cosmología

En otros términos, lo que importa desde el punto de vista “teológico” no es el juego de “causas segundas”; tampoco es incluso la cosmología tradicional y todavía menos, o más bien de ninguna manera, las hipótesis científicas que no son en el fondo más que fantasmagorías imaginarias que Satán utiliza a buen precio para el desarraigo de los espíritus: lo que cuenta es, todavía una vez más, la “relación causal” concebida como dependencia total y actual y, por así decirlo, “directa” de lo creado cara a cara con lo Increado, esta dependencia directa no excluye el juego de las “causas segundas”, pero las pone en su lugar que es “ilusorio” respecto a la Causa Primera. En el orden de la “salvación” o de la “realización espiritual”, no tengo por que “creer” en la Evolución, pero yo debo de “creer” en Dios, el Padre Todo-Poderoso, Creador del Cielo y de la Tierra. Una tal proposición sobrepasa infinitamente en su contenido afirmativo todas las cosmologías del mundo, y reduce a la nada a todas las pseudo-sintesis científicas y filosóficas. 1024 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN

Se podrá sin duda lamentar la ausencia de una cosmología tradicional, provocando así una especie de divorcio entre la teología y la ciencia; es en efecto lo que se produjo al final de la Edad Media, ya que los intentos de síntesis en el estilo de la Summa Teológica no han sido finalmente más que el “canto del cisne” del pensamiento medieval, y no han podido sobrevivir al huracán de la subversión moderna. Ciertos “apologistas” contemporáneos conscientes de los perjuicios de este divorcio, pero ilusionándose gravemente sobre las posibilidades de una “conciliación”, han intentado pseudo-sintesis en las cuales el crédito dado a las teorías evolucionistas de toda índole, corre el riesgo pura y simplemente de provocar el derrumbe de las verdades esenciales de la teología en beneficio de un enredo pseudo-intelectual y sentimental para uso de los “modernistas”, sin ningún beneficio verdadero para el mantenimiento de la verdad en el seno de un mundo en plena descomposición. En la coyuntura actual, nos parece preferible dejar a la ciencia evolucionar en su propio plano, con la condición expresa de que se mantenga en los límites estrechos de una “puesta en ecuación” del mundo material permitiendo las aplicaciones técnicas indispensables para la vida corporal de tres mil millones de insectos humanos, y que los sabios renuncien a toda pretensión filosófica. Es entonces esencial el mantener contra este maremoto el dique inmutable de una teología y de una metafísica al abrigo de todo comprometimiento, intentado recordar a la inteligencia, como acabamos de hacerlo a propósito del concepto de creación, las bases esenciales para el mantenimiento de la verdad en su pureza inalienable e intransigente. 1026 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN

Es evidente que Ciencia y Arte sacros son inconcebibles fuera de una civilización tradicional o religiosa, en la que la inspiración (celeste) solo puede venir de lo alto; en una civilización profana o antitradicional, no puede venir más que de lo bajo. Inversamente, toda civilización tradicional comporta una Ciencia sacra (una doctrina) y un Arte sacro. La doctrina comprende esencialmente la metafísica, la cosmología y la antropología y, además, las ciencias tradicionales secundarias que no son más que aplicaciones; estas aplicaciones se refieren sin embargo tanto al Arte como a la Ciencia: la medicina, la arquitectura, por ejemplo, son a la vez ciencias y artes. Es importante recordar que, en una civilización tradicional, Ciencia y Arte, doctrina y aplicaciones, son de origen no humano y no son de ninguna manera invención de los hombres, como lo creen comúnmente los historiadores y los etnólogos contemporáneos. Pero por razones a la vez cósmicas y humanas, lo que, en el origen, es de inspiración celeste o suprahumana, puede, con el devenir de los tiempos, volverse infernal o infrahumano y es la razón por la cual hemos hablado de origen «no humano». 1060 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE

La inteligencia de una obra de arte tradicional como el Pórtico Real de Chartres supone un cierto conocimiento de la cosmología tradicional de la Edad Media, totalmente ignorada por nuestro contemporáneos, y de la «teología mística»; esta a su vez exige un cierto conocimiento de la Santa Escritura, pero sobretodo una «sensibilidad espiritual» del alma evidentemente muy rara en un mundo totalmente ahogado por el materialismo y el cientifismo. 1074 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE