espíritu (Eckhart)

Con respecto a las palabras de San Pedro cuando dijo: «Mira, Señor, hemos renunciado a todo» (Mateo 19, 27) — y sin embargo, no había dejado nada más que una simple red y su barquito — advierte un santo diciendo: Quien renuncia voluntariamente a lo pequeño, no sólo renuncia a esto sino que deja todo cuanto la gente mundana puede obtener y hasta aquello que (sólo) puede apetecer. Pues, quien renuncia a su voluntad y a sí mismo, ha renunciado tan efectivamente a todas las cosas como si hubieran sido de su libre propiedad y él las hubiese poseído con pleno poder. Porque aquello que no quieres apetecer, lo has entregado y dejado todo por amor de Dios. Por ello dijo Nuestro Señor: «Bienaventurados son los pobres en espíritu (Mateo 5, 3), o sea, en la voluntad. Y nadie debe dudar de esto: si existiera un modo mejor, Nuestro Señor lo habría mencionado, así como dijo también: «Quien me quiere seguir que se niegue primero a sí mismo» (Mateo 16, 24); de esto depende todo. Presta atención a ti mismo; y allí donde te encuentras a ti, allí renuncia a ti; esto es lo mejor de todo. 32 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 3.

Mira, en este caso debes observar en ti dos cosas diferentes que también caracterizaron a Nuestro Señor. Él también tenía potencias superiores e inferiores y ellas tenían (que hacer) dos obras distintas: sus potencias superiores poseían la eterna bienaventuranza y disfrutaban de ella. Pero, al mismo tiempo, las inferiores se encontraban sometidas a los máximos sufrimientos y luchas en esta tierra, y ninguna de esas obras era un obstáculo para el objeto de otra. Así habrá de ser también en tu fuero íntimo, de modo que las potencias supremas se hallen elevadas hacia Dios y le sean ofrecidas y unidas íntegramente. Más aún: todos los sufrimientos, a fe mía, han de ser encargados exclusivamente al cuerpo y a las potencias inferiores y a los sentidos; mas el espíritu debe elevarse con plena fuerza y abismarse, desapegado, en su Dios. Pero el sufrimiento de los sentidos y de las potencias inferiores — al igual que esa tribulación — no lo afectan (al espíritu); porque cuanto mayor y más recia es la lucha, tanto mayores y más elogiables son también la victoria y la honra por la victoria, pues en este caso, cuanto mayor sea la tribulación y cuanto más fuerte el impacto del vicio, y el hombre los vence, no obstante, tanto más poseerás también esa virtud y tanto más le gustará a tu Dios. Y por ello: si quieres recibir dignamente a tu Dios, cuida de que tus potencias superiores estén orientadas hacia tu Dios, que tu voluntad busque su voluntad y (fíjate en) cuál es tu intención y cómo anda tu lealtad hacia Él. 176 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 20.

Pero, si Dios se obstina tanto en ello ¿qué se propone? Pues Él quiere pertenecernos solo y totalmente. Lo quiere y se lo propone, y se obstina sólo en que pueda serlo y que se lo permitan. En este hecho residen su máximo deleite y placer. Y cuanto más y en forma más extensa pueda serlo, tanto mayores serán su deleite y su alegría; pues, cuanto más poseamos de todas las cosas, tanto menos lo poseeremos a Él, y cuanto menor sea nuestro amor a todas las cosas, tanto más lo tendremos a Él con todo cuanto Él puede ofrecer. Por eso, cuando Nuestro Señor quiso hablar sobre todas las bienaventuranzas, puso a la cabeza de todas ellas la pobreza en espíritu, y ella era la primera en señal de que toda bienaventuranza y perfección, sin excepción alguna, comienzan con la pobreza en espíritu. Y, en verdad, si hubiera un fundamento sobre el cual se pudiera erigir todo el bien, ese fundamento no existiría sin esta (virtud). 220 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 23.

¿Quieres saber qué es un hombre verdaderamente pobre? Verdaderamente pobre en espíritu es aquel hombre que es capaz de prescindir de todo cuanto no es necesario. Por ello, quien estaba desnudo en su tonel, le dijo a Alejandro Magno que dominaba todo el mundo: «Yo soy — así dijo — un señor mucho más grande que tú; pues he despreciado más, de lo que tú has conquistado. Lo que a ti te parece valiosa posesión, me resulta demasiado pequeño para (siquiera) despreciarlo». Quien puede prescindir de todas las cosas y no las necesita, es mucho más feliz que aquel que posee las cosas considerándolas necesarias. El mejor de todos es aquel hombre que puede prescindir de lo que no le hace falta. Por lo tanto: quien en grado máximo puede prescindir (de las cosas) y despreciarlas, ha dejado más que ningún otro. Parece una gran cosa cuando un hombre, por amor de Dios, reparte mil marcos en oro y edifica con su dinero muchas ermitas y conventos y da de comer a todos los pobres; esto sería una gran cosa. Pero sería mucho más feliz aquel que despreciara lo mismo por amor de Dios. Poseería un verdadero reino de los cielos aquel hombre que por amor de Dios sería capaz de renunciar a todas las cosas, sea cual fuera lo que Dios diera o no diera. 223 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 23.

Por ello dicen los maestros que los bienaventurados en el reino de los cielos conocen a las criaturas desnudas de toda imagen, pues las conocen por medio de una sola imagen que es Dios y en la cual Dios conoce y ama y quiere a sí mismo y a todas las cosas. Y Dios mismo nos enseña a orar y suplicar así cuando decimos: «Padre nuestro», «santificado sea tu nombre» lo cual quiere decir: que te conozcamos sólo a ti (Cfr Juan 17,3); «que venga tu reino» para que yo no tenga nada que considere y conozca como rico fuera de ti, el rico. A esto se refiere el Evangelio al decir: «Bienaventurados son los pobres en espíritu» (Mateo 5,3), quiere decir: en la voluntad, y por ello pedimos a Dios que se «haga su voluntad», «en la tierra», quiere decir: dentro de nosotros, «como en el cielo», quiere decir: en Dios mismo. Semejante hombre comparte una sola voluntad con Dios de modo tal que quiere todo cuanto quiere Dios y de la misma manera que lo quiere Dios. Y por eso, como Dios en cierto modo quiere que yo también haya pecado, yo no quisiera no haberlo hecho porque así se hace la voluntad de Dios «en la tierra», o sea en el pecado, «como en el cielo», o sea en la buena acción. En este sentido, el hombre quiere hallarse privado de Dios por amor de Dios y ser apartado de Dios por amor de Dios, y sólo éste es un verdadero arrepentimiento de mis pecados; así me apeno sin pena del pecado tal como Dios se apena sin pena de toda maldad. Siento pena y la máxima pena por el pecado — pues no cometería ningún pecado por nada creado o creable, por más que hubiera en la eternidad miles de mundos — mas (lo haría) sin pena; y acepto y tomo las penas de la voluntad divina y por ella. Tan sólo semejante pena es una pena perfecta, porque proviene y surge del puro amor de la bondad y alegría más puras de Dios. Así llega a ser verdad y se echa de ver lo que he dicho en este librito: que el hombre bueno, en cuanto es bueno, entra en toda la peculiaridad de la Bondad misma que es Dios en sí mismo. 275 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Otra cosa más (y) parecida a la anterior: Ningún recipiente puede llevar en sí dos clases de bebida. ‘Si ha de contener vino, hay que verter necesariamente el agua; el recipiente debe estar vacío y limpio. Por eso: si has de recibir divina alegría y a Dios mismo, debes necesariamente verter a las criaturas. Dice San Agustín: «Vierte para que seas llenado. Aprende a no amar para que aprendas a amar. Apártate para que seas acercado». En resumidas cuentas: Todo cuanto ha de tomar y ser capaz de recibir, debe estar vacío y tiene que estarlo. Dicen los maestros: Si el ojo cuando ve contuviera algún color, no percibiría ni el color que contenía ni otro que no contenía; pero como carece de todos los colores, conoce todos los colores. La pared tiene color y por eso no conoce ni su propio color ni ningún otro, y el color no le da placer, y el oro o el esmalte no la atraen más que el color del carbón. El ojo no contiene (color) y, sin embargo, lo tiene en el sentido más verdadero, pues lo conoce con placer y deleite y alegría. Y cuanto más perfectas y puras son las potencias del alma, tanto más perfecta y completamente recogen lo que aprehenden y tanto más reciben y sienten mayor deleite, y se unen tanto más con lo que recogen (y) esto hasta tal punto que la potencia suprema del alma, que está desembarazada de todas las cosas y no tiene nada en común con cosa alguna, no recibe nada menos que a Dios mismo en la extensión y plenitud de su ser. Y los maestros demuestran que, en cuanto a placer y deleite, nada se puede comparar a esta unión y este traspaso (de lo divino) y este deleite. Por eso dice Nuestro Señor (y es) muy notable: «Bienaventurados son los pobres en espíritu» (Mateo 5,3). Es pobre quien no tiene nada. «Pobre en espíritu» quiere decir: así como el ojo es pobre y carece de color, siendo susceptible de (ver) todos los colores, así el pobre en espíritu es susceptible de aprehender toda clase de espíritu, y el espíritu de todos los espíritus es Dios. El amor, la alegría y la paz son fruto del espíritu. Estar desnudo, ser pobre, no tener nada, hallarse vacío, (todo esto) transforma a la naturaleza: (el) vacío hace que el agua suba por la montaña y (opera) otros muchos milagros de los cuales ahora no es momento de hablar. 283 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

En la divinidad el Hijo, de acuerdo con su índole, no ofrece sino la esencia-Hijo, la esencia del nacido de Dios, (siendo) manantial, origen y emanación del Espíritu Santo, del amor de Dios, y el sabor pleno, verdadero e íntegro del Unico, el Padre celestial. Por eso, la voz del Padre le habla al Hijo desde el cielo: «Tú eres mi Hijo amado en quien me aman a mí y me tienen complacencia» (Mateo 3, 17), pues, sin duda, nadie que no sea hijo de Dios lo ama lo suficiente y con pureza. Porque el amor, o sea el Espíritu Santo, surge y emana del Hijo, y el Hijo ama al Padre por amor de Él mismo (=el Padre), (ama) al Padre en Él mismo y a sí mismo en el Padre. Por eso Nuestro Señor dice con mucha razón: «Bienaventurados son los pobres en espíritu» (Mateo 5, 3), lo cual quiere decir: Aquellos que no tienen nada de espíritu propio y humano y llegan desnudos a (la presencia de) Dios. Y San Pablo dice: «Dios nos lo reveló en su Espíritu» (Col 1, 8). 300 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

San Agustín dice que quien mejor comprende la Escritura es aquel que, desprendido de todo espíritu, busca el sentido y la verdad de la Escritura en ella misma, es decir, en el espíritu en el cual está escrita y pronunciada, o sea el Espíritu de Dios. Dice San Pedro que todos los hombres santos hablaban movidos por el Espíritu de Dios (2 Pedro 1,21). San Pablo dice: Nadie es capaz de conocer y saber qué es lo que hay en el hombre sino el espíritu que está dentro del hombre, y nadie es capaz de saber qué es el Espíritu de Dios y en Dios, sino el Espíritu que es de Dios y es Dios (1 Cor 2, 11). Por eso un escrito, (o sea) una glosa, afirma con mucha razón que nadie puede comprender ni enseñar lo escrito por San Pablo a no ser que tenga el mismo espíritu en el cual hablaba y escribía San Pablo. Y todo mi lamento consiste siempre en que las personas de mente grosera y que carecen totalmente del Espíritu de Dios y no tienen nada de Él, pretenden opinar — conforme a su burda inteligencia humana — sobre lo que oyen o leen en la Escritura que fue pronunciada y escrita por el Espíritu Santo y en Él, y no recuerdan que está escrito: «Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios» (Mateo 19, 26). Esto vale también en general y en el ámbito natural: lo que es imposible para la naturaleza inferior, es habitual y natural para la naturaleza superior. 301 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

