Ahora digo yo: Si el HOMBRE BUENO y justo sufre un daño exterior y permanece inmutable con ecuanimidad y paz en el corazón, entonces es verdad lo que acabo de decir, (a saber), que al justo no lo entristece nada de todo cuanto le sucede. Si él, en cambio, se entristece a causa del daño exterior, de cierto, es sólo equitativo y justo que Dios haya permitido que se dañara a este hombre que pretendía ser justo y se imaginaba serlo mientras tales nonadas todavía podían afligirlo. Si se trata, pues, de la justicia divina, de veras, él no ha de afligirse, sino, al contrario, sentir una alegría mucho mayor de (la que le produce) su propia vida la que da mucha más alegría a todo hombre y que le resulta más valiosa que todo este mundo; pues ¿para qué le serviría al hombre todo este mundo si él no existiera? 279 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1
Dice San Agustín: Señor, yo no quería perderte a ti, pero por mi codicia quería poseer junto contigo también las criaturas; y por eso te perdí porque te resistes a que poseamos, junto contigo (que eres) la verdad, la falsedad y el engaño de las criaturas». En otro pasaje, dice también que «es demasiado codicioso quien no se contenta con Dios solo». Y en un tercer pasaje, dice: «Quien no se contenta con Dios mismo, ¿cómo podría contentarse con los dones que Dios da a las criaturas?» A un HOMBRE BUENO no le debe brindar consuelo sino aflicción todo cuanto es extraño y desigual a Dios y que no es exclusivamente Dios mismo. Habrá de decir en todo momento: ¡Señor Dios y consuelo mío! si me remites en vez de a ti a alguna otra cosa, entonces dame otro tú para que vaya de ti hacia ti porque no quiero nada fuera de ti. Cuando Nuestro Señor prometió a Moisés nada más que bonanzas y lo envió a Tierra Santa, la cual significa el reino de los cielos, Moisés dijo: Señor, no me mandes a ninguna parte a no ser que tú mismo te dignes acompañarme. (Cfr. Exodo 33,15). 291 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
De ahí que un HOMBRE BUENO debiera avergonzarse mucho ante Dios y ante sí mismo, si todavía observara que en él no se hallaba Dios y que Dios Padre no hacia las obras en el, sino que aun vivía en él la fastidiosa criatura y determinaba sus inclinaciones y hacía sus obras. Por eso se lamenta el rey David en el Salterio, diciendo: «De día y de noche (las) lágrimas eran mi consuelo mientras decían todo el tiempo: ¿Dónde está tu Dios?» (Salmo 41,4). Porque la tendencia hacia lo exterior y el hecho de hallar consuelo en el desconsuelo y las muchas conversaciones placenteras y afanosas sobre ello, son verdadera señal de que Dios no se presenta ni vigila ni obra en mí. Y además él (es decir, el HOMBRE BUENO) debería avergonzarse ante la gente buena porque notan en él (semejante conducta). Un HOMBRE BUENO nunca ha de quejarse de daños ni penas; debe lamentarse solamente de que se lamente y perciba en su fuero íntimo lamentos y penas. 293 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Ahora hablaré de otra cosa. No puede ser un HOMBRE BUENO quien no quiere aquello que Dios quiere en determinado caso, porque es imposible que Dios quiera algo que no sea bueno; y justamente a causa y en razón de que lo quiere Dios, llega a ser y es necesariamente bueno e incluso lo mejor. Y por consiguiente, Nuestro Señor les enseñó a los apóstoles, y a nosotros por intermedio de ellos – y (así) rezamos todos los días – que se haga la voluntad de Dios. Sin embargo, cuando sobreviene y se hace la voluntad de Dios, nos lamentamos. 295 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Un HOMBRE BUENO debe confiar en Dios, creerle y estar seguro y conocerlo bien, sabiendo que a Dios y a su bondad y amor les resulta imposible permitir que al hombre le sobrevenga algún sufrimiento o pena, a no ser que con ello (Dios) le quiera evitar al hombre una pena mayor o darle ya en esta tierra un consuelo más fuerte o lograr con esta (pena) y por ella una cosa mejor en la cual se evidenciaría más abarcadora y fuerte la gloria de Dios. Pero, sea como fuere: únicamente porque es la voluntad de Dios que así suceda, la voluntad del HOMBRE BUENO debe ser tan una y unida con la voluntad divina que el hombre quiera lo mismo que Dios, aun cuando sea en perjuicio suyo e incluso (implique) su condenación. Por ello, San Pablo deseaba ser apartado de Dios por amor de Dios y a causa de su voluntad y de su gloria (Cfr. Rom. 9,3). Pues, un hombre realmente perfecto debe, por habituación, haber muerto para sí mismo, haberse desnudado de su propia imagen en Dios y ser transformado, dentro de la voluntad de Dios, en tal imagen que toda su felicidad consiste en no saber nada de sí mismo y de todo lo demás sino conocer únicamente a Dios, y de no querer nada ni percatarse de ninguna voluntad que no sea la de Dios, aspirando a conocer a Dios tal como Dios me conoce a mí, según dice San Pablo (Cfr. 1 Cor. 13,12): Dios conoce a todo cuanto conoce, ama y quiere a todo cuanto ama y quiere, dentro de Él mismo, en su propia voluntad. Dice Nuestro Señor mismo: «Esta es la vida eterna conocer sólo a Dios» (Cfr. Juan 17,3). 