NAASSENOS — O CRISTO PREEXISTENTE
Gnosticismo
Antonio Orbe
Excertos de peratas y setianos de Hipólito y, en general, los que se desentienden de la teología del mediador e insisten en su intervención — como vehículo de los gérmenes divinos — sobre el mundo sensible. Su esquema es: Ingénito — autogenes (= Cristo) — génito. La preexistencia se supone. Los componentes físicos del autogenes también. Leyendo entre líneas, se adivinan los dos títulos de creador o demiurgo universal del cosmos y salvador de los hijos de Dios diseminados en él. Y, por lo mismo, las relaciones entre el Padre ingénito y el Hijo autogenes.
Los naasenos de Hipólito (Ref V 6,5ss) discurren a base del mismo esquema fundamental. Añaden, sin embargo, noticias de interés; ante todo, para definir al Cristo, Hijo del Anthropos en la trinidad superior:
Los (naasenos) — con arreglo a su doctrina — dan culto al Anthropos e Hijo del Anthropos. Este Anthropos es andrógino y llamado por ellos Adamás. Muchos y variados himnos le han dedicado. Lo himnodian — por decirlo en cortas palabras — con arreglo a este tipo: «A partir de ti (viene el) Padre (del mundo creado); y a causa de ti, la Madre; los dos nombres inmortales, engendradores de eones, ¡oh ciudadano del cielo, Anthropos de gran nombre!».
No hay modo de entender las anteriores líneas sin recurrir a los ofitas de San Ireneo (Adv. haer. I 30,ls). Naasenos y ofitas denuncian una tríada superior (Padre — Hijo — Espíritu Santo) doblemente formulada:
a) Padre — Hijo — Espíritu Santo.
b) Anthropos — Hijo de Anthropos — Primera Mujer.
A la cual conviene agregar una diada, traducible en dos maneras:
1) Cristo — Sofía (Prunicos).
2) Padre — Madre.
Para evitar equívocos, indiquemos su dependencia mutua dentro de un cuadro general:
Padre (= Primer Anthropos) — Hijo de A. (= Segundo A.) — Primera Mujer
Cristo (= Tercer Anthropos) — Hijo de A. — Segunda Mujer (= Madre)
La primera tríada se une para engendrar un hombre andrógino, que se divide en Cristo (superior) y en Sofía, padre y madre respectivos del mundo futuro.
El Cristo es una proyección del Hijo de Anthropos; Sofía o la Segunda Mujer (femina a femina), proyección de la Primera. Ni los naasenos ni los ofitas de Ireneo explican la ley que preside el origen o distinción de los cinco miembros.
La comunión, empero, de nombre (Anthropos) entre el Padre, el Hijo y el Cristo, y también (Femina) entre el Espíritu Santo y Sofía, denota la existencia de relaciones especiales entre sus miembros.
Los naasenos esconden bajo el hombre de Adamás al Cristo, sea como «Hijo de Anthropos», sea también como «padre» emanado del anterior. Dejan pendiente a la «madre»; y, en vez de iluminar las relaciones de uno y otra («padre» y «madre») con el Anthropos e Hijo de Anthropos, persiguen la suerte de Adamás (Hijo de Anthropos) en su epifanía al mundo.
Los naasenos le dividen, como a Gerión, en tres. Tiene — dicen — éste su parte intelectual (tò noeron), animal (tò psychikon) y de materia (tò koinon)1.
Y piensan que en su conocimiento reside el principio del conocer factible de Dios. «El principio de la perfección es el conocimiento del Anthropos, mientras la perfección consumada está en el conocimiento de Dios (Padre)». Así se expresan. Y todas estas cosas — dice — , las intelectuales, y animales, y materiales, penetraron y descendieron juntas a un hombre, Jesús, engendrado de María. Y hablaron — dice — sobre lo mismo, a la vez, estos tres hombres; cada cual, a partir de las (substancias) propias, a los (hombres) propios. Porque, a su juicio, hay en el universo tres géneros — angélico, animal, material — y tres iglesias — angélica, animal, material — ; y su nombre (de éstas): escogida, llamada, cautiva (iglesia de los escogidos, de los llamados y de los cautivos) (Refutatio V 6,6).
A vueltas de elementos implícitos, los naasenos añaden a la tríada de peratas y setianos dos complementarias: a) una que sitúa al Cristo (= autogenes) en la trinidad suprema: Padre — Anthropos — Madre; b) otra que le proyecta hacia el mundo: intelectual — psíquico — material con arreglo a las regiones — intelectual, animal, choica — del cosmos creado.
El trinomio ingénito — autogenes — génito se enriquece mediante el desarrollo de los dos extremos: la presencia (implícita) de una Madre (Padre — autogenes (= Hijo) — Madre) y la mediación del Cristo en las tres regiones o estratos — intelectual — animal — hílico — del génito.
En el fondo, peratas, setianos y naasenos de Hipólito coinciden. Sólo los últimos introducen subdivisiones (explícitas) lo mismo en la región ingénita que en la creada. El autogenes, mediador entre el Dios supremo y el mundo, no apareció espontáneo. Proviene de la comunión de una tríada superior (Padre — Hijo — Espíritu Santo; según Iren., I 30,1). Y resume — como andrógino — los dos aspectos que algunos sectarios reparten entre el Cristo y Sofía, padre y madre respectivos del mundo sensible.
- Véanse los tres linajes de hombres de la tradición órfica según Proclo (ln Rempubl. II 74,26ss ed. Kroll = fr.140 Kern). Y mejor aún los tres linajes de dioses genéticos — celeste, terreno, intermedio — según Juan Lido, De mensibus 11,8 (Wue, 25,21 ss), con la bibliografía señalada por O. Kern, Orphicorum fragmenta 321 (fr.310).[↩]