PAULO APÓSTOLO — CARNE
Excertos de Roselyne Dupont-Roc, Michel de Goedt, Charles Perrot, Chantal Reyner, Vocabulario de las epístolas paulinas
VIDE sarx
Carne, Carnal
(sarx, sarkikos, sarkinos)
El término carne (sarx) se emplea 91 veces en el corpus paulino. Este término, sinónimo a veces de cuerpo (soma: Rom 8,3; Col 1,22; Ef 2,14; 5,29), designa por extensión a toda la persona (Rom 3,20). Esta acepción se inscribe en la línea de los Setenta, que traducen el hebreo basar por sarx: en el Antiguo Testamento, como en Pablo, la carne no es nunca un elemento del cuerpo humano, ni siquiera en 1 Cor 15,39, donde el uso plural podría evocar la carne en oposición a los músculos y a los huesos, según la perspectiva helenista.
La carne, al pertenecer a la figura de este mundo, se presenta como el lugar en donde se inscribe tanto la negatividad como la positividad. En efecto, la carne es débil y corruptible en la medida en que se ve afectada por movimientos que la orientan en sentido contrario al Espíritu de Dios (Rom 7,18; 8,7-8; 13,14; Ef 2,3; Col 2,18). En ella se inscriben el pecado y sus consecuencias (Rom 7,5; Gál 5,19). De forma muy concreta y literal, es ella la que lleva la marca de la circuncisión (Gál 6,13; Ef 2,11). Pues bien, esta marca, debido a la muerte-resurrección de Cristo (Ef 2,14) está cargada simbólicamente de negatividad: remite a la conciencia de un pueblo que procede de un tiempo ya caducado y significa la incapacidad de la ley para dar la salvación (Rom 8,3). De ahí el gran número de expresiones antitéticas que oponen la carne y el espíritu.
Paradójicamente, la carne no está abocada definitivamente a esta negatividad; es capaz de ser el lugar de la positividad. Hace en primer lugar referencia a la historia: es posible identificar al hombre por los vínculos carnales que lo unen a sus antepasados; esto vale para Cristo (Rom 1,3), para Pablo (Rom 9,3) y para Israel (Rom 4,1; 1 Cor 10,18). Después de la venida de Cristo, la carne se convierte en el lugar del enfrentamiento entre el Espíritu de Cristo y el del mundo (1 Cor 7,28). Es el lugar que hay que evangelizar para que la pasión de Cristo se encarne en ella (Col 1,24). La carne es el lugar en el que se manifiesta el misterio (1 Tim 3,16). La ley y la división introducida por la ley se suprimen en la carne de Cristo (Rom 8,3; Ef 2,14). La vida no puede manifestarse más que en esta carne mortal (2 Cor 4,11), mientras dure la figura de este mundo.
Las consecuencias de esta ambivalencia de sarx se describen mediante dos expresiones cuyos límites no siempre resultan claros: «la vida según la carne» y «la vida en la carne». Estas dos expresiones describen tanto la vida que lleva el sello de la negatividad -la que se compromete por un camino opuesto al del Espíritu-, como la existencia corporal e histórica llamada a dejar que se manifieste la fuerza del Resucitado, que es Espíritu y vida. Los dos adjetivos, sarkikos (6 empleos) y sarkinos (3 empleos), se inscriben en el contexto de la carne (sarx), que designan lo que es carnal en cuanto corporal o en cuanto negativo.
Si está claro que se da un vínculo entre la carne y el pecado, la carne no está encerrada en la esfera de la negatividad y de la muerte. Al contrario, está llamada a manifestar la vida de Dios, debido a la encarnación, con tal que se deje asumir por el Espíritu (pneuma). El dualismo que se cree descubrir en estas expresiones se debe, de hecho, a una opción fundamental, en la que no hay medias tintas, ya que se trata de escoger la vida o la muerte. En este contexto, la sarx está del lado de la vida, en favor de la vida.