297 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Por ello dicen los maestros que los bienaventurados en el reino de los cielos conocen a las criaturas desnudas de toda imagen, pues las conocen por medio de una sola imagen que es Dios y en la cual Dios conoce y ama y quiere a sí mismo y a todas las cosas. Y Dios mismo nos enseña a orar y suplicar así cuando decimos: «Padre nuestro», «santificado sea tu nombre» lo cual quiere decir: que te conozcamos sólo a ti (Cfr. Juan 17,3); «que venga tu reino» para que yo no tenga nada que considere y conozca como rico fuera de ti, el rico. A esto se refiere el Evangelio al decir: «Bienaventurados son los pobres en espíritu» (Mateo 5,3), quiere decir: en la voluntad, y por ello pedimos a Dios que se «haga su voluntad», «en la tierra», quiere decir: dentro de nosotros, «como en el cielo», quiere decir: en Dios mismo. Semejante hombre comparte una sola voluntad con Dios de modo tal que quiere todo cuanto quiere Dios y de la misma manera que lo quiere Dios. Y por eso, como Dios en cierto modo quiere que yo también haya pecado, yo no quisiera no haberlo hecho porque así se hace la voluntad de Dios «en la tierra», o sea en el pecado, «como en el cielo», o sea en la buena acción. En este sentido, el hombre quiere hallarse privado de Dios por amor de Dios y ser apartado de Dios por amor de Dios, y sólo éste es un verdadero arrepentimiento de mis pecados; así me apeno sin pena del pecado tal como Dios se apena sin pena de toda maldad. Siento pena y la máxima pena por el pecado – pues no cometería ningún pecado por nada creado o creable, por más que hubiera en la eternidad miles de mundos – mas (lo haría) sin pena; y acepto y tomo las penas de la voluntad divina y por ella. Tan sólo semejante pena es una pena perfecta, porque proviene y surge del puro amor de la bondad y alegría más puras de Dios. Así llega a ser verdad y se echa de ver lo que he dicho en este librito: que el HOMBRE BUENO, en cuanto es bueno, entra en toda la peculiaridad de la Bondad misma que es Dios en sí mismo. 298 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Debe saberse, espero, que el poseer la virtud y el querer sufrir tienen una cierta graduación, como vemos también en la naturaleza que un hombre es más alto y hermoso que otro en cuanto a su apariencia, aspecto, saber y habilidades. Así digo también que un HOMBRE BUENO bien puede ser un HOMBRE BUENO, y sin embargo, puede afectarlo y hacerlo titubear en menor o mayor grado el amor natural a su padre, (a su) madre, (a su) hermana y (a su) hermano sin que reniegue ni de Dios ni de la bondad. Él será, empero, bueno o mejor en la medida en que el amor natural y la inclinación hacia el padre y la madre, la hermana y el hermano y hacia sí mismo, lo consuelen y afecten en menor o mayor grado y él se percate de esos (sentimientos). 301 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Existe otro consuelo más: a un HOMBRE BUENO, en la medida en que es bueno y ha nacido sólo de la bondad y es imagen de la bondad, a éste le resulta insoportable y pena amarga y perjuicio todo lo creado que es esto o aquello. Perderlo quiere decir entonces deshacerse de la pena, la molestia y el daño y perderlos. En verdad, perder penas constituye un consuelo verdadero. Por eso, el hombre no debe quejarse por ningún daño. Antes bien, debe lamentarse de que desconozca el consuelo y que el consuelo no pueda consolarlo, así como el vino dulce no tiene sabor para el enfermo. Debe lamentar – según he escrito arriba – que no se haya desnudado del todo de la imagen de las criaturas y que la imagen de todo su ser no esté formada dentro de la bondad. 304 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
A todo esto agregadle aún lo que dije hace rato: que un HOMBRE BUENO, nacido en Dios (como) hito de Dios, ama a Dios por amor de Él mismo, y en Él mismo, y recordad (a este respecto) otras muchas palabras que pronuncié arriba. Para mejor comprensión hay que saber que un HOMBRE BUENO – como también he dicho con frecuencia – que ha nacido de la bondad y en Dios, se adentra en toda la peculiaridad divina – según las palabras de Salomón – el que Dios haga todas las cosas por amor de sí mismo (Prov. 16, 4) es decir, que no mira ningún porqué fuera de sí mismo sino únicamente por amor-de-sí-mismo; ama y hace todas las obras por amor de sí mismo. Por lo tanto, si el hombre lo ama a Él mismo y a todas las cosas y hace todas sus obras no a causa de la