Maurice Nicoll — A FLECHA NO ALVO
Vaidade, futilidade do Mundo
¿Cuál es la naturaleza del mundo y el significado de nuestra existencia en el mundo, según el punto de vista del Nuevo Testamento? Pablo dice: “Porque las criaturas sujetas fueron a vanidad, no de grado mas por causa del que las sujetó…” (Romanos, VIII, 20)
Pablo se refiere al estado de cosas en la tierra. Así dicha, es una idea muy extraña y alarmante. Dice que la vida en la tierra no es para el bien del hombre y que tampoco la gobierna el bien Afirma que en la tierra todo sucede. No expresa que las cosas del mundo estén bien, que se hagan intencionalmente o que las gobierne un Dios supremo. Antes, manifiesta todo lo contrario y lo dice sin rodeos; afirma que todas las cosas de la tierra están ‘sujetas a vanidad’, no porque sus habitantes así lo quieran, sino ‘por causa del que las sujetó.’ Esto implica que hay un poder con respecto a la creación de esta pequeña tierra, un poder hostil al hombre. Tal afirmación de Pablo nos será incomprensible si suponemos que todo lo que tiene poder sobre la creación en la tierra ha de recibir el nombre de Dios, y si a la vez creemos que Dios es Uno y Bueno. Si hay un Dios Supremo que gobierna directamente todos los mundos fenoménicos de la creación y su voluntad les llega directamente, ¿cómo es posible que haya quien diga que su creación está sujeta a ‘vanidad’ contra su voluntad? Si lo que Pablo enseña es la idea del Bien, la concepción fundamental de un poder supremo y bueno que obra sobre todas las cosas vivas, ¿cómo puede Pablo hacer semejante afirmación? Dice que como parte de la creación, el hombre está por fuerza y contra su voluntad, sometido a la vanidad. ¿Podrá uno así acariciar la idea de que Dios es Bueno? Por cierto que si vemos la vida y sus cosas en la creencia de que un Dios Supremo y Bueno lo dirige todo, nos será imposible explicar siquiera una fracción de los incidentes que tienen lugar en la tierra. Pero Pablo no afirma que la potestad que gobierna u obra en esta tierra, con todas sus criaturas, sea buena. En realidad, habla de un ‘dios de este siglo’ (ÏŒ θεος του α´ωνος τουτου), que ‘cegó los entendimientos.’ (II Corintios, IV, 4) Como parte de la creación, el hombre está sujeto a vanidad y se halla a merced de algún poder, de alguna influencia, de algún bien que obra contra su voluntad, contra lo que él, como hombre, quiere. Las criaturas sujetas fueron a vanidad, pero ‘no de grado’; fueron sujetas contra su voluntad. Pero ¿la voluntad de quién? “Por causa del que las sujetó.” Y Pablo no lo llama Dios. ¿Qué explica Pablo? (En griego esto significa ματαιοτης; fracaso, inutilidad, insensatez o, en latín, frustración, en vano.) Pablo agrega: “…con esperanza de que también las mismas serán libradas de la servidumbre de corrupción en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.” Dice que todos estamos en esta misma situación. “Porque sabemos que todas las criaturas gimen a una, y a una están de parto hasta ahora. Y no sólo ellas, mas también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos” —como si estuviésemos en una estrecha celda— “esperando la adopción” —como hijos de Dios.
Se reconoce aquí todo el sufrimiento inútil de la creación del mundo. No pretende ocultarlo, ni pretende decir que estamos en el mejor de los mundos. Todo este sufrimiento, todo este dolor, toda esta miseria, muerte, destrucción e insensatez, no pueden de ninguna manera explicarse a sí mismos. La vida no se explica como tal. No se puede entenderla tal cual es. Tras su apariencia exterior y visible hay otra idea y esta idea está oculta. No es una idea que derive de las deducciones que nos permiten los sentidos, sino una idea de la que no hay prueba sensual alguna.