Esto es bien cierto. Sin embargo, las apariencias externas no son ninguna cosa externa para el hombre ejercitado porque todas las cosas tienen para el hombre interior una divina (e) interna forma de existencia. 186 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 21.
A lo cual he contestado: ¡Dios no es un destructor de ningún bien sino que es un cumplidor! Dios no es un destructor de la naturaleza sino que la perfecciona. La gracia tampoco destruye a la naturaleza sino que la perfecciona. Si Dios entonces, en un comienzo, destruyera así a la naturaleza, le haría violencia e injusticia; y esto no lo hace. El hombre tiene libre albedrío con el cual puede elegir entre el bien y el mal, y Dios le ofrece (para que elija) la muerte por la mala acción y la vida por la buena acción. El hombre ha de ser libre y señor de todas sus acciones, y no destruido ni obligado. (La) gracia no destruye a la naturaleza, sino que la perfecciona. La gloria no destruye a la gracia, sino que la perfecciona, porque la gloria es la gracia perfeccionada. No existe, pues, nada en Dios que destruya algo que en alguna forma tiene existencia; Él es, al contrario, quien perfecciona todas las cosas. Del mismo modo, nosotros tampoco hemos de destruir en nosotros ningún bien por pequeño que sea, ni un modo insignificante a causa de otro grande; sino que debemos perfeccionarlo al máximo. 209 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 22.
El primer (punto) es: que ningún desasosiego ni daño carecen de sosiego y que ningún daño es mero daño. Por eso dice San Pablo que la lealtad y bondad de Dios no permiten que cualquier prueba o aflicción se haga insoportable. Él procura y da siempre un poco de consuelo con el cual uno puede arreglárselas (Cfr 1 Cor 10,1 3); como también los santos y los maestros paganos dicen que Dios y la naturaleza no permiten la existencia del mal o de la pena puros. 266 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Debe saberse además, que San Jerónimo dice, y también los maestros en general lo hacen, que todo hombre, desde el comienzo de su existencia humana, tiene un espíritu bueno, (o sea) un ángel y un espíritu malo, (o sea) un diablo. El ángel bueno da consejos empujando continuamente hacia aquello que es bueno, que es divino, que es virtud y celestial y eterno. El espíritu malo aconseja al hombre empujándolo siempre hacia aquello que es temporal y perecedero, y que es vicioso, malo y diabólico. Este mismo espíritu maligno charla continuamente con el hombre exterior y por intermedio de él persigue en secreto (y) en todo momento al hombre interior, de la misma manera que la serpiente charlaba con la señora Eva y por intermedio de ella con Adán, su marido. (Cfr Génesis 3, 1 ss). El hombre interior, éste es Adán. El varón en el alma es el árbol bueno que da sin cesar frutos buenos y del cual habla también nuestro Señor (Cfr Mateo 7, 17). Es también el campo en donde Dios ha sembrado su imagen y semejanza, y donde siembra la buena semilla, la raíz de toda sabiduría, de todas las artes, de todas las virtudes, de toda bondad, (o sea la) semilla de la divina naturaleza (2 Pedro 1, 4). Semilla de divina naturaleza, esto es el Hijo de Dios, la Palabra de Dios (Lucas 8, 11). 350 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3
Ahora, ¡prestad atención! Tenéis que saber lo siguiente: los hombres que se entregan a Dios y que buscan con todo ahínco sólo (hacer) su voluntad, cualquier cosa que Dios da a semejante hombre es la mejor; con la misma certeza que tienes con respecto a la existencia de Dios, has de saber que necesariamente debe ser lo mejor de todo y que no podría haber otro modo mejor. Por más que alguna otra cosa parezca mejor, para ti no sería tan buena, porque Dios quiere justamente este modo y no otro, y este modo ha de ser, necesariamente, el mejor para ti. Sea pues, enfermedad o pobreza o hambre o sed o lo que sea, aquello que Dios te imponga o no te imponga o lo que Dios te dé o no te dé, para ti todo esto es lo mejor; aun cuando no tengas ni recogimiento ni fervor, ninguno de los dos, y lo que tengas o no tengas: disponte sin embargo a tener bien presente en todas las cosas la gloria de Dios y luego, cualquier cosa que te haga, será la mejor. 456 ECKHART: SERMONES: SERMÓN IV 3
Algunas veces, caminando hasta acá, estuve pensando que el hombre en la existencia temporal podía llegar a ejercer coacción sobre Dios. Si yo estuviera parado aquí arriba y le dijera a alguien: «¡Sube arriba!», esto sería difícil (para él). Pero si dijera: «¡Siéntate aquí!», esto sería fácil. Así procede Dios. Cuando el hombre se humilla, Dios en su bondad, propia (de Él), no puede menos que descender y verterse en ese hombre humilde, y al más modesto se le comunica más que a ningún otro y se le entrega por completo. Lo que da Dios es su esencia y su esencia es su bondad y su bondad es su amor. Toda la pena y todo el placer provienen del amor. En el camino, cuando debía venir para acá, se me ocurrió que sería preferible no venir porque quedaría empapado (de lágrimas) por amor. Dejemos de hablar sobre cuándo vosotros (alguna vez) quedasteis empapados (de lágrimas) por amor. Placer y pena provienen del amor. El hombre no debe temer a Dios, pues quien lo teme, huye de Él. Este temor es un temor nocivo. (Pero) es recto el temor cuando uno teme perder a Dios. El hombre no ha de temerlo sino amarlo, porque Dios ama al hombre con su entera (y) suprema perfección. Dicen los maestros que todas las cosas tienden voluntariamente a engendrar y a asemejarse al Padre, y dicen: La tierra huye del cielo; si huye hacia abajo, llega desde abajo al cielo; si huye hacia arriba, llega a la parte más baja del cielo. La tierra no puede huir a un lugar tan bajo que el cielo no fluya en ella y le imprima su fuerza y la fecundice, lo quiera ella o no. Así le sucede también al hombre que cree huir de Dios y, sin embargo, no puede huir de Él; todos los rincones lo revelan. Cree huir de Dios y corre a su seno. Dios engendra en ti a su Hijo unigénito, te guste o te disguste, duermas o estés despierto; Él hace lo que es propio. Pregunté el otro día qué es lo que tiene la culpa de que el hombre no lo sienta, y afirmé diciendo: La culpa reside en que su lengua lleva pegada otra suciedad, es decir, las criaturas; sucede exactamente lo mismo con una persona a la que cualquier clase de comida le resulta amarga y no le gusta. ¿Qué es lo que tiene la culpa de que no nos guste la comida? La falla reside en la falta de sal. La sal es el amor divino. Si tuviéramos el amor divino, nos gustaría Dios y todas las obras hechas por Él en cualquier momento, y recibiríamos todas las cosas de Dios y todos haríamos las mismas obras que hace Él. En esta igualdad somos todos un hijo único. 820 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXII 3