recompensa, del honor o del bienestar, sino sólo por Dios y por la gloria de Dios, esto es señal de que es hijo de Dios. 326 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Más aún: Dios ama por amor de sí mismo y obra todas las cosas por amor de sí mismo, lo cual quiere decir que ama a causa del amor y obra a causa del obrar; pues, sin duda alguna, Dios nunca habría engendrado en la eternidad a su Hijo unigénito si el haber engendrado no fuera igual al engendrar. Por eso dicen los santos que el Hijo ha nacido tan eternamente que sigue naciendo sin cesar. Si el ser-creado no fuera (una y la misma cosa que) el crear, Dios tampoco habría creado jamás el mundo. Resulta pues, que Dios ha creado el mundo de manera tal que todavía lo sigue creando sin cesar. Todo lo pasado y todo lo venidero le resultan a Dios ajenos y distantes. Y por ende: quien nació de Dios (como) hijo de Dios, ama a Dios por amor de Él mismo, es decir, ama a Dios a causa del amar-a-Dios y obra todas sus obras a causa del obrar. Dios nunca se cansa del amar y obrar, y todo cuanto Él ama significa para Él un solo amor. Y por consiguiente es verdad que Dios es el Amor (1 Juan 4, 8, 16). De ahí que yo dijera arriba que el HOMBRE BUENO quiere y querría sufrir en todo momento por amor de Dios, y no haber-sufrido; mientras sufre, tiene todo lo que ama. Ama al sufrir-por-amor-de-Dios y sufre por Dios. Por ello y en ello es hijo de Dios, formado a semejanza de Dios y en Dios quien ama por amor de sí mismo, es decir, ama por el amor y obra por el obrar; y por lo tanto, Dios ama y obra sin cesar. Y el obrar de Dios es su naturaleza, su esencia, su vida, su bienaventuranza. Entonces en verdad: para el hijo de Dios, o sea un HOMBRE BUENO, en cuanto es hijo de Dios, el sufrir por amor de Dios y el obrar por amor de Dios constituyen su esencia, su vida, su obrar, su bienaventuranza, ya que dice Nuestro Señor: «Bienaventurados son los que sufren por la justicia» (Mateo 5, 10). 327 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Ahora digo además, en tercer lugar, que un HOMBRE BUENO, en cuanto es bueno, tiene cualidad divina no sólo por el hecho de que ama y opera todo cuanto ama y opera, por amor de Dios a quien ama y por quien opera, sino que el que ama, ama y opera también por sí mismo; porque aquel a quien ama es Dios-Padre-no-nacido, el que ama es Dios-Hijo-nato. Ahora resulta que el Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre. Padre e Hijo son uno solo. En cuanto a la forma cómo lo más íntimo y lo más elevado del alma recoge y aprehende al Hijo de Dios y (al) llegar-a-ser-hijo-de-Dios, ahí en el regazo y corazón del Padre celestial, búscalo luego de terminado este libro, allí donde escribo sobre «el hombre noble que marchó a una tierra lejana para conquistarse un reino y luego volver» (Lucas 19, 12). 328 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
En otro orden de cosas se debería pensar lo siguiente: Si un hombre tuviera un amigo que por causa suya sufriera y sintiera dolores y molestias, sería por cierto muy justo que le hiciese compañía y lo consolase con su presencia y con todo el consuelo que fuese capaz de darle. Por eso dice Nuestro Señor en el Salterio con referencia a un HOMBRE BUENO que está con él en el sufrimiento (Salmo 33, 19). De esta palabra se pueden desprender siete enseñanzas y siete clases de consuelo. 337 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Existe también otro indicio y símil: Dicen los maestros que por debajo del cielo hay un fuego, extendido en todo el derredor, y a causa de él ninguna lluvia ni viento ni tempestad ni tormenta pueden acercarse tanto al cielo desde abajo que algo lo pueda tocar; antes de llegar al cielo, todo se quema y se arruina por el ardor del fuego. Exactamente del mismo modo, digo yo, todo cuanto sufrimos y obramos por amor de Dios se hace dulce en la dulzura de Dios antes de llegar al corazón de aquel hombre que obra y sufre por Dios. Pues justamente esto significa la palabra que dicen: «por Dios», ya que nada llega jamás al corazón a no ser fluyendo a través de la dulzura divina en la cual pierde su amargura. Además, lo quema el fuego ardiente del amor divino que encierra en sí por doquier al corazón del HOMBRE BUENO. 345 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Pueden verse ahora la equidad y las múltiples maneras por las cuales un HOMBRE BUENO por doquier recibe consuelo en sus sufrimientos, sea padeciendo, sea actuando. De una manera sucede cuando sufre y obra por amor de Dios; de otra manera, cuando se halla dentro del amor divino. El hombre también puede conocer y saber si hace todas sus obras por amor de Dios y si se mantiene en el amor de Dios, pues seguramente, en cuanto el hombre se ve apenado y sin consuelo, en tanto no ha realizado su acción solamente por Dios y ¡mira! tampoco se mantiene siempre en el amor de Dios. Un fuego – dice el rey David -, viene con Dios y delante de Dios, que quema por doquier todo cuanto Dios halla adverso a Él mismo (Cfr. Salmo 96, 3) y que le es disímil, a saber, (la) pena, (el) desconsuelo, (el) desasosiego y (la) amargura. 