En primer lugar hay que saber — y es bien evidente — que el hombre reúne en sí dos naturalezas: cuerpo y espíritu. Por eso se dice en un escrito: Quien se conoce a sí mismo, conoce a todas las criaturas, porque todas las criaturas son o cuerpo o espíritu. En consecuencia se afirma en la Escritura con respecto al hombre que hay en nosotros un hombre exterior y otro interior (Cfr 2 Cor 4, 16). Al hombre exterior pertenece todo cuanto está adherido al alma (pero) envuelto en la carne y mezclado con ella, y que tiene una cooperación física con cualquier miembro y dentro de él, como por ejemplo, con el ojo, el oído, la lengua, la mano y otros por el estilo. Y la Escritura llama a todo esto el hombre viejo, el hombre terrestre, el hombre exterior, el hombre hostil, un hombre servil. 348 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Debe saberse además, que San Jerónimo dice, y también los maestros en general lo hacen, que todo hombre, desde el comienzo de su existencia humana, tiene un espíritu bueno, (o sea) un ángel y un espíritu malo, (o sea) un diablo. El ángel bueno da consejos empujando continuamente hacia aquello que es bueno, que es divino, que es virtud y celestial y eterno. El espíritu malo aconseja al hombre empujándolo siempre hacia aquello que es temporal y perecedero, y que es vicioso, malo y diabólico. Este mismo espíritu maligno charla continuamente con el hombre exterior y por intermedio de él persigue en secreto (y) en todo momento al hombre interior, de la misma manera que la serpiente charlaba con la señora Eva y por intermedio de ella con Adán, su marido. (Cfr Génesis 3, 1 ss). El hombre interior, éste es Adán. El varón en el alma es el árbol bueno que da sin cesar frutos buenos y del cual habla también nuestro Señor (Cfr Mateo 7, 17). Es también el campo en donde Dios ha sembrado su imagen y semejanza, y donde siembra la buena semilla, la raíz de toda sabiduría, de todas las artes, de todas las virtudes, de toda bondad, (o sea la) semilla de la divina naturaleza (2 Pedro 1, 4). Semilla de divina naturaleza, esto es el Hijo de Dios, la Palabra de Dios (Lucas 8, 11). 350 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

El hombre exterior, éste es el hombre hostil y malo que sembraba y arrojaba encima la cizaña (Cfr Mateo 13, 24 ss). De él dice San Pablo: Encuentro en mí una cosa que me estorba y que está en contra de lo que manda Dios y de lo que aconseja Dios y de lo que ha hablado Dios y todavía sigue hablando en lo más elevado, o sea, en el fondo de mi alma (Cfr Romanos 7, 23). Y en otra parte dice lamentándose: «¡Oh, desdichado de mí! ¿Quién me librará de esta carne y de este cuerpo de muerte?» (Romanos 7, 24). Y en otra parte vuelve a decir que el espíritu del hombre y su carne siempre se hacen la guerra. La carne aconseja (entregarse a) vicios y malicias; el espíritu aconseja (que se tenga) amor de Dios, alegría, paz y toda virtud (Cfr Gal 5, 17 ss). Quien le obedece al espíritu y vive de acuerdo con su consejo, a éste le pertenece la vida eterna (Cfr Galat 6, 8). El hombre interior es aquel de quien dice Nuestro Señor que «un hombre noble marchó a un país lejano para conquistarse un reino». Éste es el árbol bueno del cual dice Nuestro Señor que siempre da frutos buenos y nunca malos, porque quiere (la) bondad y se inclina hacia (la) bondad tal como flota (concentrada) en sí misma sin hallarse afectada por esto o aquello. El hombre exterior es el árbol malo que nunca es capaz de dar frutos buenos (Mateo 7, 18). 351 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Con respecto a la nobleza del hombre interior, (o sea) el espíritu, y a la futilidad del hombre exterior, (o sea) la carne, dicen también los maestros paganos Tulio y Séneca que, a ninguna alma racional le falta Dios; (la) semilla de Dios está dentro de nosotros. Si el labrador fuera bueno, sabio e industrioso, la semilla se desarrollaría en proporción y crecería hacia Dios a quien pertenece, y el fruto se asemejaría a la naturaleza divina. La semilla de un peral crece para (ser) peral, la del nogal para (ser) nogal, y la semilla de Dios para (ser) Dios (Cfr 1 Juan 3, 9). Pero si la semilla buena tiene un labrador tonto y malo, entonces crece la cizaña y encubre y desplaza la semilla buena de modo que no puede ni salir a luz ni crecer. Orígenes, un gran maestro, dice sin embargo: Como Dios mismo sembró y colocó y engendró esta semilla, si bien es posible que sea cubierta y escondida, nunca podrá ser exterminada ni ahogada en sí misma; echa llamas y brilla, alumbra y arde y se inclina sin cesar hacia Dios. 352 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Quiero referirme aún en detalle a otro significado de lo que es el «hombre noble». Digo: Cuando el hombre, o sea el alma, el espíritu, contempla a Dios, entonces se concibe y se conoce también como cognoscitivo, es decir, él conoce que contempla y conoce a Dios. Ahora bien, algunas personas se han imaginado — y parece muy plausible — que la flor y el núcleo de la bienaventuranza residen en (ese) conocimiento donde el espíritu conoce el hecho de conocer a Dios; pues, si yo tuviera todo el gozo imaginable sin saber que lo tenía ¿para qué me serviría y qué gozo sería para mí? Pero yo digo con toda certeza que no es así. Unicamente es verdad que el alma sin esto probablemente no sería bienaventurada, pero la bienaventuranza no reside en ello; pues lo primero en que reside la bienaventuranza es el hecho de que el alma contemple a Dios desnudo. Ahí recibe todo su ser y vida y saca todo cuanto es, del fondo divino y no sabe nada ni del saber ni del amor ni de cualquier otra cosa. Ella se sosiega entera y exclusivamente en el ser de Dios, no sabe de nada que no sea el ser y Dios. Mas, cuando sabe y conoce que contempla, conoce y ama a Dios, este hecho constituye según el orden natural un éxodo y un retorno con respecto a lo primero, porque nadie se conoce como blanco fuera de quien es realmente blanco. Por lo tanto, quien se reconoce Como blanco, se basa en el ser-blanco y construye sobre él y no saca su conocimiento inmediatamente y antes de saber el color del mismo, sino que saca el conocimiento y el saber del color de aquello que en este momento es blanco, y no toma el conocimiento exclusivamente del color en sí, antes bien, toma el conocimiento y el saber de lo teñido o de lo blanco y se conoce a sí mismo como blanco. Lo blanco es algo muy inferior y mucho más externo que el ser-blanco (o sea, la blancura). Una cosa es la pared y muy otra el fundamento sobre la cual se halla construida la pared. 367 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Hay un maestro llamado Avicena que dice: La nobleza del espíritu que se mantiene desasido es tan grande que cualquier cosa que vea, es verdadera y cualquier cosa que pida, le está concedida y en cualquier cosa que mande, se le debe obedecer. Y has de saber con certeza: Cuando el espíritu libre se mantiene en verdadero desasimiento, lo obliga a Dios a (acercarse) a su ser; y si fuera capaz de estar sin ninguna forma ni accidente, adoptaría el propio ser de Dios. Pero este (ser) no lo puede dar Dios a nadie fuera de Él mismo; por lo tanto, Dios no le puede hacer al espíritu desasido otra cosa que dársele Él mismo. Y el hombre que se halle así en perfecto desasimiento, será elevado a la eternidad, en forma tal que ninguna cosa perecedera lo pueda conmover, que no sienta nada que sea corpóreo, y se dice que está muerto para el mundo porque no le gusta nada que sea terrestre. A esto se refirió San Pablo cuando dijo: «Vivo y, sin embargo, no vivo; Cristo vive en mí» (Gal 2, 20). 382 ECKHART: TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3

Ahora preguntarás acaso: ¿Qué es el desasimiento ya que es tan noble en sí mismo? A este respecto debes saber que el verdadero desasimiento no consiste sino en el hecho de que el espíritu se halle tan inmóvil frente a todo cuanto le suceda, ya sean cosas agradables o penosas, honores, oprobios y difamaciones, como es inmóvil una montaña de plomo ante (el soplo de) un viento leve. Este desasimiento inmóvil lo lleva al hombre a la mayor semejanza con Dios. Porque el que Dios sea Dios, se debe a su desasimiento inmóvil y gracias a éste Él tiene su pureza y su simpleza y su inmutabilidad. Y por eso, si el hombre ha de asemejarse a Dios — en cuanto una criatura pueda tener semejanza con Dios — esto debe suceder mediante el desasimiento. Luego, este (último) arrastra al hombre a la pureza y desde la pureza a la simpleza y de la simpleza a la inmutabilidad; y estas cosas producen semejanza entre Dios y el hombre; y la semejanza debe darse en la gracia, ya que la gracia arrebata al hombre separándolo de todas las cosas seculares, y lo purifica de todas las cosas perecederas. Y has de saber: estar vacío de todas las criaturas significa estar lleno de Dios, y estar lleno de todas las criaturas, significa estar vacío de Dios. 383 ECKHART: TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3

Mas, ahora pregunto yo: ¿ cuál es la oración del corazón desasido? Contesto diciendo que la pureza desasida no puede rezar, pues quien reza desea que Dios le conceda algo o solicita que le quite algo. Ahora bien, el corazón desasido no desea nada en absoluto, tampoco tiene nada en absoluto de lo cual quisiera ser librado. Por ello se abstiene de toda oración, y su oración sólo implica ser uniforme con Dios. En esto se basa toda su oración. En este sentido podemos traer a colación lo dicho por San Dionisio con respecto a la palabra de San Pablo donde éste dice: «Son muchos quienes corren detrás de la corona y, sin embargo, uno solo la consigue» (Cfr 1 Cor 9, 24) — todas las potencias del alma corren para obtener la corona y, sin embargo, la consigue sólo la esencia — Dionisio dice pues: La carrera no es otra cosa que el apartamiento de todas las criaturas y el unirse dentro de lo increado. Y el alma, cuando llega a esto, pierde su nombre y Dios la atrae hacia su interior de modo que se anonada en sí misma, tal como el sol atrae hacia sí el arrebol matutino de manera que éste se anonada. A tal punto nada lo lleva al hombre a excepción del puro desasimiento. A este respecto podemos referirnos también a la palabra pronunciada por Agustín: El alma tiene una entrada secreta a la naturaleza divina donde se le anonadan todas las cosas. En esta tierra la tal entrada no es sino el desasimiento puro. Y cuando el desasimiento llega a lo más elevado, se vuelve carente de conocimiento a causa del conocimiento, y carente de amor a causa del amor y oscura a causa de la luz. En este sentido podemos citar también lo dicho por un maestro: Los pobres en espíritu son aquellos que le han dejado a Dios todas las cosas, tal como las tenía cuando nosotros todavía no existíamos. Semejante cosa no la puede hacer nadie sino un corazón acendradamente desasido. El que Dios prefiera morar en un corazón desasido antes que en todos los corazones, lo conocemos por lo siguiente: Si tú me preguntas: ¿Qué es lo que Dios busca en todas las cosas? te contesto (con una cita) del Libro de la Sabiduría; allí dice: «¡Busco descanso en todas las cosas!» (Eclesiástico 24, 11). Mas no hay descanso absoluto en ninguna parte con la única excepción del corazón desasido. Por eso Dios prefiere morar allí antes que en otras virtudes o en cualquier cosa. Has de saber también: Cuanto más se empeñe el hombre en ser susceptible del influjo divino, tanto más bienaventurado será; y quien es capaz de ubicarse dentro de la disposición más elevada, se mantiene también en la bienaventuranza suprema. Ahora bien, ningún ser humano se puede hacer susceptible del influjo divino si no tiene uniformidad con Dios, porque en la medida en que cada cual es uniforme con Dios, en la misma medida es susceptible del influjo divino. Ahora bien, la uniformidad proviene del hecho de que el hombre se somete a Dios; y en la medida en la cual el hombre se somete a las criaturas, en la misma medida es menos uniforme con Dios. Pues bien, el corazón acendradamente desasido se abstiene de todas las criaturas. Por lo tanto se halla completamente sometido a Dios y por eso se mantiene en suprema uniformidad con Dios y es también lo más susceptible del influjo divino. En esto pensó San Pablo cuando dijo: «¡Revestíos de Jesucristo!» (Rom 13, 14), y lo que quiere decir es: en uniformidad con Cristo, y esto de revestirse no puede suceder sino mediante la uniformidad con Cristo. Y sabe: Cuando Cristo se hizo hombre no tomó para sí (el ser de) determinado hombre sino la naturaleza humana. Deshazte, pues, de todas las cosas, entonces queda sólo aquello que tomó Cristo, y de esta manera te has revestido de Cristo. 387 ECKHART: TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3

