Ano Litúrgico I

Ano Litúrgico — PRIMEIRA PARTE
PRIMERA PARTE DEL AÑO LITURGICO

CICLO DE NAVIDAD O MISTERIO DE LA ENCARNACION

El verbo «encarnar» procede del latín, de la partícula in que significa «con» y caro que significa «carne». Durante este tiempo la Liturgia celebra la encarnación del Verbo y la celebra en tres tiempos: El primero es un tiempo de preparación, se utilizan ornamentos violetas y se denomina Adviento. El segundo, que es propiamente la celebración, en el que se utilizan ornamentos blancos y comprende Navidad y Epifanía. El tercero es una prolongación en la que se utilizan ornamentos verdes, se denomina Tiempo después de Epifanía y comprende desde el 14 de enero hasta la Septuagésima.


TIEMPO DE ADVIENTO: Adviento procede del latín advenio y significa llegada. Es un tiempo de preparación para la Navidad. Prepara la llegada del Mesías, comienza en diciembre, el domingo más próximo a la fiesta de San Andrés, el 30 de noviembre y tiene una duración de cuatro semanas.

TIEMPO DE NAVIDAD: Navidad procede del latín nascor que significa «nacer, tomar su origen, provenir». Este tiempo, pues, nos centra en la celebración del Nacimiento del Salvador. Si el tiempo de Adviento nos hace aspirar a la venida del Verbo, el tiempo de Navidad nos hace asistir a su venida a este mundo.

La celebración de este gran misterio empieza el día 25 de diciembre. Esta fecha no ha sido escogida al azar. En efecto es el gran Misterio de la Encarnación del Verbo de Dios. De origen oriental, primitivamente la fecha era el 6 de enero. De Oriente llegó a Roma donde esta fiesta se mantuvo a pesar del establecimiento de la fiesta de Navidad hacia el año 350, bajo el pontificado de Julio I. La Roma pagana festejaba este mismo día el solsticio de Invierno, el nacimiento de la divinidad solar (natalis solis invicti). Curiosamente los cristianos escogieron este mismo día para conmemorar la natividad del «Sol de Justicia» (Malaquias, IV-2) que ha dicho de sí mismo «Yo, la luz, he venido al mundo» (Juan, XII-46). Destinado a vencer al príncipe de este mundo de Tinieblas: «Porque no solamente tenemos lucha con sangre y carne; sino con principados, con potestades, con los gobernadores de las tinieblas de este siglo, con malicias espirituales en lugares altos» (Efésios, VI-12).

En torno a Navidad, precisamente el 27 de diciembre, se celebra la fiesta de San Juan Apóstol. San Juan era el discípulo que Jesús amaba y que estaba recostado en su corazón en la Ultima Cena: «Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado en el seno de Jesús» (Juan, XIII-23).

En el solsticio de verano, seis meses después, encontramos al San Juan de Verano; pero se trata ahora de San Juan Bautista que fue santificado desde el seno de su madre. «Antes de que te formaste en el vientre, te conocí; y antes de que salieses de la matriz, te santifiqué: a las naciones te di por profeta. Y yo dije: ¡Ha, ha, Señor Jehová! ¡He aquí, no sé hablar, porque soy mozo!» (Jeremías, 1-5 y 6). Es también el Precursor: «Tú empero, ¡Oh niño!, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la faz del Señor, para aparejar sus caminos» (Lucas, 1-76).

«A él conviene crecer; mas a mí decrecer» (Juan III,30).

LA CIRCUNCISION: Dentro del tiempo de Navidad se celebra la fiesta de la Circuncisión del Señor el día 1 de enero, esto es, ocho días después de su nacimiento. Literalmente, la circuncisión consiste en un corte circular de una porción de prepucio. Esta palabra procede del latín circumcido, formada por circum que significa «alrededor» y caedo que significa «derribar, abatir, cortar».

Prepucio, de praeputium, tiene el significado de «impureza».

Parece, pues, que esta fiesta tiene un sentido de purificación, de separación de la impureza.

Pero quizá convenga recordar a propósito de este rito el siguiente pasaje de la Epístola a los Romanos: «Porque no es judío el que lo es por fuera, ni es la circuncisión la que es por fuera, en la carne; mas el que lo es por dentro judío es; y la circuncisión es la del corazón, en el espíritu, no en la letra: la alabanza del cual no es de los hombres, sino de Dios» (Romanos, 11-28 y 29).

LA EPIFANIA: También dentro del tiempo de Navidad se celebra la Epifanía del Señor el día 6 de enero. Según Santiago de la Vorágine (Santiago de la Vorágine (1228-1298). Dominico italiano autor de «La leyenda dorada»), la palabra Epifanía es el resultado de epi «sobre» y fanos «aparición», nombre atribuido a esta fiesta para significar que una nueva Estrella apareció en lo alto del Cielo y que a través de Ella Jesucristo se manifestó como verdadero Dios a los Magos (Vorágine, «La leyenda dorada», pág. 93, Ed. Alianza). Este sería el verdadero carácter y objeto de la fiesta en la cual los Reyes hacen una triple ofrenda a la triple naturaleza del Recién Nacido:

«Estos tres colores (el azul cielo, el oro y el rojo), escribe E.H. en un artículo sobre los Tarots refiriéndose a los colores de sus láminas, también designan las tres substancias que los tres Magos llegados de Oriente ofrecieron al Niño-Dios en su pesebre: el oro para el cuerpo, el incienso para el Espíritu y la Mirra para el Sentido que une el Espíritu con el cuerpo» (E.-H. en la revista «Le Fil d’Ariane», n.° 8, págs. 13 y 14).

Para llegar hasta el Niño fue necesario que la Estrella guiase a los Reyes: «Hemos visto su estrella en Oriente y hemos venido a adorarle», cantan el Aleluya y la Comunión en la Misa.

Suceden a la Epifanía seis domingos después de los cuales empieza la segunda parte del año litúrgico con el tiempo de Septuagésima.