Antonio Orbe — Parábolas Evangélicas em São Irineu
CAPITULO 8.—El fariseo y el publicano (Lc 18,9-14)
- Primera parte : Fuera de San Ireneo
- Segunda parte: San Ireneo
Resumiendo. He aquí la trama simplicísima de la parábola según Ireneo. El fariseo ignora otra justicia que la suya (resp. la de la lex pharísaica); se encuentra bueno, sin nada que llorar; e incapaz de confesar delitos, hace profesión — ante Dios — de justo. El publicano, ajeno a prejuicios sobre la Ley de Dios, tiene conciencia de haber faltado, y hace profesión de malo ante la justicia de Dios.
En ambos casos, la actitud depende de la propia conciencia. El fariseo, ciego para la verdadera justicia, lo es igualmente para la verdadera confesión (y plegaria). El publicano, abierto (con fe) a la justicia de Dios, lo es también para la confesión de sus pecados.
Con la ceguera farisaica para la justicia de Dios viene la ceguera para la fe en la venida del Hijo. Con la profesión de la propia injusticia se abre el camino (de la fe) para reconocer la venida del Hijo de Dios y suplicarle el perdón de los pecados. Nadie acude al médico en busca de salud si no se siente enfermo y le reconoce por médico. Eso ocurrió a los fariseos. No entendieron de Cristo fuera Salvador y médico; ni menos que, como enfermos, necesitaran de él.
El fariseo prolonga la malicia de Caín. Renuente a los consejos de Dios (resp. a su gracia), que le solicitan a la obediencia, se cierra el acceso a la fe
La parábola compendiaba la triste ceguera de los judíos, atentos a la propia justicia (resp. ley), frente a la humilde ciencia de los gentiles (meretrices y publícanos), tan abierta a la sola justicia de Dios como a la propia miseria.