Hugo de S. Victor — ANTROPOLOGIA
Excertos de HISTORIA DE LA FILOSOFÍA. II (1º): EL CRISTIANISMO Y LA FILOSOFÍA PATRÍSTICA. PRIMERA ESCOLÁSTICA: 2
Antropología
El hombre es una naturaleza compuesta de dos sustancias distintas, una corpórea, mudable y mortal, y otra incorpórea, invisible e inmortal. «Fecit itaque Deus ho-minem ex duplici substantia: corpus secundum materiam de térra sumens; animam vero sine materia de nihilo fingens». «Gemina compactus substantia». «Homo quoddam totum est duabus partibus constans, anima et carne». El cuerpo, que se ve, es el signo del alma, que no se ve.
El alma fue creada especialmente por Dios de la nada. Es única en cada hombre, y se halla toda en todo y toda en cada parte del cuerpo. Por ella es el hombre imagen y semejanza de Dios: «divinitati esse cognatum». Pero esa semejanza quedó destruida por el pecado. Por esto, toda la actividad del hombre debe orientarse a restaurarla.
Cuerpo y alma son dos sustancias distintas, pero de su unión resulta un todo único, la persona humana, que consiste esencialmente en la unidad de conciencia. Para explicar la estrecha unidad que existe entre alma y cuerpo, acude Hugo a principios de armonía musical, aplicando el simbolismo de los números. De suyo el alma es ya una persona, independientemente del cuerpo, y de la unión de ambos no resulta propiamente una unidad, sino una suma: «Anima quippe in quantum est spiritus rationalis (numero discretus et ratione discernens, c.249) ex se et per se habet esse personara, et quando corpus ei sociatur, non tantum ad personara componitur quantum in personara apponitur».
Se trata, pues, de una unión extrínseca, de armonía y amistad, semejante a la que existe en la música. En esa unión consiste la música humana.
Así, pues, la persona humana consiste principalmente en el alma, y secundariamente en la unidad de conciencia, en que se perciben a la vez el alma y el cuerpo.
El hombre es un microcosmos. Sin menoscabo de la amistosa unidad de sus principios constituyentes, de ellos se deriva un dualismo de funciones, que corresponden a los dos mundos, espiritual y corpóreo, entre los cuales está colocado. Por una parte mira hacia fuera, hacia las cosas sensibles, y por otra hacia dentro, que es el camino que conduce a las invisibles. El hombre exterior se rige por los sentidos y la imaginación (oculus carnis); el interior, por la razón (oculus rationis), por la inteligencia y el sensus cordis seu intellectualis.
En Hugo reaparece un tema que proviene de San Agustín (Solil. II 1,1), recogido por Escoto Eriúgena (De div. nat. I 50), por Heirico de Auxerre y San Anselmo, y que pasará a Guillermo de Auvergne, Ockham, Pedro de Ailly, Campanella y Descartes. Es el del conocimiento directo del alma por sí misma. El alma conoce inmediatamente su existencia, de suerte que no puede dudar de ella, y a la vez se conoce como una sustancia distinta del cuerpo, es decir, conoce su sustancialidad, su espiritualidad y su presencia en todas y cada una de las partes del cuerpo.
Siendo el cuerpo y el alma, a su modo, efectos de la belleza suprema de Dios, deben reflejar, cada uno de por sí, esa suprema armonía. Hugo lo expresa acudiendo a una especie de pitagorismo, buscando relaciones numéricas entre las funciones del alma y las del cuerpo. El número del alma es el impar, que es un número determinante y perfecto. El del cuerpo es el par, que es el principio de la indeterminación y la imperfección. «Cuando se considera la acción viviente u organizadora de cada uno de los dos principios, se descubre que se desarrolla siguiendo el número constitutivo de la década, con cuatro operaciones fundamentales. El espíritu es esencialmente unidad indivisible. Esta unidad se despliega en las tres potencias principales del alma (1 X 3). Esta organiza el cuerpo y constituye la sensibilidad, que se sirve de los nueve orificios del organismo (3 x 3 = 9)· La sensibilidad se despliega hacia fuera, buscando captar el mundo exterior (9 X 3 = 27). Después retorna hacia sí misma, y se deleita en la intuición total de un último movimiento en que reaparece la unidad (27 X 3 = 81). Con lo cual tenemos: 80, número de la vida mortal, y 1, símbolo del espíritu. Las operaciones materiales del cuerpo están regidas por el número 2. La materia se constituye en elementos (2 X 2 = 4). Estos se mezclan y dan lugar a los principales humores (4 X 2 = 8) y crean, sin duda, los grandes órganos corpóreos. Pero Hugo no desarrolla más la alegoría».