O PEREGRINO QUERUBÍNICO — LIVRO I
EPIGRAMAS 111-120
I, 111: La deidad es una Nada.
LA tierna deidad es una Nada y Sobrenada:
quien en todo no ve nada, —hombre créelo—, la ve.
I, 112: Es bueno estar al sol.
QUIEN está al sol, no carece de la luz
que le falta al que, extraviado, anda fuera de él.
I, 113: YHWH es el sol.
QUÍTAME la luz del sol: YHWH es el sol,
que ilumina mi alma y la llena de gozo.
I, 114: El sol ya es bastante.
A QUIEN su sol le brilla, no necesita mirar
si en algún sitio, la luna y otros astros resplandecen.
I, 115: Tú mismo debes ser sol.
YO mismo debo ser sol, debo pintar con mis rayos
el incoloro mar de la deidad entera.
I, 116: El rocío.
EL rocío refresca el campo: si ha de corroborar mi corazón,
debe caer del corazón de Jesús.
I, 117: Nada dulce en el mundo.
QUIEN puede llamar algo en el mundo, dulce y encantador,
debe ignorar aún la dulzura, que es Dios.
I, 118: El espíritu permanece libre en todo tiempo.
APRISIÓNAME con el rigor que quieras en mil hierros,
que estaré por entero libre y sin cadenas.
I, 119: Debes ir al origen.
HOMBRE, en el origen el agua es clara y pura,
si no bebes de la fuente, estás en peligro.
I, 120: La perla nace del rocío.
EL caracol lame el rocío, y yo, Señor Cristo, tu sangre:
en ambos nace un bien precioso.