346 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Todavía nos queda (por ver) el séptimo (consuelo contenido) en la palabra de que Dios está con nosotros en el sufrimiento y sufre con nosotros: (consiste en) que la peculiaridad divina nos sabe consolar vigorosamente por cuanto es lo Uno puro sin cualquier agregado de multiplicidad de distingos, aunque fuera sólo (un distingo) con (el) pensamiento; de modo que todo cuanto hay en Él es Dios mismo. Y como esto es verdad digo: Todo cuanto el HOMBRE BUENO sufre por Dios, lo sufre en Dios y Dios está padeciendo con él en su sufrimiento. Si mi sufrimiento se encuentra en Dios y Dios lo comparte ¿cómo me puede resultar penoso el sufrimiento, dado que el sufrimiento pierde la pena y mi pena se halla en Dios y mi pena es Dios? Por cierto, así como Dios es Verdad y como yo, dondequiera que encuentre (la) verdad, hallo a mi Dios, o sea la Verdad, así también – (y esto no es) ni más ni menos – cuando hallo el sufrimiento puro por Dios y en Dios, encuentro que mi sufrimiento es Dios. Quien no reconoce este hecho, que eche la culpa a su ceguera y no a mí ni a la verdad divina ni a la benevolencia digna de amor. 347 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
¡Sufrid, pues, de esta manera por amor de Dios ya que es sumamente saludable y es la bienaventuranza! «Bienaventurados» – dijo Nuestro Señor – «son los que sufren a causa de la justicia» (Mateo 5, 10). ¿Cómo puede permitir Dios, el amante de la bondad, que sus amigos, o sea (los) hombres buenos, no tengan sufrimientos continua, ininterrumpidamente? Si un hombre tuviera un amigo que aceptara sufrir durante unos pocos días para que debido a ello mereciera gran provecho, honra y comodidad para poseerlos durante mucho tiempo, (y) si (este hombre) tratara de impedirlo o si fuera su deseo de que otra persona lo impidiese, no se diría que era amigo del otro o que lo amaba. De ahí que Dios en absoluto podría permitir que sus amigos, (esa) gente buena, estuvieran jamás sin sufrimiento sino fueran capaces de sufrir no sufriendo. Toda la bondad del sufrimiento externo proviene y emana de la bondad de la voluntad, tal como he escrito arriba. Y por ende: todo cuanto un HOMBRE BUENO quiere sufrir y está dispuesto para ello y desea hacerlo por amor de Dios, lo sufre (efectivamente) ante el rostro divino y por Dios en Dios. El rey David dice en el Salterio: Estoy preparado para cualquier infortunio, y a mi dolor lo tengo siempre presente en mi corazón y ante mi rostro (Salmo 37, 18). Dice San Jerónimo que la cera pura, la cual es totalmente blanda y se presta para formar de ella y con ella cualquier cosa que se deba y quiera hacer, contiene en sí todo cuanto se puede formar con ella, aun cuando nadie la use para configurar ninguna cosa exteriormente visible. También he escrito arriba que la piedra no tiene menor peso cuando no se apoya sobre el suelo en forma exteriormente visible; todo su peso reside completamente en el hecho de que tiende hacia abajo y está dispuesta en sí misma a caer hacia abajo. Así he escrito también arriba que el HOMBRE BUENO ya en este momento ha hecho en el cielo y en la tierra todo cuanto querría hacer, asemejándose a Dios también en este aspecto. 348 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Ahora, basta de palabras. Pues en la tercera parte de este libro quiero referirme a varios consuelos con los que debe y puede consolarse un HOMBRE BUENO en medio de sus sufrimientos, (consuelos) como se encuentran en las obras, (y) no sólo en las palabras, de personas sabias y buenas. 350 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
La tercera razón por la cual me resultaría mezquino y repugnante pedirle a Dios que me cure (es la siguiente): No quiero ni debo solicitarle una insignificancia a este Dios rico, cariñoso y generoso. Pongamos que yo llegara a ver al Papa tras haber recorrido cien o doscientas millas y al presentarme ante él le diría: Señor, Santo Padre, he llegado tras haber recorrido con grandes gastos un camino fatigoso de unas doscientas millas y os ruego – razón por la cual he venido a veros – que me deis un garbanzo. De cierto, él mismo y cualquiera que lo escuchara, diría, y con toda razón, que soy un gran necio. Pues bien, es una verdad segura cuando digo que todos los bienes y aun todas las criaturas en comparación con Dios, son menos que un garbanzo en comparación con todo este mundo material. Por lo tanto, si yo fuera un HOMBRE BUENO y sabio, tendría que negarme con razón a solicitarle a Dios que estuviese sano. 358 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 3
