Maurice Nicoll — O HOMEM NOVO
EL BUEN SAMARITANO
Puede, hasta cierto punto, aducirse que cuando hace frío y echamos otro trozo de leña al fuego, estamos pidiendo el Bien.
No esperamos ninguna recompensa fuera del Bien mismo de la acción. Pero nada hay más difícil de entender que el significado de obrar desde el Bien en el sentido en que lo presentan los Evangelios, aun cuando su significado es tan práctico y tan libre de sentimentalerias como el acto de echar un trozo más de leña al fuego. Fácil es asir el significado de obrar desde la Verdad. Pero, en sí misma, la Verdad es inmisericorde; y aquellos que únicamente actúan desde la Verdad son capaces de causarle los peores daños al prójimo.
Echemos un vistazo a la parábola del Buen Samaritano, que es la que quizá mayor efecto haya tenido sobre la humanidad. Lo que es más, ninguna otra parábola ha llegado, como ésta, a convertirse en propiedad común. Es la más conocida de todas. Se la puede entender tal cual está expuesta. La parábola del Buen Samaritano se refiere a obrar desde el Bien y no desde la Verdad. Un judío yace herido por ladrones en el peligroso camino de Jerusalén a Jericó. Pasa un sacerdote judío y pasa un levita, y ninguno de ellos le ayuda. Luego pasa un Samaritano, y aun cuando judíos y samaritanos nada tienen que ver los unos con los otros en el sentido de la Verdad, el samaritano se detiene, alivia las heridas del judío. Se da esta parábola presentando a un abogado que pretende tentar a Cristo y le pregunta qué es lo que debe hacer a fin de heredar la vida eterna.
“Y he aquí, un doctor de la ley se levantó, tentándole y diciendo: «Maestro, ¿haciendo qué cosa poseeré la vida eterna?’) Y él le dijo: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?» Y él respondiendo dijo: «Amarás al Señor tu Dios de todo corazón y de toda tu alma y de todas tus fuerzas y de todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo’». Y díjole: «Bien has respondido: haz esto y vivirás». Mas él, queriéndose justificar a sí mismo, dijo a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo? Y respondiendo, Jesús dijo: «Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Y aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, se pasó de un lado. Y asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, se pasó de un lado. Mas un samaritano que transitaba, viniendo cerca de él y viéndole, fue movido a misericordia; y llegándose vendó sus heridas echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, llevóle al mesón y cuidó de él. Y otro día al partir, sacó dos denarios y diólos al huésped, y le dijo: cuídamelo, y todo lo que de más gastares, yo cuando vuelva te lo pagaré. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó en manos de los ladrones?» Y él dijo: «El que usó con él de misericordia». Entonces Jesús le dijo: «Ve y haz tu lo mismo».” (Luc. X, 25-37.)
Obrar por compasión, obrar movido de misericordia, es hacerlo desde el Bien mismo y no por una idea de recompensa. Por sí misma la Verdad nada tiene que ver con la compasión, con la misericordia. En el nombre de la Verdad se han cometido los actos más inmisericordes y los más atroces. Por cuanto la Verdad separada del Bien no tiene nada de real en sí. No tiene nada que la contrarreste, nada que la una y le dé un verdadero ser.