Maurice Nicoll — O HOMEM NOVO
As Bodas de Caná (Jo II, 1-11)
Quiénes fueron los contrayentes de estas bodas? Adviertase que nada se dice acerca de los novios. Jesús y su Madre aparecen en lo exterior como Madre e Hijo. Pero entendiéndolo psicológicamente se trata de la unión interna entre lo natural y lo espiritual en Jesús. ¿Por qué, entonces, el maestresala no se da cuenta de lo que ha ocurrido? ¿Por qué le fue imposible comprender, al extremo de que los sirvientes ni siquiera trataron de informarle de los hechos aun cuando como siervos estaban a sus órdenes? Porque había aparecido un nuevo Amo, un nuevo Maestro. Apareció casi en secreto. También hay que tomar nota de que este nuevo Amo no le dice nada al maestresala a quien bien se le puede llamar antiguo Amo. Cuando el hombre cambia su psicología de una manera tan profunda y acabada, el Amo antiguo ya no tiene control alguno sobre ella. Y aparece un nuevo Amo, un Amo más grande. Al tener el dominio sobre el aspecto natural de si mismo, que en este caso lo representa su Madre, Jesús había logrado alcanzar un punto en el que el Amo antiguo ya no tenía poder alguno; sin embargo, éste no sabía lo ocurrido. Jesús no es el maestresala, pero nadie le comunica al Amo antiguo lo que ha sucedido. Todos guardan silencio. No hay rivalidad, hay solamente silencio. Ha tenido lugar una transformación que, de hecho, se presenta como agua convertida en vino. Pero nada ha sucedido por medio de la violencia. En ninguno de los milagros de Jesús existió saña o rivalidad. Hubo, en cambio, silencio. Jesús dijo a Pilatos que, de haber sido necesario, él, Jesús, hubiese podido invocar poderes tales que habría sido puesto en libertad. Pero no los utilizó. La violencia sólo engendra más violencia. Extraña línea de pensamiento es la que conduce a la reflexión acerca de quién o qué es el amo en uno mismo y cómo sobreponerse o, más bien, alejarse de él. No debe decirse ni hacerse nada que lo antagónico o lo inflame. Aun el propio Pilatos percibió algo acerca de Jesús; y, por su parte, el maestresala sabía apreciar el buen vino. Pero no cabe duda alguna de que éste hubiese sido un factor difícil de manejar si los sirvientes hubiesen explicado el milagro y discutido la autoridad del Amo.
Son muchas las cosas que los Evangelios dicen acerca de este silencio interior, con relación al cambio en sí mismo: es preciso que haya silencio en uno mismo: “No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha” (Mat. VI, 3). Y es que uno no podrá sobreponerse a la autoridad de lo terrenal si reacciona violentamente contra ella. Un hombre puede protestar con brusquedad contra su padre. ¿Cuántos hay que derrochan sus mejores aspectos sólo por su colérica oposición a la autoridad? Con el tiempo llegan a convertirse en aquello mismo que odian. De este modo no se puede conseguir cambio interior alguno. Pero aquí, en el lenguaje simbólico, no se representa la autoridad de la Madre de Jesús en los términos de una reacción violenta sino en la forma de cierta orden interna mediante la cual su importancia no queda destruida; más bien es algo que se utiliza correctamente. Pues ella es quien hace que el milagro sea posible al decirle a los “sirvientes” que obedezcan y efectúen cuanto Jesús les indique. Y desde que él heredó su aspecto natural y humano de ella, parece bastante claro que al haber alcanzado semejante estatura en su desarrollo interno haya también logrado una relación correcta entre su aspecto humano o natural y su aspecto superior o espiritual, de tal suerte que “ella” le obedeció a “él”. Existen ciertas disciplinas en las que este aspecto “natural” se toma como si fuese algo a lo que hay que sobreponerse por completo, permitiendo únicamente la operación del pensamiento espiritual por encima del aspecto terrenal. Semejante división del hombre o de la mujer no puede ser considerado como un ordenamiento o armonía de todas las notas que suenan en nuestro ser. Jesús, por su Madre, nació hombre. Su cometido fue el de conectar al ser humano con Dios, lo natural con lo espiritual y no dividir en opuestos lo que no son opuestos, sino diferentes niveles o gradaciones de lo mismo.