Una es ésta: Un HOMBRE BUENO (y) de Dios, en verdad debería avergonzarse fuerte y profundamente de que en algún momento lo perturbara el sufrimiento, mientras vemos que el mercader para obtener una pequeña ganancia, e incluso al azar, recorre a menudo caminos fatigosos (pasando por) montañas y valles, desiertos y mares donde su vida y sus bienes están amenazados por los bandidos (y) asesinos, y él soporta grandes privaciones en cuanto a comida y bebida y sueño junto con otras molestias y, sin embargo, lo olvida todo de buen grado y voluntariamente en aras de un provecho muy pequeño e incierto. Un caballero arriesga en un combate sus bienes, su vida y su alma por la honra perecedera y poco duradera y ¡a nosotros nos parece una enormidad que suframos un poco por Dios (y por) la eterna bienaventuranza! 361 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 3
Pues bien, él dice: «Ninguna mentira se ha hallado en la boca de ellos» (Apocal. 14, 5). Mientras yo poseo a la criatura y la criatura me posee a mí, hay una mentira, y en la boca de ellos no se encuentra ninguna. Es señal de que un hombre es bueno, cuando elogia a la gente buena. Si, por otra parte, una persona buena me elogia a mí, me ha elogiado de veras; si, en cambio, me elogia un malvado, me ha insultado de veras. Pero si me insulta una persona mala, en verdad me ha elogiado. «La boca habla de lo que rebosa el corazón» (Cfr. Mateo 12, 34). Siempre es característico de un HOMBRE BUENO que le guste hablar de Dios, pues a la gente le gusta hablar de aquello en que se ocupa. A quienes se ocupan de trabajos manuales, les gusta hablar de los trabajos manuales; a quienes se ocupan de los sermones, les agrada hablar de sus sermones. A un HOMBRE BUENO no le agrada hablar de nada que no sea Dios. 665 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIII 3
Ahora observad que Dios dice: «¡Moisés, deja que me enfurezca!» Podríais decir: ¿Por qué se enfurece Dios?… Por ninguna otra cosa que por la pérdida de nuestra propia bienaventuranza y no porque busque lo suyo; tanto le apena a Dios que actuemos en contra de nuestra bienaventuranza. A Dios no le pudo pasar nada más penoso que el martirio y la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, su Hijo unigénito, que sufrió por nuestra bienaventuranza. Ahora observad (otra vez) que Dios dice: «¡Moisés, deja que me enfurezca!» Luego mirad qué es lo que un HOMBRE BUENO es capaz (de hacer) ante Dios. Ésta es una verdad cierta y necesaria: quienquiera que entregue por completo su voluntad a Dios, cautiva y obliga a Dios de modo que Él no puede hacer otra cosa sino lo que quiere el hombre. Quien le da por completo su voluntad a Dios, a ése Dios, (por su parte) le devuelve su voluntad tan completa y tan propiamente que la voluntad de Dios llega a ser propiedad del hombre, y Él ha jurado por sí mismo que no puede hacer nada fuera de lo que quiere el hombre; porque Dios no llega a ser propiedad de nadie que primero no haya llegado a ser su propiedad (la de Dios). Dice San Agustín: «Señor, tú no serás posesión de nadie a no ser que él antes se haya hecho propiedad tuya». Nosotros aturdimos a Dios de día y de noche diciendo: «¡Señor, hágase tu voluntad!» (Mateo 6, 10). Y luego, cuando se hace la voluntad de Dios, nos enojamos y eso está muy mal. Cuando nuestra voluntad se convierte en la voluntad de Dios, eso está bien; mas, cuando la voluntad de Dios llega a ser nuestra voluntad, está mucho mejor. Si tu voluntad llega a ser la voluntad de Dios y si luego estás enfermo, no querrías estar sano en contra de la voluntad de Dios, mas quisieras que fuese la voluntad de Dios de que estuvieras sano. Y cuando te va mal, querrías que fuera la voluntad de Dios de que te vaya bien. Pero cuando la voluntad de Dios llega a ser tu voluntad y estás enfermo… ¡(sea) en el nombre de Dios! Si muere tu amigo… ¡(sea) en el nombre de Dios! Una verdad segura y necesaria es (ésta): Si de ello dependieran todas las penas del infierno y todas las penas del purgatorio y todas las penas de este mundo… (tal hombre) querría sufrir eternamente de acuerdo con la voluntad de Dios todas las penas del infierno y lo consideraría para siempre su bienaventuranza eterna, y de acuerdo con la voluntad de Dios renunciaría a la bienaventuranza y a toda la perfección de Nuestra Señora y de todos los santos y querría sufrir para siempre jamás las eternas penas y amarguras sin apartarse de ello por un solo instante; ah sí, ni siquiera sería capaz de tener un solo pensamiento para desear alguna otra cosa. Cuando la voluntad se une así (con la voluntad de Dios) de modo que lleguen a ser un Uno único, entonces el Padre, desde el reino de los cielos, engendra a su Hijo unigénito en sí (al mismo tiempo que) en mí. ¿Por qué en sí (al mismo tiempo que) en mí? Porque soy uno con Él, no me puede excluir, y en esa obra el Espíritu Santo recibe su ser y su devenir tanto de mí como de Dios. ¿Por qué? Porque estoy en Dios. Si (el Espíritu Santo) no lo toma de mí, tampoco lo toma de Dios; no me puede excluir en modo alguno. La voluntad de Moisés había llegado a ser tan completamente la voluntad de Dios que prefería la honra de Dios (manifestada) en su pueblo, a su propia bienaventuranza. 890 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXV 3