¡Prestad atención, pues, todas las personas sensatas! Nadie está más animado que aquel que se mantiene en el mayor desasimiento. Nunca puede haber consuelo corpóreo y terrestre sin perjuicio espiritual, «porque la carne tiene deseos contrarios contra el espíritu y el espíritu contra la carne» (Gal 5, 17). Por ende, quien siembra un amor desordenado en la carne (Cfr Gal 6, 8) cosecha la muerte eterna; y quien siembra en el espíritu un amor como corresponde, cosecha del espíritu la vida eterna. Por lo tanto, cuanto más rápido el hombre huya de lo creado, tanto más rápido correrá a su encuentro el Creador. ¡En este punto, prestad atención, todas las personas sensatas! Como el placer que podríamos sentir ante la apariencia corpórea de Cristo le pone trabas a nuestra susceptibilidad frente al Espíritu Santo, ¡cuánto mayores serán las trabas que nos pone frente a Dios el placer desordenado con el que anhelamos perecederos consuelos! por eso, el desasimiento es lo mejor de todo, ya que purifica el alma y acendra la conciencia e inflama el corazón y despierta el espíritu y agiliza el ansia y conoce a Dios y aparta a la criatura y se une con Dios. 389 ECKHART: TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3

¡Ahora, prestad atención, todas las personas sensatas! El animal más rápido que os lleva a esta perfección, es el sufrimiento, porque nadie goza más de la eterna dulzura que aquellos que se hallan con Cristo en medio de la mayor de las amarguras. No hay nada más bilioso que el sufrir y no hay nada más melifluo que el haber-sufrido; ante la gente, nada desfigura más al cuerpo que el sufrimiento, mas ante Dios, nada adorna más al alma que el haber-sufrido. El fundamento más firme sobre el cual puede erguirse esta perfección, es la humildad porque el espíritu de aquel cuya naturaleza se arrastra aquí en el rebajamiento máximo, levanta vuelo hacia lo más elevado de la divinidad, pues el amor trae sufrimiento y el sufrimiento trae amor. Y por lo tanto, quien desea alcanzar el perfecto desasimiento, que corra tras la perfecta humildad, así se acercará a la divinidad. 390 ECKHART: TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3

Ya que el Padre ha dicho esto ¿qué está diciendo Jesús en el alma? Tal como lo he señalado: El Padre enuncia al Verbo y habla por medio del Verbo y no de otro modo; y Jesús habla en el alma. Su manera de hablar consiste en que Él se revela a sí mismo y a todo cuanto el Padre ha hablado en su interior, según la manera en la cual el espíritu está predispuesto. Él revela el poder soberano del Padre en el espíritu con el mismo poder inconmensurable. Cuando el espíritu recibe este poder en el Hijo y por el Hijo, él mismo se vuelve poderoso en cualquier acontecimiento de modo que llega a ser igual y poderoso en todas las virtudes y en toda pureza perfecta, de manera tal que ni lo agradable ni lo penoso ni todo cuanto Dios ha creado en el tiempo, puede perturbar al hombre y él, antes bien, se mantiene poderosamente (en ese estado) como dentro de una fuerza divina, en comparación con la cual todas las cosas son pequeñas e impotentes. 411 ECKHART: SERMONES: SERMÓN I 3

¡Ahora prestad atención y mirad bien! Si el hombre fuera siempre virgen, no daría fruto alguno. Si ha de hacerse fecundo, es necesario que sea mujer. «Mujer» es el nombre más noble que se puede atribuir al alma, y es mucho más noble que el de «virgen». Está bien que el hombre reciba en su interior a Dios, y en cuanto a esa receptividad, es virgen. Pero es mejor que Dios llegue a ser fecundo en él, porque solamente cuando el don se hace fecundo, se lo agradece, y en este caso el espíritu es mujer en cuanto a la gratitud nuevamente parturienta con la cual vuelve a dar nacimiento a Jesús dentro del corazón paterno de Dios. 424 ECKHART: SERMONES: SERMÓN II 3

Yo he dicho también varias veces que hay en el alma una potencia que no es tocada ni por el tiempo ni por la carne; emana del espíritu y permanece en él y es completamente espiritual. Dentro de esta potencia se halla Dios exactamente tan reverdecido y floreciente, con toda la alegría y gloria, como es en sí mismo. Allí hay tanta alegría del corazón y una felicidad tan incomprensiblemente grande que nadie sabe narrarla exhaustivamente. Pues el Padre eterno engendra sin cesar a su Hijo eterno dentro de esta potencia, de modo que esta potencia co-engendra al Hijo del Padre y a sí misma como el mismo hijo en la potencia única del Padre. Si un hombre poseyera un reino entero o todos los bienes de la tierra y renunciara a ellos con pureza, por amor de Dios, y se convirtiera en uno de los hombres más pobres que viven en cualquier parte de este mundo, y si Dios luego le diera tantos sufrimientos como los ha dado jamás a un hombre, y si él lo sufriera todo hasta su muerte, y si entonces Dios le concediera ver una sola vez con un solo vistazo cómo Él se halla dentro de esta potencia su alegría se haría tan grande que todo ese sufrimiento y esa pobreza todavía hubieran sido demasiado pequeños. Ah sí, aun en el caso de que Dios posteriormente nunca le diera el reino de los cielos, él habría recibido, sin embargo, una recompensa demasiado grande por todo cuanto había sufrido jamás, pues Dios se halla en esta potencia como en el «ahora» eterno. Si el espíritu estuviera unido todo el tiempo a Dios en esta potencia, el hombre no podría envejecer; pues el instante en el cual Dios creó al primer hombre y el instante en el que habrá de perecer el último hombre y el instante en que estoy hablando, son (todos) iguales en Dios y no son sino un solo instante. Ahora mirad, este hombre habita dentro de una sola luz junto con Dios; por lo tanto no hay en él ni sufrimiento ni transcurso del tiempo sino una eternidad siempre igual. A este hombre se le ha quitado en verdad todo asombro, y todas las cosas se yerguen esenciales dentro de él. Por ello no recibe nada nuevo de las cosas futuras ni de ninguna casualidad, ya que habita en un solo «ahora», siempre nuevo, ininterrumpidamente. Tal majestad divina hay en esta potencia. 428 ECKHART: SERMONES: SERMÓN II 3

He señalado a veces que hay en el espíritu una potencia, la única que es libre. A veces he dicho que es una custodia del espíritu; otras veces, que es una luz del espíritu; (y) otras veces, que es una chispita. Mas ahora digo: No es ni esto ni aquello; sin embargo, es un algo que se halla más elevado sobre esto y aquello, que el cielo sobre la tierra. Por eso, lo llamo ahora de una manera más noble que lo haya hecho jamás y, sin embargo, ello reniega, tanto de la nobleza como del modo, y se halla por encima de éstos. Está libre de todos los nombres y desnudo de todas las formas, completamente desasido y libre tal como Dios es desasido y libre en sí mismo. Es tan enteramente uno y simple, como Dios es uno y simple, así que uno mediante ningún modo (de ser) logra mirar adentro. Esta misma potencia de la cual he hablado, y en la que Dios está floreciendo y reverdece con toda su divinidad y el Espíritu (se halla) en Dios, en esta misma potencia el Padre está engendrando a su Hijo unigénito tan verdaderamente como en sí mismo, pues Él vive realmente en esta potencia y el Espíritu engendra junto con el Padre al mismo Hijo unigénito, y a sí mismo como el mismo Hijo y es el mismo Hijo dentro de esa luz, y es la Verdad. Si pudierais entender (las cosas) con mi corazón, comprenderíais bien lo que digo; porque es verdad y la misma Verdad lo dice. 431 ECKHART: SERMONES: SERMÓN II 3

Por ello dice la palabrita que os he citado: «Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo»; esto no lo debéis interpretar con miras al mundo exterior, cómo comía y bebía con nosotros; tenéis que comprenderlo con respecto al mundo interior. Así como es verdad que el Padre en su naturaleza simple engendra a su Hijo en forma natural, también es verdad que lo engendra en lo más entrañable del espíritu y esto es el mundo interior. Ahí el fondo de Dios es mi fondo, y mi fondo el de Dios. Ahí vivo de lo mío, así como Dios vive de lo suyo. Para quien mirara alguna vez en este fondo, aunque fuera por un solo instante, para ese hombre mil marcos de oro amarillo amonedado valdrían lo mismo que un maravedí falso. Desde este fondo más entrañable has de obrar todas tus obras sin porqué alguno. De cierto digo: Mientras hagas tus obras por el reino de los cielos o por Dios o por tu eterna bienaventuranza, (es decir), desde fuera, realmente andarás mal. Pueden aceptarte tal cual, pero no es lo mejor. Pues de veras, quien se imagina que recibe más de Dios en el ensimismamiento, la devoción, el dulce arrobamiento y en mercedes especiales, que (cuando se halla) cerca de la lumbre o en el establo, hace como si tomara a Dios, le envolviera la cabeza con una capa y lo empujara por debajo de un banco. Pues, quien busca a Dios mediante determinado modo, toma el modo y pierde a Dios que está escondido en el modo. Pero quien busca a Dios sin modo lo aprehende tal como es en sí mismo; y semejante persona vive con el Hijo y Él es la vida misma. Si alguien durante mil años preguntara a la vida: «¿Por qué vives?»… ésta, si fuera capaz de contestar, no diría sino: «Vivo porque vivo». Esto se debe a que la vida vive de su propio fondo y brota de lo suyo; por ello vive sin porqué justamente porque vive para sí misma. Si alguien preguntara entonces a un hombre veraz, uno que obra desde su propio fondo: «¿Por qué obras tus obras?»… él, si contestara bien, no diría sino: «Obro porque obro». 491 ECKHART: SERMONES: SERMÓN V b 3

