprenderse principalmente? ¿Qué es lo que debe ofrecer antes de poder adquirir? En Lucas (XVIII, 22) se relata que cuando el príncipe rico preguntó a Cristo qué era lo que tenía que hacer para heredar la vida eterna, o sea para alcanzar el reino de los cielos o el nivel de un hombre plenamente desarrollado, Cristo le dijo:
“Vended lo que poseéis”. ¿Qué es lo que se debe vender? ¿De qué debe uno desprenderse? En la segunda instancia de lo ya referido, Cristo informa a sus discípulos de qué deben despojarse, y esto es la ansiedad. Les dice que nada podrán hacer en tanto estén sujetos a la “ansiosa perplejidad”, lo que literalmente en griego significa “tener una mente dividida”. Les dice:
“¿Y quién de vosotros podrá con afán añadir a su estatura un codo? Pues ni podéis aún lo que es menos, ¿para qué estaréis afanosos de lo demás? .. Mas procurad el reino de Dios y todas estas cosas os serán añadidas” (estas cosas por las cuales sufrís ansiedad). (Luc. VII, 25, 26, 31.) Aquí vemos algo que el hombre tiene que vender a fin de poder adquirir la perla o el tesoro. Tiene que vender, o sea desprenderse de algunos de los aspectos de sí mismo, y vendiéndolos puede ganar lo suficiente para comprar aquello que más valoriza. La idea que se expresa en estas dos parábolas no puede ser algo claro para uno a menos que se comprenda que a fin de poder evolucionar hacia el reino de los cielos el hombre debe, antes que nada, despojarse de ciertas cosas en sí mismo. Tiene que venderlas, lo que significa que tiene que renunciar de un modo definitivo a ellas. Únicamente así puede hacer lugar para aquello que es nuevo, sólo en esta forma puede obtener los medios para poder comprar, o sea tomarse a si mismo como algo propio. De suerte que desprendiéndose de muchas ideas erradas, de diversas maneras de pensar y sentir, de muchas ansiedades inútiles, etc., vendiéndolas, el hombre se encuentra en una situación como para adquirir lo que verdaderamente valoriza. No puede comprar nada nuevo a menos que, primero y antes que nada, venda, y a través de esta “venta” obtenga el “dinero” para poder comprar. En las dos parábolas citadas, el mercader y los hombres que encontraron el tesoro se representan como individuos que vendieron todo lo que tenían antes de obtener lo que de veras valorizaban.