«Dios hizo una promesa a Moisés», mas él no la tomó en cuenta; ah sí, aunque le hubiera prometido toda su divinidad (Moisés) no le habría permitido (enfurecerse). «Y Moisés imploró a Dios y dijo: ¡Señor, bórrame del libro de los vivientes!» (Exodo 32, 32). Los maestros preguntan: ¿Era que Moisés amaba más al pueblo que a sí mismo?, y dicen: ¡No! porque Moisés sabia bien que si el buscaba la honra de Dios (manifestada) en su pueblo, se hallaba más cerca de Dios que si hubiera renunciado a la honra de Dios (manifestada) en su pueblo, buscando su propia bienaventuranza. Así debe ser un HOMBRE BUENO, de manera que no busque lo suyo en todas sus obras sino únicamente la honra de Dios. En tanto que tú con todas tus obras tiendes de alguna manera más hacia ti o más hacia una persona que hacia otra, la voluntad de Dios aún no ha llegado a ser verdaderamente tu voluntad. 891 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXV 3
Nuestro Señor dice en el Evangelio: «Mi doctrina no es mía sino de Aquel que me ha enviado» (Juan 7, 16). Un HOMBRE BUENO debe proceder de la misma manera (pensando): «Mi obra no es mía, mi vida no es mía». Y si me comporto así: toda la perfección y toda la bienaventuranza que tiene San Pedro, y, el hecho de que San Pablo ofreciera su cabeza, y toda la bienaventuranza que obtuvieron a causa (de su actitud), se me hacen tan gustosas como a ellos, y participaré perpetuamente de ello como si hubiera hecho las obras yo mismo. Más aún: de todas las obras realizadas alguna vez por todos los santos y todos los ángeles y aun de las hechas alguna vez por María, (la) Madre de Dios, habré de recibir eterna alegría como si las hubiese realizado yo mismo. 892 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXV 3
He dicho a veces: Quien busca a Dios y busca alguna cosa junto con Dios, no encuentra a Dios; en cambio, aquel que busca sólo a Dios, de veras, encuentra a Dios y no halla nunca a Dios solo, porque todo cuanto Dios es capaz de hacer, lo halla (junto) con Dios. Si buscas a Dios y lo buscas a causa de tu propio provecho y de tu propia bienaventuranza, por cierto, no buscas a Dios. Por eso dice que los verdaderos adoradores adoran al Padre y lo dice muy bien. Si alguien dijera a un HOMBRE BUENO: «¿Por qué buscas a Dios?» – «Porque es Dios». «¿Por qué buscas a la verdad?» – «Porque es la verdad». «¿Por qué buscas a la justicia?» – «Porque es la justicia»: semejantes personas están bien encaminadas. Todas las cosas que se encuentran en el tiempo, tienen un porqué. Es como si alguien preguntara a un hombre: «¿Por qué comes?» – «Para tener fuerza». «¿Por qué duermes?» – «Con el mismo fin»; y así son todas las cosas que se hallan en el tiempo. Pero quien preguntara a un HOMBRE BUENO: «¿Por qué amas a Dios?» – «No lo sé, por amor de Dios». «¿Por qué amas la verdad?» – «Por amor de la verdad». «¿Por qué amas la justicia?» – «Por amor de la justicia». «¿Por qué amas la bondad?» – «Por amor de la bondad». «¿Por qué vives?» – «¡De veras, no lo sé! Me gusta vivir». 908 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXV 3
Ahora dice Él: «Que os améis los unos a los otros». ¡Oh, ésta sería una vida noble, sería una vida bienaventurada! ¿No sería una vida noble si cada uno se fijara tanto en la paz de su prójimo como en su propia paz, y su amor fuera tan desnudo y tan acendrado y tan desapegado en sí mismo que no tuviera otra meta que (la) bondad y Dios? Si se preguntara a un HOMBRE BUENO: «¿Por qué amas a (la) bondad?» – «¡Por amor de (la) bondad»! «¿Por qué amas a Dios?» – «¡Por amor de Dios!» Y si las cosas son así, que tu amor es tan acendrado, tan desasido, tan desnudo en sí mismo que no amas nada fuera de (la) bondad y de Dios, entonces es una verdad segura que todas las virtudes obradas jamás por todos los hombres, te pertenecen tan completamente como si tú mismo las hubieras obrado, y ello de modo más acendrado y mejor, porque el hecho de que el Papa es Papa, a él le produce a menudo gran trabajo, (mas) tú posees esa virtud de manera más pura y desapegada y con tranquilidad, y ella te pertenece más a ti que a él, siempre y cuando tu amor sea tan acendrado, tan desnudo en sí mismo que no pienses en nada ni ames cosa alguna fuera de (la) bondad y de Dios. 927 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXVII 3