Esta palabra que acabo de pronunciar en latín, está escrita en la Epístola y se la puede referir a un santo confesor, y esta palabra reza en lengua vulgar: «En sus días se comprobó que era justo en su interior, en sus días fue agradable a Dios» (Eclesiástico 44, 16 y 17). Encontró la justicia en su interior. Mi cuerpo se halla más en mi alma de lo que mi alma se halla en mi cuerpo. Mi cuerpo y mi alma se encuentran más en Dios de lo que están en sí mismos; y esto es justicia: la causa de todas las cosas en la verdad. Según dice San Agustín: Dios se halla más cerca del alma de lo que ella se encuentra con respecto a sí misma. La proximidad de Dios y el alma no conoce, por cierto, diferencia (entre ambos). Él mismo conocimiento en el cual Dios se conoce a sí mismo, es el conocimiento de cualquier espíritu desasido y no (es) otro. El alma toma su ser inmediatamente de Dios; por ello Dios está más cerca del alma que se halla ella con respecto a sí misma; por ende, Dios se encuentra en el fondo del alma con su entera divinidad. 576 ECKHART: SERMONES: SERMÓN X 3

Ahora bien, escribe uno de los evangelistas «Éste es mi Hijo amado en el que tengo mi complacencia» (Cfr Marcos 1, 11). Mas, el otro evangelista escribe: «Éste es mi Hijo amado en el que me complacen todas las cosas» (Cfr Lucas 3, 22; variante «complacuit»). Y ahora resulta que el tercer evangelista escribe: «Éste es mi Hijo amado en el que me complazco yo mismo» (Mateo 3, 17). Todo cuanto agrada a Dios, le agrada en su Hijo unigénito; todo cuanto ama Dios, lo ama en su Hijo unigénito. Resulta que el hombre debe vivir de tal modo que sea uno con el Hijo unigénito y que sea el Hijo unigénito. Entre el Hijo unigénito y el alma no hay diferencia. Entre el siervo y el amo nunca surge un amor igual. Mientras soy siervo, estoy muy alejado del Hijo unigénito y le soy muy desigual. Si quisiera mirar a Dios con mis ojos, estos ojos con los que miro el color, procedería muy mal porque (esta visión) es temporal porque todo cuanto es temporal, se halla alejado de Dios y le es ajeno. Si uno toma el tiempo y si sólo lo toma en el mínimo, (o sea el) «ahora», sigue siendo tiempo y se mantiene en sí mismo. El hombre, en tanto tiene tiempo y espacio y número y multiplicidad y cantidad, anda muy equivocado y Dios le resulta alejado y ajeno. Por eso dice Nuestro Señor: «Si alguien quiere llegar a ser mi discípulo, debe renunciar a sí mismo» (Cfr Lucas 9, 23); nadie puede escuchar mi palabra ni mi doctrina a no ser que haya renunciado a sí mismo. Todas las criaturas en sí mismas son (la) nada. Por eso he dicho: Abandonad (la) nada y aprehended un ser perfecto donde la voluntad es recta. Quien ha renunciado a su entera voluntad, éste saborea mi doctrina y escucha mi palabra. Ahora bien, dice un maestro que todas las criaturas toman su ser inmediatamente de Dios; por eso les sucede a las criaturas que ellas, de acuerdo con su naturaleza verdadera, amen más a Dios que a sí mismas. Si el espíritu llegara a conocer su puro desasimiento, ya no sería capaz de inclinarse hacia ninguna cosa, tendría que permanecer en su puro desasimiento. Por eso se dice: «Le fue agradable en sus días». 584 ECKHART: SERMONES: SERMÓN X 3

Son tres las cosas que nos impiden escuchar la palabra eterna. La primera es (la) corporalidad, la segunda (la) multiplicidad, la tercera (la) temporalidad. Si el hombre hubiera avanzado más allá de estas tres cosas, viviría en la eternidad y viviría en el espíritu y viviría en la unidad y en el desierto, y allí escucharía la palabra eterna. Ahora dice Nuestro Señor: «Nadie escuchará mi palabra ni mi doctrina a no ser que haya renunciado a sí mismo» (Cfr Lucas 14, 26). Pues, quien ha de escuchar la palabra de Dios, debe estar completamente desasido. Lo mismo que escucha, es lo mismo que es escuchado en la Palabra eterna. Todo cuanto enseña el Padre eterno, es su esencia y su naturaleza y su entera divinidad; esto nos lo revela todo a la vez en su Hijo unigénito y nos enseña que somos el mismo hijo. El hombre que se hubiera desasido tanto de sí mismo que fuese el hijo unigénito, poseería lo que posee el Hijo unigénito. Cuanto obra Dios y cuanto enseña, lo obra y enseña todo en su Hijo unigénito. Dios hace todas sus obras a fin de que seamos el hijo unigénito. Cuando Dios ve que somos el hijo unigénito, Dios se inclina tan afanosamente hacia nosotros y se apresura tanto y hace como si su ser divino se quisiera quebrar y deshacer en sí mismo, para revelarnos todo el abismo de su divinidad y la plenitud de su ser y de su naturaleza; Dios está apurado para que eso sea propiedad nuestra tal como lo posee Él. Ahí Dios siente (el) placer y (el) deleite en su plenitud. Ese hombre se halla inmerso en el conocimiento y el amor de Dios y no será sino lo que es Dios mismo. 614 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XII 3

Dicen nuestros maestros: El alma se llama fuego por la fuerza y el calor y el brillo que posee. Otros dicen que es una chispita de naturaleza celestial. Los terceros dicen que es una luz. Los cuartos, que es un espíritu. Los quintos, que es un número. No encontramos nada que sea tan puro y acendrado como el número. Por eso querían darle al alma un nombre que fuera puro y acendrado. En los ángeles existe el número — se habla de un ángel, de dos ángeles — también en la luz existe el número. Por eso se la designa (al alma) de acuerdo con lo más desnudo y acendrado y, sin embargo, esto no llega a tocar el fondo del alma. Dios que es sin nombre — no tiene nombre alguno — es inefable y el alma, en su fondo, es igualmente inefable tal como Él es inefable. 722 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XVII 3

El alma debe odiar todo cuanto de ella se halla en este mundo o mira hacia este mundo y (también) donde algo es tocado por el (mundo) y mira hacia fuera. Dice un maestro que el alma en su parte más elevada y más pura se encuentra por encima del mundo. Fuera del amor nada hace entrar al alma en este mundo. A veces se trata de un amor natural que ella siente por su cuerpo. A veces tiene un amor voluntario que siente hacia las criaturas. Dice un maestro: Así como la vista nada tiene que ver con el canto, ni el oído con el color, así el alma en su naturaleza nada tiene que ver con todo cuanto hay en este mundo. Por eso dicen nuestros maestros en ciencias naturales que el cuerpo se halla mucho más en el alma que el alma en el cuerpo. Así como el barril contiene el vino antes que el vino el barril, así el alma contiene al cuerpo antes que el cuerpo al alma. Aquello que el alma ama en este mundo, constituye una privación en su naturaleza. Dice un maestro: La naturaleza y natural perfección del alma consisten en que llegue a ser en sí un mundo racional allí donde Dios formó en ella las imágenes primigenias de todas las cosas. Quien dice que ha logrado poseer su naturaleza, debe descubrir que dentro de él todas las cosas están configuradas en una pureza tal como son en Dios, no como son en su propia naturaleza, sino como son en Dios. No hay ningún espíritu ni ángel alguno que toquen el fondo del alma ni tampoco la naturaleza del alma. Allí, ella llega a lo primigenio, el principio donde Dios irrumpe con bondad en todas las criaturas. Allí, ella toma todas las cosas en Dios, no en la pureza tal como son en su pureza según la natura, sino en la pura simplicidad tal como son en Dios. Dios hizo todo este mundo como si fuera de carbón. La imagen hecha de oro es más firme que la hecha de carbón. Así (también) en el alma todas las cosas son más puras y nobles de lo que son en este mundo. La materia (empero) de la cual Dios hizo todas las cosas, es más ruin que el carbón en comparación con el oro. Quien quiere hacer una olla, toma un poco de arcilla; ésta es la materia con la cual trabaja. (Mas) luego le da una forma que se halla en su interior: ésta es más noble en su fuero íntimo que la materia. Con esto quiero decir que todas las cosas son inconmensurablemente más nobles en el mundo racional que es el alma, de lo que son en este mundo; así como la imagen cincelada e impresa en oro, así se hallan las imágenes de todas las cosas (como) simples en el alma. Dice un maestro: El alma tiene en sí la potencialidad de que sean estampadas en ella las imágenes de todas las cosas. Otro dice: El alma nunca ha logrado poseer su naturaleza pura, a no ser que halle configuradas en sí todas las cosas (existentes) en el mundo racional que es incomprensible; hasta allí no llega ningún pensamiento. Dice Gregorio: Aquello que decimos de las cosas divinas, lo tenemos que balbucear porque hay que expresarlo con palabras. 725 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XVII 3

Luego: «¡Permanece parado en la puerta!» Quien está parado, tiene los miembros ordenados. Él quiere decir que la parte suprema del alma se debe hallar firmemente erguida. Todo cuanto está ordenado, tiene que haberse subordinado a aquello que está por encima de ello. Todas las criaturas no le agradan a Dios cuando no las alumbra la luz natural del alma, de la cual reciben su ser, y cuando la luz del ángel no alumbra la luz del alma y la prepara y dispone para que la luz divina pueda operar en ella; porque Dios no opera en las cosas corpóreas, opera (tan sólo) en (la) eternidad. Por eso el alma ha de estar recogida y elevada y tiene que ser espíritu. Allí opera Dios, allí todas las obras le agradan a Dios. No hay obra alguna que jamás le plazca a Dios a no ser que se la realice allí. 751 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIX 3

Una mujer preguntó a Nuestro Señor dónde se debía de orar. Entonces dijo Nuestro Señor: «Vendrá el tiempo y ya ha llegado en que los verdaderos adoradores han de rezar en espíritu y en verdad. Porque Dios es espíritu hay que rezar en espíritu y en verdad». (Juan 4, 23 y 24). Lo que es la Verdad misma, no lo somos nosotros; somos verdaderos, es cierto, pero hay en ello una parte de mentira. Así no son las cosas en Dios. Antes bien, el alma debe estar parada en el primigenio efluvio violento, allí donde emana y nace la Verdad, (o sea) en la «puerta de la casa de Dios», y ella (=el alma) debe pronunciar y predicar la palabra. Todo cuanto hay en el alma, tiene que hablar y decir loas, y nadie habrá de escuchar la voz. En el silencio y en la tranquilidad — como dije hace poco de los ángeles que están sentados cerca de Dios en el coro de la sabiduría y del fuego — allá Dios le habla al interior del alma y se pronuncia íntegramente dentro del alma. Allá el Padre engendra a su Hijo y siente tanto placer por el Verbo y le tiene tanto amor que nunca deja de pronunciar el Verbo, sino que lo dice en todo momento, es decir, por encima del tiempo. Viene bien a nuestras explicaciones citar: «A tu casa le conviene la santidad» y la loa y que no haya nada adentro que no te alabe. 754 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIX 3

Nuestros maestros dicen: ¿Qué es lo que alaba a Dios? Esto lo hace (la) semejanza. Así pues, lo alaba a Dios todo aquello en el alma que se asemeja a Dios; lo que de alguna manera es desigual a Dios no lo alaba; así como un cuadro alaba a su maestro que le ha impreso todo el arte que alberga en su corazón y que así se ha asemejado completamente (el cuadro). Esta semejanza del lienzo elogia a su maestro sin palabras. Aquello que se puede alabar con palabras o que se reza con la boca, es poca cosa. Porque Nuestro Señor dijo una vez: «Vosotros rezáis pero no sabéis qué es lo que rezáis. Vendrán verdaderos rezadores que adorarán a mi Padre en espíritu y en verdad» (Cfr Juan 4, 22 y 23). ¿Qué es (la) oración? Dice Dionisio: Trepar hacia Dios en el entendimiento, esto es (la) oración. Dice un pagano: Allí donde se hallan (el) espíritu y (la) unidad y (la) eternidad, allí quiere obrar Dios. Donde (la) carne está en contra del espíritu, donde (la) disgregación está en contra de (la) unidad, donde (el) tiempo está en contra de (la) eternidad, allí no obra Dios; no se aviene a ello. Antes bien, todo el placer, contento, alegría y bienestar que puedan tenerse acá (en esta tierra), todo esto debe desaparecer. Quien quiere elogiar a Dios, tiene que ser santo y estar reconcentrado y ser espíritu sin hallarse afuera en ninguna parte; antes bien, con perfecta semejanza tiene que ser llevado hacia arriba, hasta la eternidad, por encima de todas las cosas. Me refiero no sólo a todas las criaturas que están creadas, sino (también) a todo cuanto Él sería capaz de hacer si quisiera (hacerlo); el alma tiene que sobrepasar todo esto. Mientras exista alguna cosa por encima del alma y mientras haya algo, sea lo que fuere, que se anteponga a Dios (y) no es Dios, (el alma) no llega al fondo «a lo largo de los días». 755 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIX 3

