Esta actitud «intelectual» frente a la Realidad es indispensable para evitar perderse en la sistematización o el endurecimiento que es propio de la «opinión» en el ámbito de la simple «razón» humana; es ahí donde se ejerce el juego estéril de la fantasía individual donde se complacen los virtuosos de la filosofía profana y los «pensadores» mundanos que son la admiración del «gran público», y que no son en definitiva más que diletantes o charlatanes. Pero volvamos a lo esencial de nuestro propósito: lo que hay que retener, es que fuera de Dios no hay nada más que un «puro receptáculo», un «lugar» donde Dios quiere actuar. EL SENTIDO DE LA VIDA
La ignorancia pura y simple del «iletrado» es benigna e «inocente» al lado de las pretensiones sapienciales del hombre «cultivado» cuyo saber profano es un obstáculo a la Luz, mientras que la «virginidad mental» del iletrado (Al Angel Gabriel, la Virgen responde que ella no «conoce ningún hombre»; el Profeta responde que él es «iletrado».) puede ser una apertura a la Verdad. La ciencia profana, que no es más que un formalismo seudo-metafísico, constituye de hecho una ignorancia tanto más «monstruosa» cuanto que ella se desarrolla sobre si misma fuera de toda teología. En cuanto a la filosofía profana, es la palabrería de un ciego disertando sobre los colores. El arte y la literatura profanas no son entonces más que la expresión colectiva de una sicología reducida a los estados de consciencia o a las situaciones humanas más vulgares del hombre sumido en las tinieblas de la ignorancia más espesa y las intrigas más banales de la vida ordinaria (F. Schuon). DE LA IGNORANCIA
No hay peor ilusión que la ciencia, la filosofía, el arte y la literatura profanos: es ahí donde reside la ignorancia verdadera, puesto que una seudo-sabiduría tiende a substituir a la Sabiduría Verdadera (1 Cor. I, 19). Por que esta es también «Ignorancia», No-saber, Apofatismo. Se le llama la «Docta Ignorancia», y la ignorancia del iletrado es, de alguna manera, su reflejo diríamos natural; el falso-saber del filósofo profano es, por el contrario, su contraparte satánica o luciferína. DE LA IGNORANCIA
Ahora bien, si abro el Génesis, si mi inteligencia no está oscurecida por las elucubraciones de la ciencia o de la filosofía profana, aprendo de la teología – y no de la historia o de la ciencia – aprendo que Dios a creado el Cielo y la Tierra, que el Espíritu de Dios se movía por la superficie de las Aguas, que el hombre a sido hecho a “imagen de Dios”, que el hombre a sido creado “varón y hembra”, que mi padre se llamaba Adam y que mi madre Eva, pero que después de haber probado del Arbol de la ciencia del Bien y del Mal, todo fué puesto en duda. Si continúo leyendo la sagrada escritura – saltando hasta lo más importante – y si yo añado los comentarios de la Tradición y de los Padres, aprendo que “Adam” no era mas que la figura de Cristo, el Nuevo Adam, y que “Eva” no era mas que la figura de la Virgen María o de la Iglesia Virgen y Madre, la Nueva Eva. Aprendo también que la Nueva Eva, la Iglesia, la Sagrada Esposa, salió de la costilla del Cristo dormido en la muerte, en el momento en el que el centurión Longin atravesó con su lanza el costado del Crucificado, exactamente como Eva salió de la costilla de Adam dormido; aprendo además que el agua salida del costado de Cristo no es otra que el agua del bautismo, el agua de la “regeneración”, la misma que las Aguas del Génesis en las que se movía el Espíritu de Dios… ¡y aprendo todavía muchas más cosas! ¡Que lejos estamos del lagarto! A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN
El hombre caído no ve con el ojo corporal mas que la cara negativa de la manifestación, en particular del mundo corporal, y su inteligencia encerrada en los límites de la mente no ve mas que “abstracciones”, aspectos formales, a partir de los cuales edifica teorías abstractas, radicalmente erróneas: la ciencia, la filosofía, la literatura, el arte profanos son necesariamente “luciferinos”. A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN
Es de ese tipo de mentalidad simplista e ingenua de donde han nacido todas las tentativas de explicación del mundo que pululan en la filosofía moderna. Las pseudo-sintesis así elaboradas no son en definitiva más que un producto de la imaginación humana; por poco que a ellas se mezclen unas consideraciones morales o sentimentales y una cuidada propaganda o vulgarización, se desemboca en sistemas alejados todo lo posible de la metafísica verdadera, como el “marxismo” por ejemplo. Todo esto no es en realidad romanticismo, ya que la piedra angular de todos estos edificios pseudo-metafísicos parece ser la idea de “progreso”, igualmente designada bajo el nombre de “evolución”; de manera que nos parece indispensable insistir un poco sobre este punto. A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN
Podemos ahora precisar lo que hemos llamado al comienzo de este artículo la ilusión “sui generis” concerniente a la creación: esa ilusión consiste esencialmente en imaginarse que se ha explicado el “origen del mundo” cuando se han establecido entre las cosas de aquí abajo, relaciones temporales o un encadenamiento pseudo-causal remontando, sin salir del plano horizontal, hasta una “monada” o un “átomo” primitivo cualquiera, sea como sea la manera como se imagine todo esto. La consecuencia desastrosa de esta fantasmagoría es, al menos para una gran parte de los “intelectualmente débiles”, la expulsión pura y simple del Creador. Se debe señalar a propósito de esto la conexión entre el concepto de creación, entendido correctamente, y las “pruebas de la existencia de Dios” tal como son desarrolladas por la filosofía escolástica. Los dos argumentos se implican mútuamente: la prueba de Dios por la contingencia de lo creado implica la dependencia “vertical” y “actual”, extra-temporal e incondicionada del cosmos vis-a-vis de su Causa ontológica, a falta de lo cual se desemboca todo lo más en una concepción “demiurgica” de la formación de las cosas y de la Divinidad misma. Es necesario a la vez concebir a la Causa Primera como absolutamente transcendente a sus efectos, y a estos en dependencia “total” y “actual” con relación a ella; de ahí resultan la importancia y la necesidad de una concepción exacta de la creación bajo pena de falsear igualmente la del Creador, de ahí la obligación de mostrar la futilidad y la nocividad de esos productos de sustitución como el evolucionismo. A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN