MESTRE ECKHART — SERMÕES — SERMÃO XVI — Dice un maestro
Dice un maestro
Dice un maestro: si faltara cualquier medio ( separador ) entre yo y el muro, entonces estaría yo junto al muro, mas no me hallaría dentro del muro. En las cosas espirituales no es así, porque una ( cosa ) siempre se encuentra dentro de otra; lo que recibe es lo que es recibido, porque no recibe nada fuera de sí mismo. Éste es ( un asunto ) sutil. A quien lo comprende ya no le hacen falta los sermones. Mas ( diré ) un poco más de la imagen del alma.
Son muchos los maestros que opinan que esta imagen ha nacido de la voluntad y del conocimiento, ( mas ) no es así; antes bien, digo que esta imagen es expresión de sí misma sin ( la ) voluntad y sin ( el ) conocimiento. Os traeré a colación un símil: que pongan un espejo delante de mí: me reflejo en el espejo, quiéralo o no, sin voluntad ni conocimiento de mí mismo. Esta imagen no proviene del espejo y tampoco proviene de sí misma, esta imagen se fundamenta más que nada en aquel de quien tiene su esencia y su naturaleza. Cuando el espejo ya no se halla delante de mí, no me reflejo más en él, porque yo mismo soy la imagen.
Otro símil más: Cuando una rama brota de un árbol, lleva tanto el nombre como la esencia del árbol. Aquello que brota es lo ( mismo ) que permanece adentro, y aquello que permanece adentro es lo ( mismo ) que brota. Así pues, la rama es la expresión de sí misma.
Lo mismo digo también de la imagen del alma: Aquello que sale es lo ( mismo ) que lo que permanece adentro, y aquello que permanece adentro es lo ( mismo ) que lo que sale. Esta imagen es el Hijo del Padre y esta imagen la soy yo mismo y esta imagen es la sabiduría. Dios sea loado por ello ahora y por siempre jamás. Amén. Quien no lo comprende ¡que no se preocupe!
Sermão XVIb — Quasi vas auri solidum ornatum omni lapide pretioso
Quasi vas auri solidum ornatum omni lapide pretioso.
Acabo de pronunciar en latín una palabrita que hoy se lee en la Epístola la podemos aplicar a San Agustín y a cualquier alma buena ( y ) santa: ( muestra ) cómo se asemejan a un recipiente de oro que es firme y durable y encierra en sí la nobleza de todas las piedras preciosas ( Eclesiástico 50, 10 ). Se debe a la nobleza de los santos el que no sea posible caracterizarlos con una sola comparación; por eso se los compara con los árboles y el sol y la luna. Y así se parangona aquí a San Agustín con un recipiente de oro que es firme y durable y encierra en sí la nobleza de todas las piedras preciosas. Y lo mismo puede decirse, conforme a la verdad, de cualquier alma buena ( y ) santa que ha renunciado a todas las cosas y las toma allí donde son eternas. Quien deja las cosas en cuanto son accidentes, las posee allí donde son eternas y substancia pura.
Cualquier recipiente tiene dos características: recibe y contiene. ( Los ) recipientes espirituales y ( los ) recipientes materiales son distintos. El vino se halla en el barril, ( mas ) el barril no se encuentra en el vino, y éste tampoco está en el barril, es decir, en las duelas; pues si estuviera en el barril, o sea, en las duelas, no se lo podría beber. ¡Muy distintas son las cosas con respecto al recipiente espiritual! Todo cuanto se recibe ahí, está dentro del recipiente, y el recipiente se halla en ello, y ello es el recipiente mismo. Todo cuanto recoge el recipiente espiritual es de su naturaleza. La naturaleza de Dios consiste en entregarse a toda alma buena, y la naturaleza del alma consiste en recibir a Dios; y esto se puede afirmar con miras a lo más noble que el alma es capaz de realizar. Ahí, el alma lleva la imagen de Dios y es igual a Dios. No puede haber imagen sin igualdad, pero sí puede haber igualdad sin imagen. Dos huevos son igualmente blancos y, sin embargo, uno no es la imagen del otro; pues aquello que ha de ser la imagen de otro, debe haber surgido de su naturaleza ( la del otro ) y haber nacido de él y ser igual a él.