«Un hombre preparó una cena, un gran banquete nocturno» (Lucas 14, 16). Quien, por la mañana, ofrece una comida, invita a toda clase de gente, pero para la cena se invita a personas destacadas y queridas y amigos muy íntimos. En el día de hoy la Cristiandad celebra el día de la Cena que Nuestro Señor preparó a sus discípulos, sus amigos íntimos, cuando les dio de comer su sagrado Cuerpo. Esto es lo primero. Otro significado de la cena (es el siguiente): Antes de que se llegue al anochecer debe haber una mañana y un mediodía. La luz divina surge en el alma y crea una mañana y el alma trepa en la luz a la extensión y altura del mediodía; luego sigue el atardecer. Ahora hablaremos en un tercer sentido sobre el atardecer. Cuando baja la luz, anochece; cuando todo el mundo se desprende del alma, entonces anochece (y) así el alma halla su descanso. Pues bien, San Gregorio dice de la cena: Cuando se come por la mañana, sigue más tarde otra comida; pero después de la cena no sigue ninguna otra comida. Cuando el alma prueba la comida en la Cena, y la chispita del alma aprehende la luz divina, entonces ya no le hace falta comida alguna ni busca nada de afuera y se mantiene enteramente dentro de la luz divina. Ahora bien, San Agustín dice: Señor, si te nos quitas, danos otro tú; no encontramos satisfacción en nada que no seas tú, porque no queremos nada fuera de ti. Nuestro Señor se alejó de sus discípulos como Dios y hombre, y se les devolvió como Dios y hombre, pero de otra manera y bajo otra forma. (Es) como allí donde hay una gran reliquia; no se permite que sea tocada o vista descubierta; se la engarza en un cristal o en otra cosa. Así hizo también Nuestro Señor cuando se dio como otro sí mismo. En la Cena Dios se da como comida, con todo cuanto es, a sus queridos amigos. San Agustín se estremeció ante esta comida; entonces le dijo en el espíritu una voz: «Soy una comida para gente mayor; ¡crece y aumenta y cómeme! Tú no me transformas en ti, sino que eres transformado en mí». De la comida y bebida que yo probara hace quince noches, una potencia de mi alma se eligió lo más puro y lo más fino y lo introdujo en mi cuerpo y lo unió con todo cuanto hay dentro de mí de modo que no existe nada tan pequeño que se le pueda poner encima una aguja, que no se haya unido con ello; y es tan propiamente uno conmigo como lo que fue concebido en el seno de mi madre, al principio, cuando se me infundió la vida. La fuerza del Espíritu Santo toma con igual propiedad lo más límpido y lo más fino y lo más elevado, (o sea), la chispita del alma, y lo lleva íntegramente hacia arriba dentro del fuego, (o sea) el amor, tal como diré ahora del árbol: La fuerza del sol elige en la raíz del árbol lo más puro y lo más fino y lo tira todo hacia arriba hasta la rama; allí se convierte en flor. Exactamente de la misma manera, la chispita del alma es llevada arriba en la luz y en el Espíritu Santo, y es levantada de este modo al origen primigenio, y así se hace totalmente una con Dios y tiende completamente hacia lo Uno y es una sola con Dios en un sentido más propio de lo que es la comida con relación a mi cuerpo, ah sí, lo es mucho más en la medida en que es más acendrada y más noble. Por eso se dice: «Una gran cena». Pues bien, dice David: «Señor, cuán grandes y múltiples son la dulzura y la comida que tienes ocultadas para todos aquellos que te temen» (Salmo 30, 20); y a quien reciba con miedo esta comida, nunca le gustará realmente; hay que recibirla con amor. Por eso, un alma amante de Dios vence a Dios para que tenga que entregársele por completo. 778 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XX b 3

Una segunda enseñanza (surge) cuando dice: «Padre de todos, tú eres bendecido». Esta palabra, sí, lleva en sí un elemento de cambio. Cuando dice «Padre» nos incluye a nosotros ahora mismo. Si Él es nuestro Padre, nosotros somos sus hijos, y tanto su honra como el insulto de que lo hacen objeto, nos llegan al corazón. Cuando el hijo ve el amor que le tiene el padre, entonces sabe por qué le debe una vida pura e inocente. Por esta razón nosotros también tenemos que vivir con pureza ya que Dios mismo dice: «Bienaventurados son los limpios de corazón, porque verán a Dios» (Mateo 5, 8). ¿Qué es la limpieza del corazón? Limpieza del corazón es aquello que se halla apartado y separado de todas las cosas corpóreas, y que está recogido y encerrado en sí mismo y luego, a partir de esta pureza, se arroja en Dios y allí llega a la unión. Dice David: Puras e inocentes son las obras que corren y se cumplen en la luz del alma; más inocentes, empero, (son) aquellas que permanecen adentro y en el espíritu sin salir. «Un solo Dios y Padre de todos.» 796 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXI 3

San Pablo fue arrobado al tercer cielo (Cfr 2 Cor 12, 2 y 3). ¡Fijaos ahora en cuáles son los tres cielos! Uno es la separación de toda corporeidad, otro la enajenación de todo ser-imagen; el tercero un mero conocimiento inmediato en Dios. Ahora surge un interrogante: Si San Pablo, en el lapso en que estaba arrebatado, habría sentido si lo hubieran tocado. ¡Yo digo que sí! Cuando estaba recluido con la cerradura de la divinidad, él habría notado si lo hubiesen tocado con la punta de un alfiler, pues San Agustín dice en el libro «Del alma y del espíritu»: El alma fue creada, por decirlo así, en un punto límite entre el tiempo y la eternidad. Con los sentidos más bajos se ocupa, en el tiempo, de las cosas temporales; en cuanto a su potencia suprema comprende y siente, fuera del tiempo, las cosas eternas. Por eso digo: Si en el lapso de su arrobamiento lo hubieran tocado a San Pablo con la punta de un alfiler, él lo habría notado ya que su alma permanecía en su cuerpo, como la forma en su materia respectiva. Y así como el sol alumbra el aire, y el aire la tierra, así su espíritu recibió luz pura de parte de Dios, y (lo mismo) el alma, del espíritu y el cuerpo, del alma. Por lo tanto es evidente cómo San Pablo fue arrebatado y permaneció también (con su alma en el cuerpo). Fue arrebatado en cuanto a ser-espíritu y permaneció en cuanto a ser-alma. 835 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIII 3

El tercer interrogante trata de si él estaba en Dios o Dios en él. Yo digo: Dios conoció en él, y él como no (hallándose) en Dios. Escuchad un símil: El sol brilla a través del vidrio y expele el agua de la rosa; esto se debe a la fineza de la materia del vidrio (y) a la fuerza generadora del sol: así el sol da a luz en el vidrio y no el vidrio en el sol. Lo mismo sucedió con San Pablo: cuando el claro sol de la divinidad bañó a su alma, se expelió de la diáfana rosa de su espíritu el río amoroso de la contemplación divina, del que dice el profeta: «El ímpetu del río da alegría a mi ciudad» (Salmo 45, 5), o sea, a mi alma. Y esto le sucedió gracias a la claridad de su alma. El amor penetró a través de ésta debido a la facultad procreativa de la divinidad. 837 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIII 3

Así está escrito en el Evangelio de San Juan. Del largo relato saco una palabrita. Dijo Nuestro Señor: «Mujer, llegará la hora y ha llegado ahora, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad y a tales (adoradores) busca el Padre» (Juan 4, 23). 877 ECKHART: SERMONES: SERMON XXVI 3

Pues bien, dice Él: «que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad». ¿Qué es la verdad? (La) verdad es tan noble que, si fuera posible que Dios se apartara de la verdad, yo querría seguir a la verdad y abandonar a Dios; porque Dios es la Verdad y todo cuanto se halla en el tiempo y todo cuanto fue creado alguna vez por Dios, no es la Verdad. 879 ECKHART: SERMONES: SERMON XXVI 3

Nadie puede recibir al Espíritu Santo a no ser que more por encima del tiempo en (la) eternidad. En las cosas temporales el Espíritu Santo no puede ser ni recibido ni dado. Cuando el hombre se aparta de las cosas temporales y se vuelve hacia su fuero íntimo, percibe allí una luz celestial que ha venido del cielo. Se halla por debajo del cielo y, sin embargo, es del cielo. En esta luz el hombre queda satisfecho, y, sin embargo, ella es (aún) corpórea; dicen que es materia. Un (trozo de) hierro cuya naturaleza consiste en caer hacia abajo, se levanta hacia arriba en contra de su naturaleza y se apega a la piedra imán a causa de la noble influencia que la piedra ha recibido del cielo. Dondequiera se dirija la piedra, hasta ahí se dirige también el hierro. Lo mismo hace el espíritu: no se contenta así sin embargo con esa luz; va avanzando siempre por el firmamento y penetra a través del cielo hasta llegar al espíritu que hace girar al cielo, y debido a la rotación del cielo reverdece y se cubre de hojas todo cuanto hay en el mundo. Pero el espíritu aún no está satisfecho si no avanza hasta la cima y la fuente primigenia donde el espíritu tiene su origen. Este espíritu (= el espíritu humano) comprende de acuerdo con el número sin número, y semejante número (sin número) no existe en el tiempo de la caducidad. En la eternidad (en cambio), nadie tiene otra raíz, allí nadie carece de número. Este espíritu tiene que ir más allá de todo número atravesando toda cantidad, y luego es atravesado por Dios; y así como Él me atraviesa, lo atravieso yo, a mi vez. Dios conduce a este espíritu al desierto y a la unidad suya allí donde Él es un Uno puro y (sólo) brota en sí mismo. Este espíritu (ya) no tiene porqué; si tuviera algún porqué (también) debería tener su porqué la unidad. Este espíritu se halla en unidad y en libertad. 930 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIX 3

Ahora bien, dicen los maestros que la voluntad es tan libre que, a excepción de Dios, nadie es capaz de someterla. (Pero) Dios no somete a la voluntad sino que la ubica en la libertad de tal manera que no quiere otra cosa que aquello que es Dios mismo y la misma libertad. Y el espíritu no puede querer otra cosa fuera de lo que quiere Dios; y eso no es falta de libertad sino libertad por excelencia. 931 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIX 3

