Paulo Degrau Iniciação

SÃO PAULO — DEGRAU DA INICIAÇÃO CRISTÃ

Excertos de “LA GNOSIS EVANGÉLICA

PABLO, ESLABÓN DE LA CADENA INICIÁTICA

Pablo, como los Apóstoles, recibió esta gnosis del Hijo: «En efecto, para mí he recibido del Señor lo que también os he transmitido» (I Cor. XI, 23). Y felicita a los corintios por resguardar tan fielmente el sacro legado, que de algún modo conduce a la imitación de Jesucristo: «Sed mis imitadores como yo lo soy de Cristo. Os alabo de que en todo os acordéis de mí y mantengáis las tradiciones como yo os las he transmitido» (I Cor. XI, 1-2).

Naturalmente, recomienda a su rebaño evitar los que desprecian o pervierten la gnosis: «Hermanos, os notifico en Nombre del Señor J.C. que debéis apartaros de todo hermano que camina en el desorden, y no según la tradición que habéis recibido de nosotros» (II Tes. III, 6). Como buen doctor de la Ley, Pablo transmitió el legado por escrito y en forma oral, lo oral vivificando lo escrito: «Así, pues, ¡hermanos, levantaos! Y conservad el dominio de las tradiciones que habéis aprendido ya sea por nuestra palabra o por nuestra carta» (II Tes. II, 15).

Es interesante recoger lo que Pablo quiso dejarnos de su experiencia gnóstica. Ya hemos visto que no siendo experto en retórica, sí lo era en la gnosis (II Cor. XI, 6). En efecto, él posee el sentido (nous) de Cristo (I Cor. II, 16). Y, por lo tanto, recibió una revelación: «por una revelación conocí el misterio» (Ef. III, 3). Sin duda, se trata del misterio de Cristo (ib. III, 4) o de la encarnación divina «misterio oculto desde los eones en Dios, que creó todas las cosas» (ib. 9).

Fue llamado pues, elegido predestinado: «…plugo a Aquél que me había seleccionado desde las entrañas de mi madre, y llamado por su gracia, revelar en mí a su Hijo, a fin de que yo le anuncie a las naciones» (Gal. I, 15-16). ¡He aquí una imitación de Jesucristo bien realizada! Hasta el punto que: «Vivo, no yo, sino que es Cristo el que vive en mí» (ib. II, 20). Ciertamente, nos confía su experiencia que no es en absoluto banal: «Si hay que gloriarse — lo cual no es oportuno — vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. Sé de un hombre en Cristo, que hace catorce años — si en cuerpo, no lo sé, si fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe — fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que este hombre — sea en cuerpo, sea sin cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe — fue arrebatado al Paraíso y oyó palabras secretas que no le es permitido al hombre decir» (II Cor. XII, 1-4). Dicha gnosis parece tener un muy sutil comienzo. Provistos de esta experiencia y de su tesoro, los elegidos pueden decir: «Así, que el hombre nos considere como servidores del Cristo y como intendentes de los misterios de Dios» (I Cor. IV, 1).

Lo que Pablo desea ardientemente es extender esta gnosis, pero es sabido que esto sólo puede hacerse santamente: «Rogad (…) por mí también a fin de que la palabra me sea dada en la apertura de la boca, en franco lenguaje, para dar a conocer el misterio del Evangelio» (Ef. VI, 19).

PERENIALISTAS
René Guénon: HIERARQUIA INICIÁTICA

Debe entenderse bien que estos grados pueden ser indefinidamente múltiples, como los estados a los que corresponden y que implican esencialmente en su realización, ya que, verdaderamente, es de estados diferentes, o al menos de modalidades diferentes de un estado, en tanto que las posibilidades individuales humanas todavía no se han rebasado, de lo que se trata desde que el conocimiento es efectivo y ya no simplemente teórico. Por consiguiente, como ya lo hemos indicado precedentemente, los grados existentes en una organización iniciática cualquiera no representarán nunca más que una suerte de clasificación más o menos general, forzosamente «esquemática» aquí como en todas las cosas, y limitada en suma a la consideración distinta de algunas etapas principales o más claramente caracterizadas. Según el punto de vista particular en el que uno se coloque para establecer una tal clasificación, los grados así distinguidos de hecho podrán ser naturalmente más o menos numerosos1, sin que sea menester por eso ver en estas diferencias numéricas una contradicción o una incompatibilidad cualquiera, ya que, en el fondo, esta cuestión no toca a ningún principio doctrinal y depende simplemente de los métodos más especiales que pueden ser propios a cada organización iniciática, aunque sea en el interior de una misma forma tradicional, y con mayor razón cuando se pasa de una de estas formas a otra. A decir verdad, en todo eso no puede haber ninguna distinción perfectamente delimitada que no sea la de los «misterios menores» y los «misterios mayores», es decir, como lo hemos explicado, de lo que se refiere respectivamente al estado humano y a los estados superiores del ser; todo el resto, en el dominio de los unos y de los otros, no son más que subdivisiones que pueden ser llevadas más o menos lejos por razones de orden contingente.

Por otra parte, es menester comprender también que la repartición de los miembros de una organización iniciática en sus diferentes grados no es en cierto modo más que «simbólica» en relación a la jerarquía real, porque, en muchos casos, la iniciación a un grado cualquiera puede no ser más que virtual (y entonces no puede tratarse, naturalmente, más que de grados de conocimiento teórico, pero al menos es eso lo que deberían ser siempre normalmente). Si la iniciación fuera siempre efectiva, o lo deviniera obligatoriamente antes de que el individuo tuviera acceso a un grado superior, las dos jerarquías coincidirían enteramente; pero, si la cosa es perfectamente concebible en principio, es menester reconocer que apenas es realizable de hecho, y que lo es tanto menos, en algunas organizaciones, cuanto que éstas han sufrido una degeneración más o menos acentuada, y cuanto que admiten demasiado fácilmente, e incluso a todos los grados, a miembros cuya mayor parte son desafortunadamente muy poco aptos para obtener más que una simple iniciación virtual. No obstante, si éstos son defectos inevitables en una cierta medida, no atentan en nada contra la noción misma de la jerarquía iniciática, que permanece completamente independiente de todas las circunstancias de este género; un estado de hecho, por enojoso que sea, nada puede contra un principio y no podría afectarle de ninguna manera; y la distinción que acabamos de indicar resuelve naturalmente la objeción que podría presentarse al pensamiento de aquellos que han tenido la ocasión de constatar, en las organizaciones iniciáticas de las que pueden tener algún conocimiento, la presencia, incluso en los grados superiores, por no decir hasta en la cima misma de la jerarquía aparente, de individualidades a las que les falta muy manifiestamente toda iniciación efectiva.

NOTAS:


  1. Hemos mencionado más atrás las divisiones en tres y siete grados, y es evidente que, en la diversidad de las formas iniciáticas, pueden existir todavía otras muchas.