Toda imagen tiene dos cualidades: una consiste en que recibe su ser en forma inmediata, espontánea, de aquello cuya imagen es, pues tiene natural salida y brota de la naturaleza como la rama del árbol. Cuando el rostro se ubica delante del espejo, tiene que ser reflejado por él, quiéralo o no. Mas, la naturaleza no se configura en la imagen del espejo; pero sí la boca y la nariz y los ojos y toda la formación del rostro, éstos sí se reflejan en el espejo. Mas Dios se ha reservado para sí solo -cualquiera que sea la cosa en la cual refleja su imagen- que allí refleje de una sola vez y espontáneamente la imagen de su naturaleza y de todo cuanto Él es y que puede realizar, porque la imagen le fija una meta a la voluntad, y la voluntad sigue a la imagen, y la imagen es la primera en emanar de la naturaleza y atrae hacia su interior todo cuanto pueden realizar la naturaleza y el ser; y la naturaleza se derrama por completo en la imagen y, sin embargo, permanece totalmente en sí misma. Porque los maestros no ubican la imagen en el Espíritu Santo sino en la persona del medio, ya que el Hijo constituye el primer efluvio violento desde la naturaleza; por eso se llama propiamente una imagen del Padre, pero no es así con el Espíritu Santo. Éste es solamente un florecimiento que parte del Padre y del Hijo y posee, sin embargo, una sola naturaleza con ambos. Y, pese a ello, la voluntad no es mediadora entre la imagen y la naturaleza; ah sí, en este aspecto ni el conocimiento ni el saber ni la sabiduría pueden ser mediadores, porque la imagen divina prorrumpe inmediatamente de la fecundidad de la naturaleza. Pero sí existe en este caso un mediador de la sabiduría, lo es la imagen misma. Por eso, el Hijo se llama en la divinidad la Sabiduría del Padre.
Debéis saber que la simple imagen divina, que está impresa en el alma en lo más íntimo de la naturaleza, se recibe inmediatamente; y lo más íntimo y lo más noble que existe en la naturaleza ( divina ), se configura por excelencia en la imagen del alma, y allí no es mediadora ni la voluntad ni la sabiduría, como dije antes: si allí la sabiduría es mediadora, entonces es la imagen misma. Allí, Dios se halla sin mediación en la imagen, y la imagen se encuentra sin mediación en Dios. Mas, Dios se halla en la imagen mucho más noblemente de lo que la imagen se encuentra en Dios. Allí, la imagen no toma a Dios en su carácter de Creador sino en cuanto ser racional, y lo más noble de la naturaleza ( divina ) se configura por excelencia en la imagen. Es ésta una imagen natural de Dios que Él imprimió de modo natural en todas las almas. Ahora bien, más que esto no le puedo conceder a la imagen; si le concediera algo más tendría que ser Dios mismo, y esto no es así porque entonces Dios no sería Dios.
La segunda propiedad de la imagen la debéis percibir en la igualdad de la imagen. Y a este respecto fijaos especialmente en dos puntos. Uno consiste en que la imagen no existe por sí misma ni está para sí misma. Así como la imagen percibida por la vista, no proviene de la vista y no tiene ( su ) ser en el ojo, sino que depende únicamente de aquello cuya imagen es y a lo que está apegado. Por eso no existe ni por sí misma ni está para sí misma, sino que proviene por antonomasia de aquello cuya imagen es, y le pertenece totalmente, y toma de ello su ser y es el mismo ser.
¡Ahora escuchadme con mucha atención! Lo que es en verdad una imagen, lo debéis notar por cuatro puntos; puede ser también que haya más. ( La ) imagen no existe por sí misma, no está para sí misma; proviene sólo de aquello cuya imagen es, y le pertenece con todo cuanto es. No pertenece a lo que es ajeno a aquello cuya imagen es, ni proviene de ello. ( La ) imagen toma su ser inmediatamente de aquello cuya imagen es, y constituye con ello un solo ser, y es el mismo ser. Al decirlo no he hablado de las cosas que han de exponerse ( exclusivamente ) en el colegio ( la universidad ); uno puede explicarlas muy bien también desde el púlpito ( cátedra sagrada ) con fines de enseñanza.
