Valentino Origem do Corpo

Valentino — ORIGEM DO CORPO
Gnosticismo
Antonio Orbe
Excertos de “Antropologia de San Ireneo

Los discípulos de Valentín merecen estudio aparte. A primera vista se acercan más que otros al vocabulario de la Magna Iglesia y a la exégesis habitual del texto sacro. Los datos proceden en su mayoría de los heresiólogos, pero ofrecen absolutas garantías.

Sobre la índole del plasma de Adán hay dos lugares paralelos de singular interés.

El pasaje de los Excerpta ex Theodoto dice así:

Habiendo (el creador) tomado polvo de la tierra (cf. Gen 2,7), no de la seca, sino una parte de la materia múltiple y compleja, fabricó un alma terrena y material, irracional y consustancial con la de las bestias. Tal es el hombre a imagen.

En ambos testimonios el polvo pierde su obvia significación. No es tierra árida, sino materia abigarrada e invisible. Merece los mismos dos epítetos que la Sabiduría inferior del mundo. Polvo de esencia invisible, dotado de vida irracional, recuerda la masa informe de que salieron las almas irracionales de los brutos.

El tema, ampliamente desarrollado en la Kore Kosmou, queda resumido entre valentinianos, coordinando los dos elementos bíblicos ‘a imagen’ y el polvo (khous), y exaltando a este último a la altura de la materia animada e invisible.

El cuerpo de Adán, hecho de tan cualificado polvo, no pudo ser visible ni carnal. Los valentinianos le atribuían lo que los ofitas, sus maestros: un algo leve, claro y a manera de espíritu 116. El alma tiene su cuerpo; y la psyche irracional el suyo 117, un substrato más que etéreo, de esencia infralunar invisible que, a raíz de la formación ‘a imagen’, adquiere la categoría de soma psíquico. Los gnósticos explican con la expresión paulina (soma psychikon) de 1 Cor 15,44 la índole del cuerpo de Adán, plasmado por los arcontes o por el demiurgo. No es ni pura psyche ni puro soma sin alma, o estatua de barro.

El cuerpo carnal y visible apareció más tarde, a raíz de la culpa. Gen 3,21 le llamaría ‘túnicas de piel’.

Había entre el cuerpo modelado el día sexto y la carne revestida el día octavo una diferencia básica. La carne visible no es propiamente hombre, sino vestido y cárcel del hombre, testimonio de un pecado anterior. Mientras el hombre hílico, sacado del polvo ‘sui generis’ de la tierra, aunque de naturaleza humilde, es hombre.

ET 51,2 ratifica tal diferencia. La carne terrestre (= hombre carnal) no sube al Paraíso. Mientras el hombre hecho ‘a imagen’ del creador, aunque hílico, puede subir a él.

La frase de San Pablo, que vale por axioma entre gnósticos (1 Cor 15,50) — ‘la carne y sangre no puede heredar el reino de Dios’ — , se aplica al individuo carnal y visible y de tierra árida; no al simple hílico, invisible y de tierra fluida.

San Ireneo impugna tal diferencia entre el cuerpo plasmado y el carnal. Aunque expresamente no lo diga, ignora otra tierra que la visible 120 y ruda. No hubo en el polvo de que el Salvador hizo barro para sanar al ciego de nacimiento, propiedad que no hubiera en el que sirvió a las manos divinas para modelar el cuerpo de Adán.

El pecado no modificó el polvo de Gen 2,7 para hacerle visible y carnal. El Verbo continúa plasmando hoy día en el vientre materno al hombre, igual que modeló a Adán en el principio manifiestamente. El milagro del Salvador tuvo valor de símbolo, aplicable a todo hombre venido a este mundo, y fue paralelo a la escena del Génesis: por lo que hace al Verbo, común autor del cuerpo visible de Adán y del ciego, y al barro, materia común a uno y a otro.

