Maurice Nicoll — A FLECHA NO ALVO
Exegese da palavra metanoia no Novo Testamento
La palabra que en todo el Nuevo Testamento aparece traducida como arrepentimiento es la palabra griega meta-noia (μετανοια) que significa transformar la mente. Hallamos la raíz griega meta (μετα) en muchísimas palabras de uso corriente, tales como metáfora, metafísica, metamorfosis, etc. Tomemos la palabra metáfora; significa transferir el significado. Hablar metafóricamente es hablar más allá de la palabra en su significación literal, llevarla por encima o más allá y de este modo trasladar el sentido de lo que se dice a un plano distinto de la palabra en sí. Por su parte, la metafísica se refiere al estudio de lo que yace más allá de lo observable en la ciencia física pura, como el estudio de la naturaleza del ser, la teoría del conocimiento (gnosis — episteme) o el hecho de la conciencia. Metamorfosis es la palabra que describe la transformación de la forma en la vida de los insectos como la transformación de una oruga en mariposa. Es un traslado, transferencia o transformación de una estructura a otra del todo nueva y que yace más allá de la anterior. La partícula ‘meta’ indica transferencia, traslado o transformación. Denota algo ‘más allá’.
La segunda parte de esta palabra —noia— proviene del griego nous, que significa mente. Por consiguiente, la palabra metanoia tiene entonces que ver con la transformación de la mente. ¿Por qué, entonces, la palabra arrepentimiento resulta inadecuada? O, dicho de un modo más preciso, ¿por qué constituye aquí un error? La palabra castellana ‘arrepentirse’ proviene del latín poenitare que quiere decir tener pena. Penar, sentir pena, lamentar, es un estado de ánimo que todos experimentamos de vez en cuando. La palabra griega metanoia yace muy por encima de este significado. No se refiere a un estado de ánimo. No contiene ni la menor sugestión de pena o lamentación. Se refiere a una nueva mente, y no a un nuevo corazón, pues es del todo imposible cambiar el corazón, cambiar la manera de sentir, sin haberse hecho una mente nueva. Y una mente nueva significa una nueva manera de pensar, una modalidad de pensamiento totalmente nueva, con ideas nuevas, con nuevos conocimientos, con una actitud enteramente nueva hacia todo en la vida. A pesar de lo mucho que se ha dicho y escrito acerca de esta palabra de tan tremendo significado, y acerca de su errada interpretación, y a pesar de que muchos eruditos han insistido una y otra vez en que el término ‘arrepentimiento’ no es su traducción verdadera y exacta, todas las traducciones ordinarias del Nuevo Testamento aún llevan la palabra ‘arrepentimiento’, implicando con ello que lo que se enseña es un cambio moral y no mental.
…page…
Ahora nos será de provecho volver a las palabras que Jesús dice a sus discípulos respecto de los galileos muertos por Pilatos y los dieciocho que perecieron en el accidente de Siloé. Volvamos a ellas teniendo presente el significado de la metanoia. Y así se nos aclarará el diálogo. Los discípulos piensan erradamente, y Jesús no les responde en el sentido de “si no os arrepintiereis”, sino en el sentido de “si no pensareis muy diferentemente”; o sea, si no se cambia de manera de pensar. Les advierte que, de otro modo, quedarán sujetos y petrificados y no podrán huir del destino común que aguarda a la generalidad de las personas que siempre parten de lo aparente, de lo visible; en suma, que parten de los sentidos o derivan sus opiniones de las pruebas tangibles. El primer paso es la metanoia. En la epístola de Pablo a los Corintios puede verse con toda claridad cuan poco adecuada es la palabra ‘arrepentimiento’. Las gentes pueden recibir tal cúmulo de dolores y heridas en la vida que lleguen a perder toda creencia y hasta dejar de pensar, procurarán gratificarse en lo posible, o bien abandonarán toda esperanza y vivirán realmente muertos.