Preguntáis a menudo cómo debéis vivir. Habéis de conocerlo aquí con ( todo ) empeño. Mira: debes vivir exactamente así como acabo de decir de la imagen. Debes existir por Él y para Él y no debes hacerlo por ti ni para ti ni para nadie. Ayer, cuando llegué a este convento vi una tumba donde crecían salvia y otras hierbas, y entonces pensé: Aquí yace el querido amigo de una persona y por ello ésta quiere mucho más a este sitio. Quien tiene un amigo bien querido, ama todo cuanto pertenece a él y no le gusta lo que es desagradable a su amigo. Tomad, por ejemplo, un perro que ( no ) es ( sino ) un animal irracional. Le tiene tanta lealtad a su amo que odia todo cuanto es desagradable a su señor, y quiere a quien es amigo de su amo sin fijarse en la riqueza o la pobreza ( de aquél ). Por cierto, si hubiera un pobre ciego adicto a su amo, le tendría más amor que a un rey o emperador que fuera desagradable para su señor. Digo de acuerdo con la verdad: Si fuera posible que el perro con la mitad de su ser fuese desleal a su amo, se odiaría a sí mismo con la otra mitad.
Pero algunas personas se quejan de que Dios no les dé ni ensimismamiento ni recogimiento ni dulzura ni consuelo especial. De veras, esa gente aún anda muy equivocada; uno bien puede dejarlo pasar, mas no es lo mejor. Digo conforme a la verdad: Mientras se está configurando en tu interior algo que no es el Verbo eterno o que, desde el Verbo eterno, mira hacia fuera, por bueno que sea, realmente está mal. Por ello es un hombre justo solamente aquel que ha aniquilado todas las cosas creadas y se halla orientado en línea recta hacia el Verbo eterno, sin dirigir en absoluto las miradas hacia fuera, y que está configurado en ( el Verbo eterno ) y ( tiene ) hecha su imagen otra vez en la justicia. El hombre toma allí donde toma el Hijo y es el hijo mismo. Dice un escrito: «Nadie conoce al Padre sino el Hijo» ( Mateo 11, 27 ) y, en consecuencia, si queréis conocer a Dios, debéis no sólo asemejaros al Hijo, sino ser el Hijo mismo.
Mas, algunas personas pretenden mirar a Dios con su ( propia ) vista como miran una vaca, y quieren amar a Dios como aman una vaca. A ésta la amas por la leche y los quesos y por tu propio provecho. Así hacen todos aquellos que aman a Dios por las riquezas exteriores o por el consuelo interior; y ésos no aman a Dios como corresponde, sino que aman su propio provecho. Ah sí, digo en verdad: Todo aquello a que tú aspiras en tus pensamientos y que no es Dios en sí mismo, nunca puede ser tan bueno como para no ser un obstáculo para la suprema verdad.
Y según dije antes: Así como San Agustín es comparado con un recipiente de oro que está cerrado por debajo y abierto hacia arriba, ¡mira!, así debes ser tú: si quieres hallarte junto a San Agustín y en medio de la santidad de todos los santos, tu corazón debe estar cerrado para cuanto tiene cualidad de creado y aprehender a Dios tal como es en sí mismo. Por eso, los varones son comparados a las potencias superiores porque están todo el tiempo con la cabeza desnuda, y las mujeres a las potencias inferiores porque tienen la cabeza siempre cubierta. Las potencias superiores se hallan por encima del tiempo y del espacio y se originan inmediatamente en la esencia del alma; y a causa de ello se las parangona con los varones, ya que se mantienen siempre desnudas. De ahí que su obra sea eterna. Dice un maestro que todas las potencias inferiores del alma, en cuanto han tocado ( el ) tiempo o ( el ) espacio, han perdido en la misma medida su pureza virginal y nunca pueden ser desnudadas y cernidas tan perfectamente para que lleguen a entrar alguna vez en las potencias superiores; sin embargo, obtienen una impresión de una ( =esa ) imagen parecida.
Debes ser perseverante y firme, esto significa: debes mantenerte ecuánime en el amor y el dolor, en la dicha y la desdicha, y debes poseer la nobleza de todas las piedras preciosas, eso quiere decir, que todas las virtudes tienen que hallarse en tu interior y emanar de ti según su esencia. Tú habrás de atravesar y sobrepasar todas las virtudes y tomarás la virtud sólo en ese fondo primigenio donde es una sola con la naturaleza divina. Y cuanto más te halles unido con la naturaleza divina que el ángel, tanto más habrá de recibir él por tu intermedio. Que Dios nos ayude a que lleguemos a ser uno. Amén.