Hay, empero, gente que dice: «Nos echáis hermosos sermones, mas nosotros no notamos nada de ello». ¡Yo también me lamento de lo mismo! Este ser es tan noble y tan universal que no necesitas comprarlo ni por un cuarto ni por medio penique. Ten sin embargo una disposición recta y una voluntad libre, entonces lo poseerás. El hombre que ha dejado así a todas las cosas en su ser más bajo y en cuanto son perecederas, las recibe de vuelta en Dios donde son verdad. Todo cuanto aquí está muerto, vive allí, y todo cuanto es materia gruesa aquí, allí, en Dios, es espíritu. Es exactamente como si alguien vertiera agua pura en un recipiente limpio, que fuera completamente puro y límpido, y lo dejara sin mover; y si luego una persona pusiera (encima) su rostro, lo vería en el fondo exactamente como es en sí mismo. Esto se debe al hecho de que el agua es pura y limpia e inmóvil. Lo mismo sucede con todos los hombres que se mantienen libres y unidos en sí mismos, y, si reciben a Dios en medio de la paz y tranquilidad, deben recibirlo también en la discordia e intranquilidad; entonces todo anda perfectamente bien. Pero si lo aprehenden menos en la discordia e intranquilidad, que en la tranquilidad y la paz, las cosas andan mal. Dice San Agustín: A quien el día le resulta enojoso y el tiempo se le hace largo, que se dirija hacia Dios donde no hay «tiempo largo» (= tiempo que dura) y en quien descansan todas las cosas. Aquel que ama a la justicia, será aprehendido por la justicia y se convertirá en justicia. 933 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIX 3

Pues bien, dijo Nuestro Señor: «No os he llamado siervos, os he llamado amigos, porque el siervo no sabe qué es lo que quiere su Señor» (Juan 15,15). También mi amigo podría saber algo que yo no sabía, por cuanto no querría comunicármelo. Mas Nuestro Señor dijo: «Todo cuanto he escuchado de mi Padre, os lo he revelado». Me sorprende, pues, que algunos frailes, que pretenden ser muy doctos y grandes frailes, se contenten tan pronto y se dejen engañar. Al referirse a la palabra que dijo Nuestro Señor: «Todo cuanto he escuchado de mi Padre, os lo he revelado»… quieren interpretarla diciendo que nos ha revelado cuanto nos hace falta para nuestra eterna bienaventuranza, mientras «estamos en camino». Yo no opino que se deba interpretar así, porque no es verdad. Dios ¿por qué se hizo hombre? Para que yo mismo naciera como el mismo Dios. Dios murió para que yo muriera para todo el mundo y todas las cosas creadas. Así hay que interpretar la palabra pronunciada por Nuestro Señor: «Todo cuanto he escuchado de mi Padre, os lo he revelado». ¿Qué es lo que el Hijo escucha de su Padre? El padre no puede sino engendrar, el Hijo no puede sino nacer. Todo cuanto el Padre tiene y cuanto es, (o sea) la esencia abismal del ser divino y de la naturaleza divina, lo engendra todo en su Hijo unigénito. Esto es lo que el Hijo escucha del Padre, esto es lo que nos ha revelado para que seamos (cada uno) el mismo hijo. Todo cuanto tiene el Hijo, o sea, el ser y la naturaleza, lo tiene de su Padre, para que seamos (cada uno) el mismo hijo unigénito. (Por otra parte), nadie tiene el Espíritu Santo si no es el hijo unigénito. (Pues), allí donde se hace espíritu al Espíritu Santo, lo hacen espíritu el Padre y el Hijo; porque esto es esencial y espiritual. Puedes recibir, por cierto, los dones del Espíritu Santo o la semejanza con el Espíritu Santo; pero no permanece en tu interior, es inestable. Sucede lo mismo cuando una persona se ruboriza por vergüenza y (luego) palidece; es un accidente y pasajero. Mas el hombre que es rubicundo y hermoso por naturaleza, siempre sigue siéndolo. Así (también) le pasa al hombre que es el hijo unigénito: el Espíritu Santo permanece en él esencialmente. Por eso está escrito en el Libro de la Sabiduría: «Hoy te he engendrado» al reflejo de mi luz eterna, en la plenitud y «en la claridad de todos los santos» (Cfr Salmos 2,7; 109,3). Lo engendra ahora y «hoy». Ahí se está de parto en la divinidad, ahí se los «bautiza en el Espíritu Santo» — «ésta es la promesa que les ha hecho el Padre» —. «Luego de estos días que no son muchos sino pocos»: esto es la «plenitud de la divinidad» (Cfr Col 2, 9) donde no hay ni día ni noche; aquello que se halla a (una distancia de) mil millas, allí se encuentra tan cerca de mí como el lugar donde estoy parado ahora, allí hay plenitud y magnificencia de toda la divinidad, allí hay unidad. El alma, mientras percibe (aún) cualquier diferencia, anda mal; mientras todavía hay algo que mira hacia fuera o hacia dentro, no hay unidad. María Magdalena buscaba a Nuestro Señor en la tumba, buscaba a un muerto y encontró a dos ángeles vivos; por eso se sintió aún desconsolada. Entonces dijeron los ángeles: «¿De qué te preocupas? ¿Qué estás buscando? Un muerto y encuentras a dos vivos». Entonces dijo ella: «Justamente esto es mi desconsuelo que yo encuentre a dos y, sin embargo, busco a uno solo». (Cfr Juan 20,11 ss). 934 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIX 3

Los santos conquistaron cuatro reinos, y nosotros, también, debemos conquistarlos. El primer reino es el mundo; el reino del mundo ha de vencerse por la pobreza del espíritu. El segundo reino es el de nuestra carne; a éste lo debemos vencer por el hambre y la sed. El tercer reino es el del diablo; a él lo tenemos que vencer con lamentos y penas. El cuarto reino es el de Nuestro Señor Jesucristo; a él lo debemos conquistar con la fuerza del amor. 990 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIII 3

Cristo está sentado a la diestra de su Padre. El mayor bien que puede ofrecer Dios, lo constituye su mano derecha. Cristo dice: «Yo soy una puerta» (Juan 10, 9). El primer efluvio violento y el primer derretimiento, allí donde Dios se derrite (sucede) donde se derrite en su Hijo y allí, Éste vuelve a derretirse en el Padre. Yo dije un buen día que la puerta es el Espíritu Santo: a través de ella se derrite en (su) bondad en todas las criaturas. Donde hay un hombre natural, éste comienza a obrar con «la mano derecha». Dice un maestro que el cielo recibe inmediatamente de Dios. Otro maestro dice que no es así: porque Dios es un espíritu y una luz acendrada; por eso, aquello que ha de recibir inmediatamente de Dios, ha de ser, con necesidad, un espíritu y una luz acendrada. Dice un maestro: Es imposible que alguna cosa corpórea sea susceptible del primer efluvio violento allí donde emana Dios, si no es una luz o un espíritu acendrado. El cielo se halla por encima del tiempo y es la causa del tiempo. Un maestro dice que el cielo, en su naturaleza, es tan noble que no puede degradarse a ser la causa del tiempo. En su naturaleza no puede ser causa del tiempo; (pero), en su trayectoria es la causa del tiempo, es decir, en la deserción (de la naturaleza) del cielo, (mas) él mismo es atemporal. Mi color no es mi naturaleza, antes bien, es una deserción de mi naturaleza, y nuestra alma se halla muy por encima y «está oculta en Dios». Entonces no digo solamente: por encima del tiempo, sino «oculta en Dios». ¿Es esto lo que significa el cielo? Todo cuanto es corpóreo es una deserción y un azar y un rebajamiento. El rey David dice: «Ante la vista de Dios, mil años son como un día que ha pasado» (Salmo 89, 4); porque todo cuanto es futuro y cuanto ha pasado se halla todo allá en un solo «ahora». 1018 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXV 3

«El patriarca Jacobo llegó a un lugar y al atardecer, cuando el sol se había puesto, quiso descansar» (Cfr Gén 28, 10 s). Se dice: en un lugar, sin nombrarlo. El lugar es Dios. Dios no tiene nombre propio y es un lugar y una ubicación de todas las cosas y es el lugar natural de todas las criaturas. El cielo en su (parte) más elevada y acendrada, no tiene lugar; antes bien, en su decadencia, en su efecto, es lugar y ubicación de todas las cosas corpóreas que se hallan por debajo de él. Y el fuego es (el) lugar del aire y el aire es (el) lugar del agua y de la tierra. Lugar es aquello que me rodea, en cuyo medio estoy. Así el aire rodea a la tierra y al agua. Cuanto más sutil es una cosa, tanto más vigorosa es; por eso es capaz de obrar dentro de las cosas que son más toscas y se hallan por debajo de ella. La tierra (=el elemento) no es capaz de ser lugar en el sentido propio, porque es demasiado tosca y es también el más bajo de los elementos. El agua, en parte, es lugar; por ser más sutil es más vigorosa. Cuanto más vigoroso y sutil es el elemento, tanto más se presta para ser ubicación y lugar de otro. Así el cielo es (el) lugar de todas las cosas corpóreas y él mismo no tiene lugar que sea físico; mas aún: su lugar y su orden y su ubicación lo constituye el ángel más bajo, y así siempre hacia arriba; cada ángel, que es más noble, se constituye en lugar y ubicación y medida de otro, y el ángel supremo se constituye en lugar y ubicación y medida de todos los demás ángeles que se encuentran por debajo de él, y él mismo no tiene lugar ni medida. Pero Dios tiene su medida (la del ángel) y es su lugar y el (ángel) es espíritu puro. (Mas) Dios no es espíritu, según las palabras de San Gregorio quien dice que todas las palabras que enunciamos sobre Dios, son un balbuceo sobre Dios. Por eso dice (la Escritura): «Llegó a un lugar». El lugar es Dios que da su ubicación y orden a todas las cosas. He dicho algunas veces: Lo mínimo de Dios llena a todas las criaturas y en ello viven y crecen y reverdecen, y lo máximo de Él no se halla en ninguna parte. Mientras el alma se encuentra en alguna parte, no está en lo máximo de Dios, que no se halla en ninguna parte. 1029 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVI b 3

Algunos profesores opinan que el espíritu consigue su bienaventuranza en el amor; otros afirman que la obtiene en la contemplación de Dios. Mas yo digo: No la consigue ni en el amor ni en el conocer ni en el contemplar. Podría preguntarse, pues: ¿El espíritu no tiene contemplación de Dios en la vida eterna? ¡Sí y no! En cuanto ha nacido, (ya) no tiene la mirada elevada hacia Dios ni la contemplación de Él. Pero en cuanto habrá de nacer (aún), tiene contemplación de Dios. Por eso, la bienaventuranza del espíritu reside allí donde ha nacido y no donde (todavía) está por nacer, porque vive donde vive el Padre, es decir, en (la) simpleza y en (la) desnudez del ser. Por eso, dales la espalda a todas las cosas y tómate puro en (el) ser; porque cuanto está fuera del ser, es «accidente» y todos los accidentes producen un porqué8. 1087 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIX 3

En el alma hay una potencia para la cual todas las cosas son igualmente dulces; ah sí, lo peor y lo mejor de todo le resultan completamente iguales a esta potencia; ella toma a todas las cosas por encima de «aquí» y «ahora». «Ahora»… esto es tiempo, y «aquí»… esto es lugar, el lugar donde me encuentro ahora. Mas, si hubiera salido enteramente de mí mismo, desasiéndome por completo, entonces ¡albricias! el Padre engendraría a su Hijo unigénito en mi espíritu con tanta pureza que el espíritu volvería a darlo a luz. Ah sí, (lo digo) con toda verdad: Si mi alma estuviera tan dispuesta como el alma de Nuestro Señor Jesucristo, el Padre obraría en mi interior tan puramente — y nada menos — como en su Hijo unigénito; porque me ama a mí con el mismo amor con el que se ama a sí mismo. San Juan dice: «Al comienzo era el Verbo y el Verbo estaba con Dios y Dios era el Verbo» (Juan 1, 1). Ea, aquel que ha de escuchar el Verbo en el Padre — allí reina gran silencio — debe estar muy tranquilo y apartado de todas las imágenes, ah sí, y de todas las formas. Ea, este hombre debería vincularse a Dios con tanta lealtad que todas las cosas juntas no fueran capaces de alegrarlo ni entristecerlo. Ha de recibir todas las cosas en Dios, tales como son en Él. 1133 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLII 3