El alma toca a Dios con las potencias supremas; debido a ello está formada a (semejanza de) Dios. Dios se halla formado a semejanza de sí mismo y tiene su imagen de Él mismo y de nadie más. Su imagen consiste en que se conoce a fondo, no siendo nada más que luz. Cuando el alma lo toca con verdadero conocimiento, ella se le asemeja en esta imagen. Cuando un sello se imprime en cera verde o colorada o en un paño, se produce en todo caso una imagen. (Mas) cuando el sello traspasa completamente la cera de modo que no sobra ninguna cera que no sea acuñada por el sello, ella constituye una sola cosa con el sello, sin distinción alguna. De la misma manera el alma, cuando toca a Dios con verdadero conocimiento, le es unida totalmente en la imagen y en la semejanza. Dice San Agustín que el alma es tan noble y fue creada tan por encima de todas las criaturas que ninguna cosa perecedera, que perecerá en el Día del Juicio Final, es capaz de hablar ni obrar en el interior del alma sin mediación y sin mensajeros. Éstos son los ojos y los oídos y los cinco sentidos; ellos son los «senderos» por los cuales el alma sale al mundo y el mundo, a su vez, retorna al alma por estos senderos. Dice un maestro que «las potencias del alma han de regresar al alma con grandes ganancias». Cuando salen, siempre traen algo de vuelta. Por ello, el hombre debe vigilar afanosamente sus ojos para que no traigan nada nocivo para el alma. Tengo esta certeza: cualquier cosa que ve el HOMBRE BUENO, lo perfecciona. Cuando ve cosas malas, le da las gracias a Dios por haberlo puesto a salvo de ellas, y reza por aquel en quien aparece (el mal), para que Dios lo convierta. (Mas) cuando ve algo bueno, anhela que sea realizado en él. 1003 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXII 3
Ahora bien, él dice: «¡Alegraos!»Jerónimo dice: Nadie puede recibir de Dios saber, sabiduría y alegría sin ser un HOMBRE BUENO. Quien no ha cambiado su conducta anterior, no es un HOMBRE BUENO; no puede recibir de Dios saber, sabiduría y alegría… Él dice, pues: «¡Alegraos en el Señor!» No dijo: en Nuestro Señor, sino: «en el Señor». Ya he dicho varias veces que el poderío de Dios no consiste sólo en que es el Señor de todas las criaturas; antes bien, su poder consiste en que podría crear mil mundos en tanto que Él seguiría flotando por encima de ellos en su esencia pura: en esto reside su poder. 1028 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIV 3
«Llena de gracia.» La más insignificante de las obras de la gracia es más elevada que todos los ángeles en (su) naturaleza. Dice San Agustín que una obra de gracia, hecha por Dios – por ejemplo, que convierte a un pecador y hace de él un HOMBRE BUENO -, es más grande que si creara un mundo nuevo. A Dios le resulta tan fácil darles vuelta (el) cielo y (la) tierra, como es para mí darle vuelta una manzana en mi mano. Donde hay gracia dentro del alma, allí (todo) es tan puro y tan semejante y afín a Dios, y (la) gracia carece tanto de obra como no la hay en el nacimiento del cual he hablado antes. (La) gracia no realiza ninguna obra. San «Juan nunca hizo ningún prodigio» (Juan 10, 41)15. La obra (empero) que el ángel opera en Dios (= la obra servil) es tan sublime que nunca maestro o intelecto algunos podrían llegar a comprenderla. Pero, de esa obra cae una astilla – como cae una astilla de una viga que se desbasta – (o sea) un resplandor; eso sucede allí donde el ángel con su parte más baja toca el cielo; por ello reverdece y florece y vive todo cuanto hay en este mundo. A veces hablo de dos manantiales. Aunque parezca extraño, hemos de hablar según nuestra mentalidad. Un manantial del que surge la gracia, se halla allí donde el Padre engendra a su Hijo unigénito; de ese (manantial) surge la gracia, y allí ella emana de esa misma fuente. Otro manantial es aquel donde las criaturas emanan de Dios; aquella fuente dista tanto de la otra, donde surge la gracia, como el cielo de la tierra. (La) gracia no opera. Allí donde el fuego se halla en su naturaleza (ígnea), allí no perjudica ni enciende. El ardor del fuego es lo que enciende acá abajo (= en esta tierra). Mas, aun donde el ardor se encuentra en la naturaleza del fuego, no enciende y es inofensivo. Pero, allí donde el ardor se halla dentro del fuego, allí dista tanto de la verdadera naturaleza del fuego como el cielo de la tierra. (La) gracia no realiza ninguna obra; es demasiado sutil para ello; obrar le resulta tan distante como dista el cielo de la tierra. Una internación en Dios y un apego a Él y una unión con Él, esto es (la) gracia, y ahí «Dios está contigo», porque esto sigue de inmediato (luego de la salutación). 1096 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3
