O PEREGRINO QUERUBÍNICO — LIVRO I — EPIGRAMAS 31-40
I, 031: El morir perpetuo.
MUERO y vivo para Dios: si quiero vivir para Él eternamente,
el espíritu también he de entregarle eternamente.(Nota)
(Nota) en sentido místico i.e. resignar.
I, 032: Dios muere y vive en nosotros.
YO no muero ni vivo: (a) Dios mismo muere en mí;
y lo que yo debo vivir, (b) lo vive también Él sin cesar.
(a) porque de Él fluye originariamente la virtud de la mortificación; del mismo modo según Pablo: 2 Cor. 3, 10, la mortificación de JESÚS.
(b) vivo, ya no yo, sino Cristo en mí.
I, 033: Nada vive sin morir.
DIOS mismo, si quiere vivir para t
I, debe morir:
¿cómo piensas, sin muerte, heredar su vida?
I, 034: La muerte te deifica.
CUANDO estás muerto, y Dios se ha hecho tu vida,
sólo entonces entras en el orden de los altos dioses.
I, 035: La muerte es la mejor de las cosas.
DIGO, puesto que sólo la muerte me libera,
que es ella la mejor cosa, entre todas las cosas.
I, 036: No hay muerte sin vida.
DIGO que nada muere: sólo que otra vida,
aun la de tormentos misma, es dada por la muerte.
I, 037: La inquietud viene de ti.
NADA hay que te mueva, tú mismo eres la rueda
que anda por sí misma, y no tiene reposo.
I, 038: La indiferencia hace la paz.
CUANDO tomas las cosas sin ninguna distinción,
quedas calmo e igual, en el amor y en el dolor.
I, 039: El abandono imperfecto.
QUIEN en el infierno no puede vivir sin infierno,
no se ha entregado aún por completo al Altísimo.
I, 040: Dios es lo que Él quiere.
DIOS es algo milagroso: es lo que Él quiere,
y quiere lo que Él es, sin ninguna meta ni medida.