O PEREGRINO QUERUBÍNICO — LIVRO I
EPIGRAMAS 181-190
I, 181: Hay que usar la violencia.
QUIEN no se atropella para ser el niño amado del Altísimo,
queda en el establo, donde están los criados y el ganado.
I, 182: El mercenario no es hijo.
HOMBRE, si sirves a Dios por bienes,
por la beatitud, por la retribución,
no lo sirves aún como un hijo, movido por amor.
I, 183: La boda mística.
¡QUÉ alegría debe ser!, cuando Dios desposa a su amada,
por su Espíritu, en su Verbo eterno.
I, 184: Dios es para mí, lo que yo quiero.
DIOS es mi cayado, mi luz, mi sendero, mi meta, mi juego,
mi padre, hermano, niño, y todo lo que quiero.
I, 185: El lugar mismo está en ti.
NO eres tú quien está en el lugar, el lugar está en ti:
si lo arrojas, ya está aquí la eternidad.
I, 186: La casa de la eterna Sabiduría.
LA eterna Sabiduría edifica: yo seré el palacio,
cuando haya encontrado reposo, yo en ella, y ella en mí.
I, 187: La vastedad del alma.
EL mundo me es muy estrecho, el cielo muy pequeño:
¿dónde habrá un espacio aún para mi alma?
I, 188: El tiempo y la eternidad.
DICES: transpórtate del tiempo a la eternidad:
¿hay entonces una diferencia, entre la eternidad y el tiempo?
I, 189: El hombre hace el tiempo.
TÚ mismo haces el tiempo: el reloj son los sentidos;
si tan sólo contienes el volante, el tiempo muere.
I, 190: La igualdad.
¡NO sé qué hacer! Todo me da igual:
lugar y no-lugar, eternidad, tiempo, noche, día, dicha y sufrimiento.