Pero, en algunos casos, los hay que comienzan a reflexionar en lo que les acontece. Y poco a poco llegarán a tener un nuevo punto de vista, una nueva manera de enfocar la vida. Puede iniciarse en su pensamiento algo nuevo. De un modo individual. Puede empezar una nueva actividad de la mente, puede comenzar a despertar. En los sufrimientos, o cuando sobrevienen desastres personales, uno siente a menudo que todo cuanto ocurre en la vida es completamente irreal. Este es un entendimiento correcto, cierto. Bordea el estado en que se alcanza la metanoia, la transformación de la mente. Las cosas, entonces, aparecen bajo otra luz. Algo nos hace comprender entonces que lo que sucede en la vida no es lo verdaderamente importante, sino que lo único que importa es la propia actitud. Por un instante se alcanza un punto crucial en el que es posible una revolución de la mente. Y lo que antes era pasivo y estaba bajo el dominio de los sentidos y los acontecimientos de la vida, deja de someterse al mundo exterior y empieza a tener una existencia independiente. Acerca de este despertar de la mente activa trata Pablo en la cita que veremos en seguida, donde la palabra arrepentirse se da varias veces en la versión castellana, a pesar de que en él original griego la palabra metanoia aparece solamente una vez.
“Porque aunque os contristé por la carta, no me arrepiento, bien que me arrepentí; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo os contristó, ahora me gozo no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios. para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte.” (II Corintios, VII, 8/9)
En el original griego de esta cita se da la palabra metanoia sólo una vez, ahí donde dice “para arrepentimiento” (eis metanoian — εις μετανοια, y solamente demuestra cuan inadecuada es la palabra arrepentimiento Cuando Pablo dice de sí ‘no me arrepiento’, emplea un término muy distinto, μεταμελομαι, qua equivale al latino poemitentive y que es, justamente, el origen del nuestro: arrepentimiento. Sin embargo, todas estas palabras, de tan infinitos valores en el griego, se traducen al castellano con una sola.
Ni la pena ni el arrepentimiento ordinario producen una transformación mental. El hombre puede afligirse, mas no hasta el punto de la metanoia. Pero hay cierto tipo de sufrimiento que lleva hasta la metanoia, y a éste se refiere Pablo y lo contrasta con el sufrimiento corriente de la vida. “Porque el dolor que es según Dios obra arrepentimiento saludable… mas el dolor del siglo obra muerte.” (II Corintios, VIL 10) ‘Fuisteis contristados para arrepentimiento’, o sea que la buena índole del sufrimiento de los corintios fue lo que les condujo al arrepentimiento. El Deán Stanley, uno de los pocos comentaristas europeos que entienden el significado de la metanoia, dice: “Este pasaje demuestra cuan inadecuada es la palabra arrepentimiento.” Fuisteis contristados de tal modo que cambiasteis de manera de pensar; o, vuestro arrepentimiento equivale a una revolución de la mente. Tal es lo que se quiere decir. En un sentido más profundo es el sentido mismo de la vida, el de llevar al hombre al punto en que en vez de decirse a ciegas: ‘esto no puede ser cierto’, le haga despertar y por un momento darse cuenta de la irrealidad de lo que ocurre en el mundo, y también de cuan irreal es su conexión a él. Esto es la metanoia: el principio de la transformación de la mente.
…page…
Todo el motivo de las observaciones de Jesús a propósito de la muerte de los galileos y del accidente de Siloé, es indicar que el verdadero sentido de la frase: “Hágase tu voluntad… en la tierra” no puede captarse sin antes haber entendido la palabra metanoia, la transformación mental. Por mucho que creamos saber lo que significa, la verdad es que no lo entendemos en nuestro actual nivel de pensamiento. Y, a menos que el hombre separe en sí mismo el mundo visible con todos sus acontecimientos, de la idea de un significado supremo de su propia existencia en la vida visible, permanecerá en una condición en que la metanoia, la transforma don mental, es un imposible.