Dice un maestro: Dios es la medida de todas las cosas, y un hombre, en cuanto alberga en su fuero íntimo una mayor parte de Dios, tanto más sabio, noble y mejor es que el otro. Tener más de Dios no es otra cosa que asemejarse más a Dios; cuanto más semejanza con Dios hay en nuestro interior, tanto más espirituales somos. Dice un maestro: Donde terminan los espíritus más bajos, allí comienzan las cosas corporales más elevadas. Todo esto quiere decir: Como Dios es espíritu, por eso es más noble la cosa más insignificante que es espíritu, que lo más elevado que es corpóreo. En consecuencia, el alma es más noble que todas las cosas corpóreas por nobles que sean. El alma fue creada como en un punto entre (el) tiempo y (la) eternidad, tocando a ambos. Con las potencias más elevadas toca la eternidad, pero con las potencias inferiores, el tiempo. Mirad, de tal manera obra en el tiempo, no según el tiempo sino según la eternidad. Esto lo tiene de común con los ángeles. Dice un maestro: El espíritu es un trineo que lleva la vida a todos los miembros a causa de la gran unión que el alma tiene con el cuerpo. A pesar de que el espíritu sea racional y realice toda la obra que se efectúa en el cuerpo, no se debe decir: Mi alma conoce o hace esto o aquello, sino que hace falta expresar: Yo hago o conozco esto o aquello a causa de la gran unión que hay entre ambos; porque los dos juntos son un solo hombre. Si una piedra recogiera en sí el fuego, obraría de acuerdo con la potencia del fuego; mas, cuando el aire recoge en sí la luz del sol, no aparece ninguna luz fuera del aire (alumbrado). Ello se debe a la penetrabilidad que éste tiene para con la luz; aun cuando en una milla (de espacio) cabe más aire que en media (milla). Mirad, me atrevo a decir, y es verdad: Debido a la gran unión que tiene el alma con el cuerpo, el alma es tan perfecta en el miembro más insignificante como en todo el cuerpo. Con referencia a ello dice Agustín: Si (ya) es tan grande la unión existente entre cuerpo y alma, es mucho más grande la unión en la cual (el) espíritu se une con (el) espíritu. Mirad, por esta razón es «Señor» y «Espíritu», para que nos haga bienaventurados en la unión con Él. 1212 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLVII 3

Rogamos a Nuestro querido Señor que se nos llene así con este espíritu que es «Señor» y «Espíritu». Amén. 1215 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLVII 3

Y Cristo dijo: «Bienaventurado es aquel que escucha y guarda la palabra de Dios». ¡Ahora fijaos empeñosamente en este significado! El Padre mismo no escucha nada fuera del susodicho Verbo, no conoce nada más que este Verbo, no dice nada más que este mismo Verbo, no engendra nada más que este mismo Verbo. En este mismo Verbo escucha el Padre y conoce el Padre y engendra a sí mismo y también a este mismo Verbo y a todas las cosas y a su divinidad, totalmente hasta el fondo, a sí mismo de acuerdo con la naturaleza, y a este Verbo con la misma naturaleza en otra persona. ¡Ea, fijaos ahora en este modo de hablar! El Padre enuncia, racionalmente, con fecundidad su propia naturaleza íntegra en su Verbo eterno. No es que pronuncie el Verbo voluntariamente, como un acto de voluntad, como cuando se dice o se hace algo a fuerza de voluntad, y a causa de esa misma fuerza uno también podría omitirlo si quisiera. Así no son las cosas con el Padre y con su Verbo eterno, sino que Él, quiéralo o no, debe pronunciar, y engendrar sin cesar, este Verbo, porque se halla de manera natural junto al Padre como una raíz (de la Trinidad), dentro de la naturaleza del Padre, tal como es el Padre mismo. Mirad, por ello el Padre pronuncia el Verbo voluntariamente y no por (fuerza de) la voluntad, y naturalmente y no por (fuerza de) la naturaleza. En este Verbo el Padre enuncia mi espíritu y tu espíritu y el espíritu de cada hombre (como) igual al mismo Verbo. En este mismo (acto de) hablar tú y yo somos (cada uno) un hijo por naturaleza, de Dios como (lo es) el mismo Verbo. Pues, según dije antes: El Padre no conoce nada fuera de este mismo Verbo y de sí mismo y de toda la naturaleza divina y de todas las cosas en este mismo Verbo, y todo cuanto conoce en Él es igual al Verbo y es, por naturaleza, el mismo Verbo en la Verdad. Cuando el Padre te da y te revela este conocimiento, te da de veras (y) del todo su vida y su ser y su divinidad en la Verdad. En esta vida, el padre, (o sea) el padre carnal, le comunica su naturaleza a su hijo, mas no le da su propia vida ni su propio ser, porque el hijo tiene otra vida y un ser distinto del que tiene el padre. Este hecho se demuestra por lo siguiente: El padre puede morir y el hijo, vivir; o, el hijo puede morir y el padre, vivir. Si los dos tuvieran una sola vida y un solo ser, tendría que suceder necesariamente que ambos muriesen o viviesen juntos, ya que la vida y el ser de ambos sería uno solo. Pero, así no es. Y por eso, cada uno es ajeno al otro y están diferenciados en cuanto a vida y ser. Si saco (el) fuego de un lugar y lo coloco en otro, por más que sea fuego, se halla dividido: éste puede arder y aquél apagarse, o éste puede apagarse y aquél arder; y por ende, no es ni uno solo ni eterno. Pero, como dije antes: El Padre en el reino de los cielos te da su Verbo eterno y en el mismo Verbo te da su propia vida y su propio ser y su divinidad toda; porque el Padre y el Verbo son dos personas y una sola vida y un solo ser indiviso. Cuando el Padre te recoge en esta misma luz para que tú contemples, de modo cognoscitivo, a esta luz en esta luz, de acuerdo con la misma peculiaridad con la cual Él, con su poder paterno, se conoce en este Verbo (= esta luz) a sí mismo y a todas las cosas, (así como conoce) al mismo Verbo, según (la) razón y (la) verdad, tal como he dicho, entonces te da poder para engendrar, junto a Él, a ti mismo y a todas las cosas y (te concede) su propio poder igual que a este mismo Verbo. Así pues, estás engendrando sin cesar, junto con el Padre por la fuerza del Padre, a ti mismo y a todas las cosas en un «ahora» presente. Dentro de esta luz, según he dicho, el Padre no conoce ninguna diferencia entre Él y tú y ninguna ventaja, ni menor ni mayor, que entre Él y su mismo Verbo. Porque el Padre y tú mismo y todas las cosas y el mismo Verbo son uno dentro de la luz. 1242 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3

Ahora me voy a referir a la segunda sentencia pronunciada por Nuestro Señor: «Si el grano de trigo no cae a tierra y no muere allí, queda solo y no produce fruto. Pero, si cae a tierra y muere allí, produce cien veces más fruto». «Cien veces», dicho con significado espiritual, equivale a innumerables frutos. Pero ¿qué es el grano de trigo que cae a tierra, y qué es la tierra a la cual ha de caer? Este grano de trigo — según expondré ahora — es el espíritu al que se llama o se dice alma humana, y la tierra a la cual ha de caer, es la muy bendita humanidad de Jesucristo; porque ésta es el campo más noble que haya sido creado jamás de tierra o preparado para cualquier fecundidad. A este campo lo han preparado el mismo Padre y este mismo Verbo y el Espíritu Santo. Ea, ¿cuál era el fruto de este precioso campo de la humanidad de Jesucristo? Era su alma noble, desde el momento en que sucedió que, por la voluntad divina y el poder del Espíritu Santo, la noble humanidad y el noble cuerpo fueron formados en el seno de Nuestra Señora para la salvación de los hombres, y que fue creada el alma noble, de modo que el cuerpo y el alma en un solo instante fueron unidos con el Verbo eterno. Esta unión se hizo tan rápida y verdaderamente que, tan pronto como el cuerpo y el alma se enteraron de que Él (Cristo) estaba, en ese mismo momento Él se comprendió como naturalezas humana y divina unidas, (como) Dios verdadero y hombre verdadero, un solo Cristo que es Dios. 1243 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3

¡Ahora fijaos en el modo de su fecundidad! Por esta vez llamo a su alma noble un grano de trigo que (caído) a la tierra de su noble humanidad, pereció por (el) sufrimiento y (la) acción, por (la) aflicción y (la) muerte, según dijo Él mismo, cuando debía padecer, con estas palabras: «Mi alma está entristecida hasta la muerte» (Mateo 26, 38; Marcos 14, 34). Entonces no se refirió a su noble alma según la manera como ella contempla de modo cognoscitivo el bien supremo, con el cual se halla unido en la persona y (que) es Él mismo según la unión y según la persona: este (bien) lo contemplaba sin cesar con su potencia suprema en medio del sufrimiento máximo, tan de cerca y exactamente como lo hace ahora; ahí adentro no podía caer ninguna tristeza ni pena ni muerte. Verdaderamente es así, porque en momentos en los que el cuerpo moría atrozmente en la cruz, su noble espíritu vivía en tal presencia (= la contemplación del bien supremo). Pero, en la medida en que el noble espíritu se hallaba racionalmente unido a los sentidos y a la vida del santo cuerpo, hasta ese punto Nuestro Señor llamaba alma a su espíritu creado, por cuanto le daba vida al cuerpo y estaba unida con los sentidos y la facultad intelectual. En ese aspecto (y) hasta ese punto su alma «estaba entristecida hasta la muerte» junto con el cuerpo, porque el cuerpo debía morir. 1244 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3

¡Ahora fijaos en el otro modo (propio) de la fecundidad del espíritu, (o sea) el grano de trigo! Es el siguiente: toda el hambre espiritual y la amargura, en las que lo sumerge Dios, lo habrá de soportar todo pacientemente; y aun cuando hace todo cuanto es capaz de hacer interior y exteriormente, no debe apetecer nada en recompensa. Y si Dios quisiera aniquilarlo o arrojarlo al infierno, no debería querer ni desear que Dios lo conservara en su ser o que lo librase del infierno, sino que debe dejar que Dios haga con él todo cuanto Él quiere o como si tú ni siquiera existieras: Dios ha de ser tan poderoso en todo cuanto eres tú, como en su propia naturaleza increada. Otra cosa más debes tener. Esto es: en el caso de que Dios te librara de la pobreza interior y te donara riqueza íntima y mercedes y te uniera con Él mismo en un grado tan alto como es capaz de experimentarlo tu alma, entonces deberías mantenerte tan libre de la riqueza y rendirle honor sólo a Dios, tal como tu alma se mantuvo libre cuando Dios la creó como algo desde la nada. Esta es la otra forma de la fecundidad que el grano de trigo, (o sea) el alma, ha recibido de la tierra (que es) la humanidad de Jesucristo, la que se mantuvo libre, por alta (que fuera) su fruición (del sumo bien), como dijo Él mismo en contra de los fariseos: «Si buscara mi gloria, mi gloria no sería nada; busco la gloria de mi Padre que me ha enviado» (Cfr Juan 8, 54 y 50). 1248 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3