El Santo no puede extremar el paralelo entre la curación del ciego nato y la formación de Adán a todos los particulares. Pero urge muy bien la misma condición carnal de los ojos que sanó y del cuerpo que plasmó; la misma forma de actuar, haciendo barro del polvo; la misma mano de Dios que obró lo uno y lo otro. En el milagro, referido por San Juan (9,1ss), se dio a conocer: a) la mano de Dios — el Verbo — que modeló y sigue modelando al hombre desde el principio; b) la actividad suya específica.

Ahora bien, si el mismo Verbo que al principio modeló a Adán actúa con el cuerpo del ciego como con el del primer hombre, bastará ver la índole carnal del primero para entender la que hubo de tener el protoplasto. El que pudo curar los ojos del ciego — tan carnales como el resto del cuerpo — , pudo sanarle enteramente. Y quien fue capaz de sanarle con el polvo de la tierra visible y árida, hecho barro, fue también capaz de formar ojos y cuerpo con el mismo polvo árido de la tierra que pisamos. No hay diferencia entre cuerpo y cuerpo, como no la hay entre polvo y polvo. El cuerpo del protoplasto fue de la misma esencia que el del ciego, y el polvo de que el Verbo modeló a aquél, de la misma sustancia que el de que Jesús hizo barro en el Evangelio. La diferencia entre el plasma material e invisible de Adán y su cuerpo carnal y visible es gratuita.


Tuvieran o no eficacia tales argumentos contra los valentinianos, daban a entender la extraña índole asignada por ellos al hombre plasmado en Gen 2,7: ‘de materia fluida’. ¿De dónde habían sacado tal materia? ¿De Sap 11,18? Si el mundo salió de materia invisible e impreparada (cf. Gen 1,2), también el hombre, microcosmos.

Es muy posible que tò reuston tes hyles (Iren., I 5,5) se inspire igualmente en el flujo femenino (reusis) de Lev 15,25 (según el códice A), aplicado a Sofía con arreglo al simbolismo valentiniano de la hemorroísa. Lo confirmaría Plotino (Enéada II, 9, 11). La esencia fluida correspondería a la emanada, en estadio aún informe, de la Sabiduría divina. En nuestro caso, se aplicaría a la idea particular, indefinida y sin perfiles, de que se formó el hombre1.

La comunidad de materia para el mundo y para el hombre terreno había que ponerla en Gen 1,2, identificando la tierra invisible con la superior (= Achamoth) de que tomó el Demiurgo.

Tal pudo ser el raciocinio valentiniano. Sólo Gen 2,7 no autoriza semejante exégesis.

Había además otros argumentos indirectos que prohibían a los gnósticos atribuir el sentido obvio de tierra o carne visible al plasma de Adán. ‘La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios’ (1 Cor 15,50), ni subir por tanto al Paraíso. Ahora bien, el demiurgo que formó ‘del polvo de la tierra’ al hombre (Gen 2,7), le trasladó a poco al Paraíso (Gen 2,8): ‘Y plantó el Señor Dios un Paraíso en Edén a la parte oriental, y puso allí al hombre que plasmó’. Luego el plasma de Adán no era carnal, sino de naturaleza compatible con la vida en el Paraíso o reino de Dios.

¿De dónde procede el cuerpo carnal? Los valentinianos y, en general, los gnósticos hubieron de responder a una. La carne hizo su aparición a raíz del pecado (en Gen 3,21).


NOTAS
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  1. Cf. sobre todo Enn. II 9, 11, 17ss. Véase, sin embargo, Nemesio, De nat. hom. 1 (PG40, 516C y 517A): «Como el hombre viene del cuerpo, y todo cuerpo se compone de los cuatro elementos, es menester sucumba a las mismas pasiones que ellos: a saber, sección, mudanza y flujo (reusei), que son características del cuerpo. Al cambio, cualitativo; al flujo, por vaciamiento (te kata kenosin)».