El verdadero arrepentimiento, que es una nueva actitud, una manera totalmente distinta de pensar, sólo puede iniciarse cuando la persona se da cuenta de que la voluntad de Dios no se hace en la tierra. A menudo, cuando se enteran de alguna desgracia ajena, las gentes dicen: ‘Se lo merece.’ En más o menos grado todos sostienen ‘este punto de vista, aunque cada uno piense lo contrario. Todos los que se tienen por muy morales y que entienden la religión sólo en términos morales, se afirman en tal punto de vista. Esta es la opinión externa de la religión, según la cual la existencia en la tierra constituye una especie de castigo o de recompensa; se apoya en la noción de que la voluntad de Dios se hace en la tierra. Todos hemos sido testigos del trato que reciben algunas personas, según esta noción.
(Recuerdo un caso singular en el que un hombre sumamente moral, un médico misionero, trató a una joven enferma de sífilis de este modo, como si fuese el castigo de Dios por sus pecados y a quien había de considerársele un ser vil. Y en este caso en particular no fue digna de que se la anestesiara para una operación local sumamente dolorosa.)
¿No es acaso muy cierto que toda la crueldad, el salvajismo, la tortura, el odio y el mal que marcan los jalones de la historia religiosa, se apoyan en el error fundamental de ver la voluntad de Dios en la tierra, y de este modo en la creencia de que la conocemos? Por consiguiente, es de una importancia esencial hacer un esfuerzo y procurar comprender lo que Jesús dice a sus discípulos a propósito del sacrificio de los galileos y los muertos en el accidente de Siloé. Estos hechos nada tienen que ver con la voluntad de Dios. Jesús pide a sus discípulos que consideren tales cosas desde ‘otro punto de vista, y ello significa que cambien de manera de pensar; no significa arrepentirse. ¿De qué iban a arrepentirse los discípulos, en un sentido corriente, por lo sucedido a los galileos y a las víctimas de Siloé? Este cambio en la manera de pensar significa que el hombre ya no ha de alimentarse con la idea de que castiga a las gentes por sus pecados, o que quienes no concuerdan con sus opiniones morales o principios religiosos son unos pecadores, y que si les sobreviene alguna desgracia es claro signo de que Dios les castiga por ser tan perversos. Jesús no deja lugar a dudas de que tal actitud hacia la vida es un error. Sean o no religiosas, las gentes a menudo creen que quienes desacuerdan con ellas, ya sea en cuanto a política o cosas sociales, aparte de las religiosas, son unos perversos. Entonces asumen ante ellos una actitud de suficiencia o de superioridad. Y hasta creen que se les debe castigar y destruir. Su creencia es del mundo y se apoya en el mundo. Es una creencia exterior y no una certeza íntima, algo que llevan dentro de sí. Y a menos que este punto de vista se abandone por completo, no puede haber siquiera un comienzo de desarrollo interior en el hombre. Pues en nada cambia las cosas el hecho de que una persona juzgue a otra por su religión o su política, por su moral o cualquier otro motivo.
La verdad es que todo lo que corresponde a la vida, al mundo exterior, cuanto atestiguan nuestros pobres sentidos, no es el punto de partida para el hombre que anhela la transformación que Jesucristo enseña, primero como metanoia y, más adelante, como renacimiento.
…page…
Acerca del renacimiento hablaremos luego; ahora tomemos nota de que la metanoia o el cambio en la manera de pensar es la primera etapa. Y el primer jalón de este cambio consiste en dejar de imaginar que la voluntad de Dios se hace en la tierra. De modo que la frase del “Padre Nuestro” que dice: “Hágase tu voluntad… en la tierra” es de una importancia incalculable si se la estudia junto con todo lo que Jesús enseña a sus discípulos cuando éstos interpretan la muerte de los galileos y los de Siloé como castigo por sus pecados. Lo evidente es que los discípulos se hallaban al nivel mental de los que creen que la voluntad de Dios se hace en la tierra, que todo lo que ocurre en la tierra es el resultado de la voluntad de Dios.
Lo que Jesús en realidad dice a sus discípulos es: “A menos que cambiéis de manera de pensar, pereceréis como han perecido ellos.” Este es el primer ejemplo que muestra con toda claridad lo que enseñó acerca del significado de esa difícil palabra: metanoia.