¡Ahora fijaos bien! Ni Juan ni ninguno de todos los santos nos han sido señalados como fin que debemos perseguir, o como meta limitada por debajo de la cual hemos de permanecer. Sólo Cristo, Nuestro Señor, es nuestro fin, a Él hemos de seguir y (Él es) nuestra meta por debajo de la cual hemos de permanecer y a la que debemos ser unidos, iguales a Él en toda su gloria, así como nos corresponde la unificación. En el reino de los cielos no hay ningún santo tan santo ni perfecto que su vida (en esta tierra), en cuanto a sus virtudes, no se haya realizado dentro de (determinada) medida, y según esa medida es también la jerarquía de su vida eterna, y toda su perfección (en el cielo) corresponde por completo a esa medida. Por cierto (y) en verdad: si existiera un solo hombre que sobrepasara la medida correspondiente al santo más destacado que ha vivido virtuosamente y recibido por ello su bienaventuranza… si existiese, pues, un solo hombre que sobrepasara en algo esa medida de la virtud, él sería en la manifestación de la virtud todavía más santo y más bienaventurado que aquel santo lo haya sido jamás. Digo por Dios — y es tan verdadero como que Dios vive —: No hay ningún santo tan perfecto en el cielo que tú no pudieras sobrepasar el grado de su santidad con (tu) santidad y (tu forma de) vida, y que no pudieses llegar más alto que él en el cielo y permanecer (así) por la eternidad. Por eso digo: Si alguien fuera más humilde que Juan e inferior (a él), habría de ser eternamente mayor que él (= Juan) en el reino de los cielos. La verdadera humildad es esta: que un hombre con todo cuanto es por naturaleza, como ser creado de la nada, no se empeñe en nada, ni en el hacer ni en el dejar de hacer, fuera de esperar la luz de la gracia. Que uno sea prudente en (su) hacer y dejar de hacer, ésta es la verdadera humildad de la naturaleza. (La) humildad del espíritu consiste en el hecho de que él (= el hombre) se adjudique o atribuya tan poco de todo el bien que Dios le hace continuamente, como hacía cuando aún no existía. 1251 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3

La bienaventuranza abrió su boca de sabiduría y dijo: «Bienaventurados son los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos» (Mateo 5, 3). 1294 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

Ahora bien, hay dos clases de pobreza: una es una pobreza exterior y ésta es buena y muy elogiable en la persona que carga con ella voluntariamente, por amor de Nuestro Señor Jesucristo, porque Él mismo la soportó en esta tierra. De esta pobreza no quiero decir más. Pero existe otra pobreza, una pobreza interior respecto a la cual hay que entender la palabra de Nuestro Señor cuando dice: «Bienaventurados son los pobres en espíritu». 1296 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

Todo cuanto ha procedido alguna vez de Dios, está orientado hacia un obrar puro. Mas la obra propia del hombre consiste en el amar y conocer. Ahora surge la pregunta de cuál es la cosa en que reside antes que nada la bienaventuranza. Varios maestros dijeron que reside en el conocer, algunos dicen que reside en el amar; otros afirman que reside en el conocer y en el amar, y éstos ya aciertan más. Pero nosotros decimos que no reside ni en el conocer ni en el amar; más aún: hay algo en el alma de lo cual fluyen el conocer y el amar; ello mismo no conoce ni ama como lo hacen las potencias del alma. Quien llega a conocer este (algo) conoce en qué reside (la) bienaventuranza. Este (algo) no tiene ni antes ni después y no está a la espera de ninguna cosa adicional porque no puede ni ganar ni perder. Por eso se halla privado también del saber de que Dios obra en él; antes bien: es lo mismo que disfruta de sí mismo a la manera de Dios. Decimos, pues, que el hombre debe mantenerse despojado y libre de modo que ni sepa ni conozca que Dios opera en él: de tal modo el hombre puede poseer (la) pobreza. Dicen los maestros que Dios es un ser y un ser racional y conoce todas las cosas. Mas nosotros decimos: Dios no es ni ser ni racional ni conoce esto o aquello. Por eso, Dios es libre de todas las cosas y por eso es todas las cosas. Quien ha de ser, pues, pobre en espíritu, debe ser pobre en cuanto a todo su saber propio, de modo que no sepa nada de nada, ni de Dios ni de la criatura ni de sí mismo. Por eso hace falta que el hombre aspire a no poder saber ni conocer nada de las obras divinas. De tal manera, el hombre puede ser pobre con respecto a su propio saber. 1305 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

¡Ahora prestad atención con empeño y seriedad! He dicho a menudo — y también hay grandes maestros que lo dicen — que el hombre debe estar tan libre de todas las cosas y de todas las obras, tanto interiores como exteriores, que pueda ser un lugar apropiado para Dios, en cuyo interior Dios puede obrar. Mas ahora diremos otra cosa. Si sucede que el hombre se mantenga libre de todas las criaturas y de Dios y de sí mismo, pero si todavía es propenso a que Dios encuentre un lugar para obrar en él, entonces decimos: Mientras las cosas andan así con este hombre, él no es pobre con extrema pobreza. Porque para sus obras Dios no se empeña en que el hombre tenga en sí mismo un lugar donde Dios pueda obrar; pues es ésta la pobreza en espíritu: que (el hombre) se mantenga tan libre de Dios y de todas sus obras que Dios, si quiere obrar en el alma, sea Él mismo el lugar en el cual quiere obrar… y esto lo hace gustosamente. Pues, cuando encuentra así de pobre al hombre, Dios está operando su propia obra y el hombre tolera en su fuero íntimo a Dios, y Dios constituye un lugar propio para sus obras gracias al hecho de que Él es un Hacedor en sí mismo. Allí, en esa pobreza, obtiene el hombre (otra vez) el ser eterno que él fue y que es ahora y que ha de ser eternamente. 1308 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

El otro (significado se ve) cuando afirma que la «ciudad» es «santa». San Dionisio dice que (la) «santidad es pureza total, libertad y perfección». (La) pureza reside en que el hombre se halla apartado de los pecados; este hecho libera al alma. El deleite y la alegría máximos que existen en el cielo, se constituyen en (la) semejanza; y si Dios entrara en el alma y ella no fuera semejante a Él, ese hecho la atormentaría, pues San Juan dice: «Quien comete el pecado, es siervo del pecado» (Juan 8, 34). Podemos afirmar de los ángeles y de los santos que son perfectos, pero de los santos no en sentido pleno, ya que todavía abrigan amor a sus cuerpos que yacen aún en cenizas; solamente en Dios hay completa perfección. Me sorprende que San Juan alguna vez haya osado decir que existen tres personas (divinas) a no ser que lo haya visto en el espíritu: cómo el Padre, con toda perfección, se vierte en el Hijo en el nacimiento, y se vierte con bondad en el Espíritu Santo como en (un flujo de) amor. 1380 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVII 3

Esta sentencia cuadra bien con lo que dije ayer: «Lo llamé y lo invité y lo atraje, y el espíritu de la sabiduría ha entrado en mi fuero íntimo, y lo he apreciado más que todos los reinos y (el) poder y (el) dominio, y más que (el) oro y (la) plata, y más que (las) piedras preciosas, y en comparación con el espíritu de la sabiduría he considerado todas las cosas como grano de arena y fango y nada» (Sabiduría 7, 7 a 9). Constituye evidente señal de que posee «el espíritu de la sabiduría» aquel hombre que considera pura nada a todas las cosas. «El espíritu de la sabiduría» no vive en aquel que mira a alguna cosa como (si fuera) algo. Cuando él (= el sabio) dijo «como un grano de arena», esto era demasiado poco; cuando dijo «como fango», también era demasiado poco; cuando dijo: «como nada», estaba bien dicho, porque todas las cosas son pura nada en comparación con «el espíritu de la sabiduría». «Lo llamé y lo atraje y lo invité, y el espíritu de la sabiduría ha entrado en mi fuero íntimo». Quien lo llama dentro de lo más entrañable, en éste entra «el espíritu de la sabiduría». 1403 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIX 3

En el alma hay una potencia que es más extensa que todo este mundo. Tiene que ser muy extensa ya que Dios mora allí adentro. Alguna gente no «invita al espíritu de la sabiduría»; «invita» a (la) salud y a (las) riquezas y a (la) voluptuosidad, pero en éstas no entra «el espíritu de la sabiduría». La cosa que solicitan, la prefieren a Dios — como cuando alguien da un penique por un pan, él prefiere el pan al penique —, convierten a Dios en servidor de ellos. «¡Hazme esto y sáname», diría acaso un hombre rico, «pide lo que quieras, yo te lo daré!». Y si alguien luego solicitara un cuarto sería una necedad; y si le solicitara cien marcos, el (otro) se los daría gustosamente. Por eso es una enorme necedad cada vez que alguien le pide a Dios otra cosa que (no sea) Él mismo. Para Él (semejante pedido) es indigno porque no existe nada que dé tan gustosamente como a sí mismo. Dice un maestro: Todas las cosas tienen un porqué, pero Dios no tiene ningún porqué; y el hombre que le solicita a Dios otra cosa que (no sea) Él mismo, le crea a Dios un porqué. 1404 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIX 3

Pues bien, él (= el sabio) dice: «Con el espíritu de la sabiduría he recibido a la vez todas las cosas buenas» (Sabiduría 7, 11). Por entre los siete dones, el don de la sabiduría es el más noble. Dios no da ninguno de estos dones sin darse primero Él mismo, y de modo igual y de manera engendrante. Todo cuanto es bueno y puede traer gozo y consuelo, lo poseo todo en el «espíritu de la sabiduría» y (también) toda la dulzura, de manera que no permanece fuera (del espíritu) ni tanto como la punta de una aguja; y, sin embargo, sería nonada si uno no lo poseyera tan perfecta e igual y rectamente como lo goza Dios, así gozo yo lo mismo de modo igual en su naturaleza. Porque Él, en «el espíritu de la sabiduría», opera en forma completamente igual de modo que lo mínimo llega a ser como lo máximo, pero no lo máximo como lo mínimo. Es como si alguien injertara un vástago noble en un tronco tosco, luego todos los frutos salen según la nobleza del vástago y no según la tosquedad del tronco. Así sucede también en este espíritu: allí todas las obras se vuelven iguales, porque lo mínimo llega a ser como lo máximo, y no lo máximo como lo mínimo. Él (= Dios) se entrega de manera engendrante, porque la obra más noble en Dios es engendrar, con tal de que en Dios una cosa fuera más noble que otra; porque todo el placer de Dios está cifrado en engendrar. Todo cuanto me es congénito no me lo puede quitar nadie, a no ser que me quite a mí mismo. (En cambio) todo cuanto me puede caer en suerte, lo puedo perder; por eso, Dios nace íntegramente en mí para que no lo pierda nunca; pues, todo cuanto me es congénito, no lo pierdo. Dios tiene todo su placer en el nacimiento, y por eso engendra a su Hijo en nuestro fuero íntimo para que tengamos en ello todo nuestro deleite y engendremos junto con Él al mismo Hijo natural; porque Dios cifra todo su placer en el nacimiento y por eso nace dentro de nosotros para tener todo su deleite en nuestra alma y para que nosotros tengamos todo nuestro deleite en Él. Por eso dijo Cristo, según escribe San Juan en el Evangelio: «Me siguen» (Juan 10, 27). Seguir a Dios en sentido propio, eso está bien: que obedezcamos a su voluntad, como dije ayer: «¡Hágase tu voluntad!» (Mateo 6, 10). San Lucas escribe en el Evangelio que Nuestro Señor dijo: «Quien quiere seguirme, que renuncie a sí mismo y tome su cruz y sígame» (Lucas 9, 23). Quien renunciara a sí mismo en sentido propio, éste pertenecería a Dios por antonomasia, y Dios le pertenecería a él por antonomasia; de ello estoy tan seguro como del hecho de ser hombre. Para semejante hombre resulta tan fácil renunciar a todas las cosas como a una lenteja; y a cuanto más renuncia, tanto mejor. 1405 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIX 3