O PEREGRINO QUERUBÍNICO — LIVRO I
EPIGRAMAS 241-250
I, 241: El sustento vitalicio de Dios.
MI cuerpo (¡oh esplendor!), es el sustento vitalicio de Dios:
por eso no Lo estima en poco, para morar en él.
I, 242: La puerta debe estar abierta.
ABRE la puerta, y entrará el Espíritu Santo,
el Padre y el Hijo, trino y uno.
I, 243: La morada de Dios.
CRISTIANO, si amas a Jesús y tienes su dulzura,
Dios halla su morada en ti, su paz y su reposo.
I, 244: El amor es la piedra filosofal.
EL amor es la piedra filosofal: de la hez separa el oro,
de la nada hace algo, y me transforma en Dios.
I, 245: Debe haber unión.
SI el amor ha de sacarte del suplicio,
debe antes tu humanidad ser una con la de Dios.
I, 246: La tintura.
EL Espíritu Santo funde, el Padre consume,
el Hijo es la tintura, que hace el oro y transfigura.
I, 247: Lo anterior desapareció.
TAN poco como puedes llamar al oro hierro, y negro:
tan poco conocerás allá, al hombre en el hombre.
I, 248: La exacta unión.
¡MIRA qué altamente unida está la auricidad al plomo,
y el deificado a la esencia de Dios!
I, 249: La auricidad y la deidad.
LA auricidad hace oro, la deidad hace Dios:
si con ella no llegas a ser uno, serás siempre hez y plomo.
I, 250: Como la auricidad, así la deidad.
MIRA, como la auricidad es el flujo, la gravedad y el fulgor del oro,
así también la deidad, será todo en el bienaventurado.