Bien puede representarse el aspecto “natural” del hombre y el aspecto más íntimo, o relativamente espiritual, como si fuesen dos figuras o dos habitaciones, una de las cuales conecta con la otra; o dos alturas, una mayor y una inferior; o dos ciudades, o de muchas otras maneras. La imaginería visual no expresa nada en sí misma. Lo que vale es sólo el significado psicológico; lo es todo porque es lo único que tiene un sentido. No son las palabras lo que da el sentido a lo que la parábola dice. Algunos sueños son parábolas puras, tal como algunos mitos antiguos y algunas leyendas. Pero lo que le da validez a todo es su significado psicológico, tanto a los mitos, como a las parábolas, a los sueños, cuentos de hadas, etc. En un nivel natural de la mente parecen no tener más sentido que el meramente literal. Pero el significado espiritual, el psicológico, no puede transmitirse directamente en palabras a la mente que se encuentra en un nivel natural. Y ésta es la razón por la que siempre ha existido otro lenguaje. Sólo aquellos que se hallan familiarizados con él pueden entender un lenguaje verbal. Pero una parábola, que representa algo visual, puede ser comprendida por cualquiera aun cuando no hable el mismo lenguaje verbal. Hay dos lenguajes; corresponden a dos profundidades o niveles del hombre.
En el lenguaje esotérico existe un término que siempre representa el cumplimiento de cierto desarrollo. Este es un término numérico. El número tres implica realización. En esta señal, la de la transformación del agua en vino, se comienza el relato diciendo que en el tercer día hicieron unas bodas. El principio, el medio y el fin forman una etapa completa. De suerte que, en términos esotéricos, el número tres es el final de algo y el comienzo de alguna otra cosa. Cuando se cumple una etapa psicológica, se inicia una nueva. Esta es el “tercer día”. Lo viejo pasa y comienza lo nuevo. O bien se trata de que el nivel superior principia a ser el activo y el inferior a obedecerle. El número tres se utiliza para representar esta situación como, por ejemplo, cuando Cristo cumplió el tiempo necesario en los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos y se elevó a los cielos. Muchos son los ejemplos de este número tres que se citan en los libros esotéricos que contiene la Biblia. Jonas estuvo durante tres días en el vientre de una ballena. Pedro negó a Cristo tres veces, o sea que lo negó completamente. Cristo le preguntó a Pedro tres veces si lo amaba. La higuera que no da fruto durante tres años debe ser cortada. Muchos son los ejemplos del número tres que indica realización, ya sea en el sentido de un comienzo o en el sentido de que algo ha devenido completo.
Toda la señal de la transformación del agua en vino se refiere al estado alcanzado por Jesús en el desarrollo de su aspecto humano, de suerte que comienza con “el tercer día”.
