Erígena. Metafísica da época carolíngia
4. El espíritu objetivo universal
El realismo creador del Espíritu divino en Agustín era la solución del problema de cómo el espíritu humano puede conocer los valores inconmutables en su espiritualidad sin la perturbadora interposición de su impressio en las cosas finitas. Fue Santo Tomás el primero en reconocer que esta su impressio en las cosas y su abstracción por el entendimiento agente del hombre es suficiente para un a priori ontológico en unión con el realismo creador agustiniano. Por su visión optimista del orden natural Erígena se hallaba mucho más próximo a esta actividad transcreadora del espíritu humano; pero como representante esotérico casi único de esta doctrina en su época, se arredró de atribuirla como posesión individual a cada hombre en particular. Y así, la asigna solamente a los summi ho-mines, a los paucissimi sapientes, lo que complica su doctrina acerca del espíritu que, de no ser por esto, hubiera anticipado exactamente la doctrina hegeliana del espíritu objetivo; más aún, hubiera superado quizá el naturalismo.
La fuerza creadora de imágenes del fondo primitivo, la praevvsio et praescientia del Padre, deviene, simultáneamente, en el Verbo eterno la sapientia explícita, consciente, un mundo y orden del mundo inteligibles pensados personalmente. La inconmutabilidad, el valor lógico de las estructuras vitales deben ser pensados como acción de un espíritu vivo, personal, como vita sapiens et aeterna (V, 24). Pero como entre la causa esencial y las cosas desplegadas no hay distinción real, la sapientia creatrix, el contenido ideal del espíritu creador, es al mismo tiempo la esencia de todas las sustancias. In sapientia omnia fecisti, esto es, sapientiam omniam fecisti (III, 18). ¿ Qué otra cosa son todas las cosas en sí, en su germen, más que su scientia in divino animo? (V, 27). El Todo son las cosas visibles e invisibles, las temporales y eternas, todas las primordiales causae con todos sus efectos, en los que se realiza temporal y espacialmente el ordo saeculorum y con los que se llena este mundo visible (II, 14). Mediante la producción de las ideas esenciales aparece el espíritu universal como el definidor. Para el realismo conceptual la definición es la determinación real de las cosas. La essentialis definitio completa la causa final, la perfectio de las naturalezas.
El realismo creador está concebido aquí como causa determinante de las esencias ideales, del en-sí de las cosas. El saber divino es la causa de todo lo que es. Non enim ideo deus scit ea, quae sunt, quia subsistunt, sed ideo súbsistunt, quia deus ea scit; eorum enim essentiae causa est divina scientia. Posee essentialiter el saber de todo aquello para lo que tiene naturaliter la fuerza (II, 28). Pero como no se admite distinción real entre esencia y existencia, la racionalidad de los fundamentos de las cosas en sí, de los fundamenta natu-rarum, es aquí también la determinación necesaria del espíritu creador; el sujeto del mundo se halla determinado en sí mismo por la necessitas del mundo, como objeto suyo propio. Su necesidad interna es la razón del mundo lo mismo que de su propia organización. El mundo es sólo la consecuencia de la organización interna del espíritu creador y, por ende, es en su en-sí igualmente eterno, necesario e inconmutable como aquél. La esencialidad como unidad se halla, pues, oculta por naturaleza en los fundamentos y sólo puede desplegarse mediante el desiderium naturale hacia su propio y prefijado perfeccionamiento. Así, pues, existe sustancialmente sólo un mundo necesario, óptimo y hermosísimo. En efecto, el espíritu creador no puede contemplar ni poner o crear nada malo o conmutable. Los fundamentos de todas las cosas no pueden perder la sabiduría subsistente en ellos; se hallan absorbidos en ella como genus, species e individuum (V, 14). Sólo cuando de los fundamentos brotan las sustancias segundas y de éstas a su vez sus efectos, experimentan cambio con el asalto de los accidentes en la generatio. Pero con esto comienza ya la esfera de lo fenoménico, que carece de la constancia metafísica. Antes, sin embargo, bay que estudiar todavía un ser, el hombre, que es sustancia primera y segunda y, por ende, se halla todavía ónticamente inmerso en la esfera metafísica desde la que solamente funda y conoce su ser corporal.