La mezquindad del entendimiento humano es extraordinaria; hace pensar que si alguien que no está persuadido del mismo criterio que uno llega a sufrir alguna desgracia, se la tiene bien merecida. Esto se apoya en la errada idea de que la vida exterior y los males del mundo comportan un significado. Toda mezquindad es una insignificancia; es la falta de un significado suficiente. Sea cual fuere la forma como entendamos el símbolo supremo del significado —Dios—, y aunque creamos o no creamos en Dios, el hecho es que cada uno de nosotros obra personalmente a base de lo que tiene significación para si. Nadie podría existir sin ello. Una existencia que no signifique nada es insoportable. De modo que resulta evidente que cada uno tiene su propio significado. Pero Jesús indica que es un gran error ver significado en la vida; es decir, el significado supremo que es Dios. El significado más alto existe aparte de los acontecimientos que se producen en la vida, y a menos que el hombre pueda cambiar de manera de pensar al respecto, sufrirá la suerte común de lo bueno y lo malo que hay en el mundo. No ha encontrado aún un apoyo cierto desde el cual comenzar. En otras palabras, partiremos de una base errada si, al creer en Dios como la fuente de todo significado, creyendo también que hay un significado en nuestra existencia personal, comenzamos a buscarlo en la vida exterior y tomamos las recompensas y los castigos del mundo como hechos llenos de significado. Esto se deduce de la singular importancia que tiene la palabra metanoia.
El hombre no ha de partir de las exterioridades. Si lo hace, como lo hace la mayoría, quiere decir que es incapaz de cualquier cambio ulterior, de mayor evolución. El hallar significado en las exterioridades, el tomar significados que se encuentran en la vida externa y juzgar por ellos conforme a la propia educación, es contrario a la metanoia, al cambio en la manera de pensar. Pero la cuestión estriba en que no hay quien esté del todo libre de estas opiniones. Y en realidad todo individuo particular alimenta la propia estimación y adoración con sus creencias externas, con los antecedentes formados en sus primeros años, con el sentimiento de que es mejor que otros, ya sea que ocupe en el mundo un lugar destacado o modesto. Y todos creen, ora por su religión o por cualquier otro motivo, que el mundo exterior es el teatro de una acción moral y que en él se ha de mostrar, con el desprecio, la violencia o la persecución, que siempre estamos en lo cierto. De modo que no hay quien no vea un significado supremo —y esto es ‘Dios’— en la vida exterior, y no hay quien no esté de acuerdo con esto. Así obran el moralista, el político, etc. Es sumamente difícil desprenderse de semejante punto de vista. Pero comenzar a hacerlo es empezar a transformar la propia mente, iniciar la metanoia. Sin darse cuenta de que lo hacen, todos juzgan la vida conforme a su moral, a sus principios, etc. Y todo esto se apoya en la opinión de que la vida exterior es la fuente de todo. Pero Jesús enseña que de este modo no se obtiene nada. Lo que ocurre en la vida exterior no nos guía. Mas las gentes piensan que todo radica en la vida misma. No advierten que la vida permanece igual, hagan lo que hicieren; y no captan el hecho de que, en virtud de su propia naturaleza, la vida es algo que puede llevar al hombre a la metanoia, la meta suprema. La vida externa no es el lugar donde la voluntad de Dios se hace, y por eso la oración dice: “Hágase tu voluntad en la tierra.” A menos que la persona entienda lo que esto quiere, decir y a menos que empiece a captar sus implicaciones, no sabrá lo que dice cuando reza el Padre Nuestro.
Pero esta no es la única frase que ha de entenderse en el Padre Nuestro; han de entenderse todas. De modo que quien rece el Padre Nuestro ha de estar en un elevadísimo estado de conciencia, entendiendo el valor de cada palabra y de cada frase, para que tenga un significado. Es decir, para que sea una oración en el verdadero sentido de la oración. Esto sería la metanoia en su significado más profundo.