Tómese nota que la Madre de Jesús está en la boda; representa el antiguo nivel con el que Jesús todavía mantiene contacto, pero con el que ya nada tiene que ver. O sea que le dice al antiguo nivel de sí mismo: “¿Qué tengo yo contigo, mujer?” Para poder entender una tan ruda actitud hacia su Madre, es necesario ver otros pasajes de los Evangelios. Supongamos que un hombre llegue a cierto nivel en sí mismo, a cierto plano en el que él compadécese a sí mismo, en el que todo cuanto es patético haya sido destruido. Muchas personas consideran a Cristo como una figura patética, como a un Cristo enfermo. Esta concepción de Cristo tiene por compañera la idea de que fue tratado brutalmente y arrastrado a la cruz. Pero por cierto que todo el contenido de los Evangelios demuestra lo contrario. Los Evangelios indican que él sufrió con deliberación en la cruz. Predijo su crucifixión. Advirtió a sus discípulos diciéndoles que él tenía que padecer hasta el fin. Y cuando en el huerto de Getsemani, en su agonía, oró pidiendo que este fin fuese cambiado, llamándole una copa que tenía que apurar, dijo: “Pero hágase tu voluntad, Padre, y no la mía”. A nada conduce ver en Cristo a una figura patética. El Cristo sentimental que conocemos es una invención. Cosa bastante obvia es que fue duro en su manera de tratar a otros; ofendió a muchos, y fue también duro consigo mismo. En la escena con Pilatos se prueba que si hubiese querido hacer su voluntad hubiese podido huir. Le dijo a Pilatos: “Ninguna potestad tendrías sobre mí si no te fuese dada de arriba” (Juan XIX, 11). Jesús desempeñó deliberadamente el papel que le fue asignado y lo cumplió porque tal fue el propósito con que vino al mundo. Y lo explicó a menudo. Los discípulos no le comprendieron. Sólo cuando hubo pasado un tiempo algunos de ellos captaron la idea subyacente en todo el drama de Cristo que se había realizado ante sus propios ojos; o sea la inevitable crucifixión de un nivel superior de la Verdad a manos de quienes se encuentran en un nivel inferior. El continuo drama de la vida humana es la destrucción de la Verdad psicológica por la Verdad literal.
Jesús expresa a su Madre: “¿Qué tengo yo contigo, mujer? Aún no ha venido mi hora”. Esto sugiere que eventualmente será destruido por aquellos que la “Madre” representa en la humanidad. Debemos alejarnos por completo de cualquier significado literal, aun de cualquier figura para comprender esto. Jesús había llegado a un punto en su evolución y, en la tentación, en el que el nivel de la “Madre” escasamente tenía algo que ver con él, o sea el nivel del cual la “Madre” es el típico exponente. Este nivel ya no tiene poder, y, sin embargo, lo posee. Pero está subordinado. De suerte que Jesús cambia el agua en vino y así da la primera señal del grado de desarrollo interior que ha alcanzado. Las dos ideas están conectadas: la elevación fuera del nivel de la “Madre” y el poder resultante de convertir el “agua” en “vino”. Pero hay otra cosa bastante clara en el relato de estas bodas que representan un cuadro o retrato psicológico, y es que aun cuando Jesús había alcanzado este nuevo estado, en el cual ya no tenía nada más que ver con el anterior, éste se halla tan inmediatamente bajo de él que todavía puede ejercer cierto poder. Lo controla de tal modo que la “Madre” comprende que la obediencia es necesaria. De suerte que ella ordena a los “sirvientes” para que hagan todo cuanto Jesús les indique. Mediante este cuadro se exponen los tres niveles en Jesús: el más bajo lo representan los “sirvientes” que obedecen a la “Madre”; el del medio lo simboliza la “Madre”, y el más alto, o el superior, lo representa el nuevo nivel o estado de Jesús al cual la “Madre” obedece. Concibamos estos tres estados como si fuesen tres líneas horizontales trazadas paralelamente la una sobre la otra. La línea del medio representará, entonces, lo intermedio entre lo superior e inferior. Dicho en otra forma, esto’ indica que existe cierto y preciso orden de niveles: el más elevado, el mediano y el más bajo. El estado superior que alcanzó Jesús, y que marca el comienzo de su poder para enseñar, se define en este retrato psicológico en términos de un matrimonio, de unas bodas; o sea de cierta unión interior, de un enlace completamente distinto a la unión de Madre e Hijo, y sus consecuencias se definen representando la transformación de agua en vino.
- NICOLL — BODAS E MANDAMENTOS
- SER E CONHECIMENTO