::-=DIONÍSIO O AREOPAGITA — DOS NOMES DIVINOS=-::
Excertos da síntese da obra de Dionísio feita por Guillermo Fraile
VIDE: NOMES DE DEUS
O CONHECIMENTO DE DEUS
Dios es absolutamente trascendente. Está por encima no sólo de los seres, sino también del mismo ser, que es la primera de las participaciones de Dios. Por esto la esencia divina es inaccesible a los sentidos y a las especulaciones racionales. No es posible encerrarla en conceptos ni expresarla con palabras, pues unos y otras resultan insuficientes e inadecuados. Dios es inefable (anonumos). Pero ha querido revelarse por medio de la Sagrada Escritura, y ésta le aplica una multitud de nombres (plolyonumos). Si analizamos su sentido, llegaremos a penetrar un poco en la esencia divina. A los fieles sencillos les basta con aplicárselos al pie de la letra. Pero los que quieran elevarse más, deberán penetrar más allá de la letra y buscar su sentido recóndito, hasta llegar a un conocimiento más puro de lo que es Dios.
Para esto hay que seguir un doble procedimiento, positivo y negativo, que evoca un poco la dialéctica platónica. Dionisio no es agnóstico. Solamente se propone eliminar de nuestro conocimiento de Dios todo rastro de antropomorfismo y hacernos sentir su absoluta trascendencia y su diferencia esencial de todas las criaturas. Sus afirmaciones niegan y sus negaciones afirman. Con negaciones que equivalen a afirmaciones y con afirmaciones que equivalen a negaciones, se propone purificar el entendimiento y disponerlo a entrar por la vía mística de un conocimiento superior, semejante al de los ángeles, y lo más aproximado posible al que Dios tiene de sí mismo.
La teología, al analizar los nombres divinos, debe proceder en dos etapas: primero, afirmándolos de Dios (teología afirmativa, kataphatike). Así lo hacen los simples fieles, que se contentan con un conocimiento sencillo, conforme al concepto de las cosas, tal como son percibidas por la experiencia sensible. Pero, si queremos llegar a un conocimiento más profundo, hay que empezar por negar esos mismos nombres (teología negativa, apophatike), porque, si bien todos ellos convienen a Dios y nos sirven de alguna manera para elevarnos a El, pero en realidad ninguno le conviene por completo, y, por lo tanto, ninguno sirve para expresar adecuadamente su esencia.
Así, pues, podemos afirmar de Dios todas cuantas perfecciones encontremos en las criaturas, como ser, unidad, bondad, belleza, vida, sabiduría, poder, etc. Pero a condición de negar inmediatamente el modo limitado como las encontramos realizadas en ellas. Dios es trascendente a todos los seres y posee todas esas perfecciones, pero de una manera superlativa. En cambio, las criaturas solamente las tienen en cuanto que participan de una manera lejana y en diversos grados de las perfecciones de Dios. Por esto, después de afirmar de Dios las perfecciones que encontramos en las criaturas, debemos negar inmediatamente el modo limitado como en ellas las encontramos realizadas. Sin embargo, no es una pura negación, sino que esto equivale a sublimarlas, para dar a entender que Dios no es ser, sino supraser; no es vida, sino supravida; no es bondad, sino suprabondad, y así sucesivamente. De esta manera, acumulando negaciones y negaciones de negaciones, vamos purificando nuestro concepto de Dios y podemos barruntar algo de su essencia trascendente (teología superlativa).
Dionisio dedica en los Nombres divinos trece capítulos a examinar con este método los nombres de Dios: bondad, luz, belleza, amor, ser, vida, sabiduría, verdad, potencia, justicia, redención, salvación. Los nombres precedidos del prefijo archi (arche) se refieren a Dios como principio. Pertenecen a la teología positiva o afirmativa. Los que comienzan por hiper (hyper) y los precedidos de una letra “alpha” pertenecen a la negativa y tratan de expresar su inefabilidad. Debe comenzarse por los nombres lejanos para llegar a los próximos. Pero por encima de la inteligencia, de la catáfasis y de la afirmación o apófasis, como también por encima de la esencia, está lo supraesencial, oculto en aquella tiniebla supraluminosa en que penetró Moisés, en la cual Dios se oculta y se revela a la vez. Para llegar a ella hay que trascender la inteligencia y la esencia. Es preciso salir de sí mismo, pues solamente se la percibe de alguna manera en el estado de éxtasis, en el cual desaparecen la multiplicidad, las diferencias y las contradicciones.