Eckhart Sermão 14

MESTRE ECKHART — SERMÕES — SERMÃO XIV — Surge illuminare iherusalem etc.
Surge illuminare iherusalem etc.
Esta palabra que acabo de pronunciar en latín, está escrita en la Epístola que fue leída en la misa. El profeta Isaías dice: «Levántate Jerusalén y elévate y llega a ser iluminada» ( Is. 60, 1 ). En este ( texto ) deben captarse tres significados. ¡Rogad a Dios por ( que os dé su ) gracia!

«Levántate Jerusalén y elévate y llega a ser iluminada». Los maestros y los santos dicen por lo general que el alma tiene tres potencias en las cuales se asemeja a la Trinidad. La primera potencia es la memoria, que significa un saber secreto y escondido; ésta designa al Padre. La otra potencia se llama inteligencia, ésta es una representación, un conocimiento, una sabiduría. La tercera potencia se llama voluntad, ( o sea ) un flujo del Espíritu Santo. En esto no queremos detenernos porque no es un asunto nuevo.

«Levántate Jerusalén y llega a ser iluminada.» Otros maestros que también dividen el alma en tres partes, dicen ( lo siguiente ): A la potencia más elevada la llaman potencia iracunda; la comparan con el Padre. Ella siempre hace la guerra y ( siente ) ira hacia el mal. La ira enceguece al alma y el amor subyuga a los sentidos ( ). La primera potencia repercute en el hígado, la segunda en el corazón, la tercera en el cerebro. Dios lleva una guerra contra la naturaleza de modo que ( ) la primera ( potencia ) no descansa nunca hasta llegar a lo más elevado; si hubiera algo más elevado que Dios, ella no querría a Dios. La otra no se contenta sino con lo mejor de todo; si hubiera algo mejor que Dios, no querría a Dios. La tercera no se contenta con nada que no sea bueno; si hubiera algo mejor que Dios, no querría a Dios. Ella no descansa sino en un bien duradero en el cual se contienen todos los bienes de modo que en él constituyen uno solo. Dios mismo no descansa allí donde Él es el comienzo de todo ser; descansa allí donde Él es fin y comienzo de todo ser.

«Jerusalén» significa lo mismo que una altura, según dije en ( el convento de ) Mergarden. A aquello que está en lo alto se le dice: ¡Desciende! A aquello que está abajo, se le dice: ¡Asciende! Si tú estuvieras abajo y yo estuviese por encima de ti, tendría que bajar hacia ti. Lo mismo hace Dios; cuando tú te humillas, Dios baja desde arriba y entra en ti. La tierra es la cosa más alejada del cielo y se ha acurrucado en un rincón y está avergonzada y le gustaría huir del hermoso cielo, de un rincón a otro. ¿Cuál sería entonces su morada? Si huye hacia abajo, llega al cielo, si huye hacia arriba, tampoco lo puede eludir, él la empuja hacia un rincón y le imprime su fuerza y la hace fecunda. ¿Por qué? Lo más elevado desemboca en lo más bajo. Una estrella que se halla por encima del sol, es el astro más elevado; éste es más noble que el sol: derrama ( su luz ) en el sol y lo alumbra, y toda la luz que tiene el sol, la ha recibido de ese astro. ¿Qué significa, pues, el que el sol no brille tanto de noche como de día? Significa que el sol por sí solo no es fuerte; el que haya una cierta deficiencia en el sol, lo percibís por el hecho de que está oscuro en un extremo, y de noche la luna y las estrellas le quitan su luz, y lo empujan hacia otra parte; entonces brilla en otra parte, en otro país. Aquel astro ( más elevado ) derrama ( su luz ) no sólo en el sol sino que ( ésta ) atraviesa el sol y todos los astros y se derrama en la tierra fecundizándola. Exactamente lo mismo sucede con el hombre verdaderamente humilde que ha echado por debajo de sí todas las criaturas y se acurruca por debajo de Dios. Dios en su bondad no deja de derramarse por completo en semejante hombre; es obligado a hacerlo necesariamente. Si quieres, pues, ser elevado y levantado, tienes que ser rebajado, ( lejos ) de la corriente de la sangre y de la carne, porque la soberbia escondida ( y ) disimulada es la raíz de todos los pecados y máculas y la siguen sólo pena y dolor. La humildad, en cambio, es raíz de todo lo bueno ( ) y lo sigue.

Dije en París, en el colegio ( =la universidad ), que todas las cosas serán concluidas en el hombre verdaderamente humilde. El sol ( en la comparación anterior ) corresponde a Dios: lo más elevado en su divinidad sin fondo, corresponde a lo más bajo en la profundidad de la humildad. El hombre verdaderamente humilde no tiene necesidad de rogar a Dios, puede mandar a Dios, porque la altura de la divinidad no pone sus miras sino en la hondura de la humildad, según dije en ( el convento de ) los Macabeos. El hombre humilde y Dios son uno; el hombre humilde tiene tanto poder sobre Dios como sobre sí mismo, y todo cuanto hay en todos los ángeles, le pertenece a este hombre humilde; lo que obra Dios, lo obra el hombre humilde, y él es lo que es Dios: una sola vida y un solo ser; y por ello dijo Nuestro querido Señor: «Aprended de mí, porque yo soy manso y humilde de corazón» ( Mateo 11, 29 ).

Si un hombre fuera verdaderamente humilde, Dios, o tendría que perder toda su divinidad y despojarse del todo de ella, o tendría que verterse y esparcirse totalmente en el hombre. Anoche pensé que la majestad de Dios depende de mi humildad; en donde yo me rebajara Dios sería enaltecido. Jerusalén será iluminada, dicen la Escritura y el profeta ( Isaías 60, 1 ). Mas yo pensé anoche que Dios debería ser des-enaltecido, no en forma absoluta sino interiormente, y esto ( =este des-enaltecimiento mediante la interiorización ) significa un «Dios des-enaltecido», lo cual me gustaba tanto que lo anoté en mi libreta. Significa pues, un «Dios des-enaltecido», no en forma absoluta sino interiormente para que nosotros fuéramos enaltecidos. Lo que estaba arriba, se convirtió en interno. Tú has de interiorizarte ( y eso ) por ti mismo en ti mismo para que Él more dentro de ti. No ( ha de ser ) que tomemos algo de aquello que está por encima de nosotros, debemos tomarlo en nuestro fuero íntimo y debemos tomarlo de nosotros en nosotros.

Dice San Juan: «A quienes lo recibieron, les dio poder de llegar a ser hijos de Dios. Quienes son hijos de Dios traen su origen ni de la carne ni de la sangre: han nacido de Dios» ( Juan 1, 12 ss. ), no hacia fuera, sino hacia dentro. Dijo Nuestra querida Señora: «¿Cómo podrá ser que llegue a ser madre de Dios?» Entonces dijo el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti» ( Cfr. Lucas 1, 34 ss. ). Dijo David: «Hoy te he engendrado» ( Salmo 2, 7 ). ¿Qué es hoy? ( La ) eternidad. Yo he engendrado eternamente, a mí ( como ) tú, y a ti ( como ) yo. Sin embargo, el hombre humilde ( y ) noble no se contenta con ser el hijo unigénito, engendrado eternamente por el Padre: quiere ser también Padre y adentrarse en la misma igualdad de la paternidad eterna y engendrar a Aquel de quien fui engendrado desde la eternidad. Según dije en ( el convento de ) Mergarden: Ahí Dios entra en lo suyo. Entrégate a Dios, entonces Dios llega a ser tuyo, tanto como se pertenece a sí mismo. Aquello que me es engendrado, permanece. Dios nunca se separa del hombre dondequiera que éste se dirija. El hombre puede separarse de Dios; por más que el hombre se aleje de Dios, Él se mantiene firme y lo espera y se le cruza en el camino antes de que él lo sepa. Si quieres que Dios sea tuyo debes ser suyo como ( lo son para mí ) mi lengua o mi mano, de modo que yo pueda hacer con ( lo mío ) lo que quiera. Así como yo no puedo hacer nada sin Él, Él tampoco puede obrar nada sin mí. Si quieres, pues, que Dios te pertenezca de tal manera, hazte propiedad de Él y no retengas en tu intención nada fuera de Él; entonces Él será el comienzo y el fin de todas tus obras así como su divinidad consiste en que es Dios. El hombre que de tal modo no pretende ni ama en sus obras nada que no sea Dios, a aquél Dios le da su divinidad. Todo cuanto obra el hombre ( ) ( lo obra Dios ) pues mi humildad le otorga a Dios su divinidad. «La luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la han comprendido» ( Juan 1, 5 ); esto quiere decir que Dios es no sólo el comienzo de nuestras obras y de nuestro ser, sino que es también el fin y el descanso para todo ser.

Que aprendamos de Jesucristo la lección de humildad, a esto nos ayude a todos Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. Deo gracias ( sic ).