Nuestro Señor dice, pues: «¡Tú eres bienaventurado!» Todo el mundo anhela (la) bienaventuranza. Resulta que dice un maestro: Todo el mundo anhela ser elogiado. Ahora bien, San Agustín dice: Un HOMBRE BUENO no anhela ser elogiado, mas sí desea ser digno de elogio. Nuestros maestros afirman, pues, que la virtud, en su fondo y peculiaridad, es tan acendrada y se halla tan sustraída y separada de todas las cosas corpóreas que nada puede caer en ella sin manchar la virtud, y (así) ella se convierte en defecto. Un solo pensamiento o la búsqueda de su propio provecho: (ya) no es una virtud genuina, más aún: se convierte en defecto. Así es la virtud por naturaleza. 1207 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLV 3
Ahora bien, un maestro pagano dice: Cuando alguien ejerce la virtud por amor de algo que no sea la virtud, (su actitud) nunca llega a ser virtud. Si busca elogios o alguna otra cosa, vende la virtud. Una virtud por naturaleza no se debe abandonar por nada en este mundo. Por eso, un HOMBRE BUENO no anhela ser elogiado, pero sí anhela ser digno de elogio. El hombre no debe sentir pena porque estén enojados con él; se debe apenar porque merezca el enojo. 1208 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLV 3
David dice: «Su nombre es el Señor» (Salmo 67, 5). «Señor» significa lo mismo que la superposición de un señorío; «siervo» implica una sujeción. Algunos nombres son propios de Dios y se hallan desprendidos de todas las otras cosas, como «Dios». «Dios», este nombre es el nombre más propio de Dios, como «hombre» es el nombre del ser humano. Un hombre siempre es un ser humano, por estúpido o sabio que sea. Séneca dice: «Es ruin el hombre que no llega más allá del hombre»… Algunos nombres tienen un apego (accidental) a Dios, como «paternidad» y «filiación». Donde se habla de «padre» se sobreentiende «hijo». No puede haber ningún padre que no tenga hijo, y ningún hijo que no tenga padre; pero ambos contienen en sí, más allá del tiempo, un solo ser eterno… En tercer lugar: algunos nombres significan una elevación hacia Dios y (al mismo tiempo) una vuelta hacia el tiempo. También en la Escritura se menciona a Dios con muchos nombres. Digo yo: Cuando alguien conoce algo en Dios y le pone un nombre, esto no es Dios. Dios se halla por encima de (los) nombres y de (la) naturaleza. Leemos que un HOMBRE BUENO imploraba a Dios en sus rezos queriendo darle un nombre. Entonces dijo un hermano: «¡Cállate, estás deshonrando a Dios!» No sabemos encontrar ningún nombre que le podamos dar a Dios. Mas, nos está permitido (usar) los nombres con los cuales lo han llamado los santos a quienes Dios ha santificado para ello en sus corazones, inundándolos con divina luz. Y para ello debemos aprender en primer lugar cómo hemos de rogar a Dios. Debemos decir: «Señor; te imploramos y te alabamos con los mismos nombres que Tú has santificado así en los corazones de tus santos, inundándolos con tu luz»… En segundo lugar hemos de aprender a no dar ningún nombre a Dios como si pensáramos que al hacerlo lo hubiésemos alabado y ensalzado suficientemente; porque Dios se halla «por encima de nombres» y es inefable. 1353 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIII 3
Un maestro dice: Todas las criaturas están repletas de lo ínfimo de Dios, y su grandeza no se encuentra en ninguna parte. Os relataré un cuento. Una persona preguntó a un HOMBRE BUENO qué significaba que algunas veces lo atraían mucho la devoción y las oraciones y otras veces no lo atraían. Entonces le dio la siguiente contestación: El perro, cuando ve a la liebre y la olfatea y halla su rastro, corre en pos de la liebre; los otros (perros) lo ven correr y entonces ellos corren, pero pronto se cansan y desisten. Así sucede con un hombre que ha visto a Dios y lo ha olfateado: él no desiste, todo el tiempo corre (tras Él). Por eso dice David: «¡Gustad y mirad lo dulce que es Dios!» (Salmo 33, 9). Ese hombre no se cansa, pero los otros se cansan pronto (de correr detrás de Dios). Algunas personas corren adelantándosele a Dios, algunos (corren) al lado de Dios, algunos lo siguen a Dios. Quienes se le adelantan, son los que siguen a su propia voluntad y no quieren aprobar la voluntad de Dios; eso está del todo mal. Otros, aquellos que van al lado de Dios, dicen: «Señor, no quiero otra cosa que la que Tú quieres» (Cfr. Mateo 26, 39). Mas, cuando están enfermos, desean que Dios quiera que estén sanos, y eso se puede perdonar. Los terceros le siguen a Dios adonde quiera (ir), ellos lo siguen de buena voluntad, y ésos son perfectos. De ello habla San Juan en el Libro de la Revelación: 1440 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIX 3